Capitulo II: Condiciones adversas (II/II)

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Empezaba a anochecer y el cielo había dejado el oro y el rosa atrás para dar la bienvenida a la oscuridad.

Iban los dos en la motocicleta de él. Ambos llevaban el uniforme negro de poliamida, pero a diferencia de Amaya, Karan tenía en la espalda su espada de plata y estrancio.

Karan se detuvo frente a la fachada de concreto y levantó las manos de Amaya frente a las cámaras. Ahora solo tenía que esperar a que desde dentro fuese dada la orden de dejarlos entrar. Claro, también cabía la posibilidad que la orden fuese otra: asesinarlos allí, como los traidores que eran.

Después de unos minutos, el fortificado portón se abrió. Sin esperar ni un segundo, Karan cruzó la entrada y se estacionó frente a la puerta principal. Bajó de la moto y tomó a Amaya de sus manos apresadas por esposas electromagnéticas. La bajó con rudeza, casi arrastrándola hasta el interior de La Orden. Algunos cazadores salieron al pasillo por donde él tiraba de la prisionera y sonreían con desprecio al ver con el rostro agachado a la traidora. Phill salió a su encuentro y le puso una mano en el pecho a su líder para que se detuviera.

—¿Qué estás haciendo aquí? Sabes que, si la entregas la matarán, ¿verdad?

—¿Y a ti que te importa? ¿Acaso tú no la perseguiste con Adriana para asesinarla? Solo cumplo con nuestro deber.

—Yo no quería matarla... —dijo Phill en voz baja viendo como Karan se alejaba a paso rápido, arrastrándola de las esposas.

Solo paró cuando estuvo frente a las grandes puertas de roble del despacho del general. Tocó dos veces y esperó, al cabo de un minuto recibió el permiso para entrar.

El general estaba frente a su escritorio sumergido entre carpetas y papeles. A Karan le pareció que lucía cansado, cuando levantó los ojos de la mesa, los miró perplejo.

—¡Karan! ¿qué es esto?

—La desertora fugitiva —dijo él jalando de Amaya para ponerla frente al general—. Me llevó varios días encontrarla, pero aquí está y espero que esto calle a los que dudan de mi lealtad, a todos los que insinuaron que yo protegía a esta miserable traidora.

La puerta de roble se abrió y por ella entró el coronel Vladimir, el padre de Karan.

—Padre, ¿ya no dudarás? —lo interpeló con voz áspera.

Pero el coronel lo miró con los ojos entrecerrados.

—¿Por qué la has traído? —preguntó el coronel— Pensé que estabas enamorado de ella.

Karan tragó y le dirigió una mirada dura a la cazadora.

—Lo estaba, hasta que vi como lloraba por ese vampiro, entonces sentí asco de ella, jamás podré amar a alguien que se ha entregado a una de esas sucias bestias. ¡No es más que una traidora!

Amaya se sorprendió de lo convincente que sonó su amigo y se preguntó cuánto de verdad habría en sus palabras.

El coronel la examinó con ojo crítico y se dio cuenta que tenía el rostro bastante golpeado, sin duda su hijo le dio una paliza, pero en cambio Karan estaba inmaculado, no tenía ni un solo golpe, le era difícil creer que Amaya no le plantara pelea conociendo como era la ex cazadora.

—Llévala a los calabozos —dijo el general.

—¡No! —exclamó el coronel, Karan lo vio expectante— Disculpe general, pero creo que será mejor que la dejemos en la división médica, la doctora Auberbach se encargará de ella.

Karan sintió un sudor gélido perlarle la frente. Auberbach no era parte del plan.

—Con todo respeto señor —intervino prudente el cazador—, no creo que el área médica sea sitio para recluir prisioneros.

La noche oscuraМесто, где живут истории. Откройте их для себя