Capítulo XIX: Convalescencia

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—Siéntate —ordenó él en voz baja.

Amaya lo miró algo perpleja, pero obedeció la petición incorporándose en la cama con algo de dificultad.

Cuando estuvo sentada, Ryu le sonrió suavemente.

—Abre.

Ella arqueó una ceja.

—¿Qué?

—La boca, abre —dijo acercándole la cuchara cargada del caldo.

Amaya se ruborizó.

—Puedo sola, gracias.

—Por favor.

No pudo resistirse a su mirada suplicante, ella cedió y abrió la boca para recibir el caldo caliente.

Después de beber varias cucharadas exclamó con satisfacción:

—¡Hum, está bueno! ¿Lo preparó Carmín?

Él negó con la cabeza metiéndole otra cucharada con verduras. Ella lo miró interrogante.

—¿Quién entonces?

Ryu sonrió con picardía antes de contestar.

—Yo.

Amaya arqueó las cejas.

—¿Cocinas?

—Cuando no estoy salvando cazadoras en desgracia es justamente a lo que me dedico. ¡Soy prácticamente un cheff!

Amaya se rio suavemente, soportando el dolor que le causaba la acción. ¡Qué extraño resultaba todo! Allí, con Ryu se sentía tan familiar. De pronto sus preocupaciones existenciales pesaban menos, la opresión en su garganta se relajaba, el mar revuelto que era su espíritu se calmaba.

—¿Salvas a muchas cazadoras? —preguntó con una media sonrisa.

—Últimamente hay una que me ha dado bastante que hacer —Y dejó el plato vacío en la mesita.

Amaya miró el brillo deslumbrante en sus ojos y la sonrisa suave, una expresión que jamás había visto en él. Se veía más humano y más guapo. Algo en su pecho creció amenazándola con dejarla sin respirar y no tenía nada que ver con su pulmón perforado.

—Hum, ¿así que casi un cheff? Yo no sé preparar absolutamente nada.

Ryu se rio entre dientes.

—En realidad, esta sopa es lo único que sé hacer —Él miró hacia el techo antes de continuar—. La aprendí a hacer cuando todavía era mortal, hace muchos siglos ya.

—¿Qué edad tienes?

—Más de la que debería.

Amaya sintió que Ryu se tornaba melancólico, de pronto veía en él facetas insospechadas.

—Mi madre nos la preparaba a Lía y a mí cuando éramos niños y vivíamos en Francia— La mirada del vampiro se perdía en otro tiempo y lugar muy lejos de allí—. En aquel prostíbulo apenas si podíamos verla. Cuando ella llegaba a nuestro cuarto siempre nos llevaba esa sopa. Un día fue diferente. Fuimos con ella a la cocina y la preparamos juntos —Ryu suspiró, Amaya jamás creyó que vería una sonrisa tan tierna en los labios de su enemigo— Esa sopa se convirtió en todo lo bueno que hay en el mundo, aprendí a prepararla pero pocas veces lo he hecho en realidad.

Amaya no supo que decir. De nuevo como tantas veces, él la desconcertaba. Quería saber más de su pasado, conocer y entender quién era Ryu Hara. Parecía que el vampiro despiadado que siempre consideró que era, no existía. De pronto miró el reloj en la pared y se alarmó.

La noche oscuraWhere stories live. Discover now