CAPITULO XV: Beso de sangre.

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Delante del coronel puso su mejor cara, que estaba segura, no ocultaba su expresión de sorpresa y espanto. Tragó grueso y después de un «Sí, señor» salió del despacho con pasos vacilantes a prepararse para su nueva tarea.

La noche siguiente ella y Phill esperaban de madrugada en las sombras, cerca de un café clausurado que sería el sitio de encuentro de los seres de la noche

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La noche siguiente ella y Phill esperaban de madrugada en las sombras, cerca de un café clausurado que sería el sitio de encuentro de los seres de la noche. El local pertenecía al vampiro Donovani y exhibía un letrero fuera: "Cerrado por remodelación".

Donovani, el líder del clan del sur del país, estaba bajo el dominio del príncipe Ryu. La carpeta que le diera el coronel Vladimir a Amaya semanas atrás, decía que ambos vampiros ese día se reunirían con fines comerciales. La Orden vio en dicho encuentro una oportunidad para acabar con el príncipe a quien su subordinado traicionó revelando a los cazadores los pormenores del encuentro.

Amaya desconocía que ganaba Donovani en su acuerdo con La Orden, pero ya tenía muy en claro que nada era gratis en esa guerra y que algo debió ofrecer la organización a cambio de la traición del vampiro.

Ella y Phill aguardaban vestidos con los resistentes uniformes de poliamidas, enteramente de negro, en el hombro derecho el emblema dorado de la organización, camuflados en la oscuridad. No percibían el frío otoñal debido a la adrenalina que circulaba por sus cuerpos preparándolos para la acción. Armados con sus espadas, Amaya además tenía una ballesta y flechas cuyas puntas de plata y estrancio eran capaces de matar a un vampiro si se clavaban en su corazón. Su puntería era certera y con una de esas saetas debía asesinar al príncipe.

Su órgano vital latía de prisa. Sus ojos azules mejorados, enfocaban a la perfección en la oscuridad, como si hubiese nacido en la noche. Sus oídos y olfato se mantenían atentos, podía escuchar hasta el leve crujir de las hojas alrededor. Oyó antes que su compañero cazador el motor de un auto acercándose y lo alertó. Phill todavía no lo percibía y sintió envidia de sus habilidades. Ella siempre sobresalía. A pesar de ser mujer, físicamente más débil que un hombre, ninguno era mejor que ella, podía sentir a los vampiros , como si tuviera una conexión con ellos, siempre había sido así.

Adentro del Café esperaban Donovani y algunos de sus seguidores. El par de cazadores tenía orden de no tocarlos, solo el príncipe era el objetivo.

Resguardada detrás de un gran árbol, a unos cuantos metros de donde se detendría el auto, el corazón de Amaya latía desaforado queriendo salírsele del pecho. Pensaba en todo lo que había averiguado en los últimos días sobre La Orden y los vampiros y se preguntaba si matar al príncipe no obedecía quizás a algún plan orquestado por fuerzas que ella no alcanzaba a ver. Una maraña de alianzas y traiciones, un juego político que, hasta entonces, inocentemente no creyó que existía. Tomó una gran bocanada de aire frío para tranquilizarse y montó la flecha en la ballesta, lista para usar.

Por otro lado, si mataba a Ryu acabaría también con la duda y la desesperación que anidaba en su interior desde que lo conoció. Con esos sentimientos y extraños anhelos que la dejaban en paz. Estaba a segundos de por fin realizar la fantasía que tenía en cada uno de sus entrenamientos dónde terminaba con la vida del vampiro y con la confusión que él trajo a la suya. Si lo conseguía volvería a ser la misma de antes: una cazadora comprometida con su misión. Se cubriría de gloria, le cerraría la boca a quienes dudaban de ella.

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