81. Caos. Desorden. Desastre.

2.2K 304 18
                                    


Maratón 3/10

No esperé a que Kalen me diera una respuesta, porque quizás no la había o tal vez no me gustaría, así que me acerqué a sus labios y los besé.

Obtuve respuesta de inmediato y fue un poco más fogosa de lo que hubiera esperado, digo teniendo en cuenta que estábamos dentro del territorio de papá y él podía aparecer en cualquier momento. 

Por suerte no lo hizo, hubiera sido un poco incómodo.

Kalen me acercó aún más a su cuerpo, casi hasta quedar sobre él. Afirmó con fuerza mi cintura y devoró mi boca sin reparo. Él estaba más excitado de lo normal, así como las primeras veces que nos besamos, como si fuera tan necesario como el aire que respirábamos.

—Tranquilo —sonreí cuando me di cuenta que si no era yo quien parara eso se nos iría de las manos.

Se separó de mí, apenas unos centímetros, y me miró con intensidad. Su respiración estaba agitada, un poco más que la mía, y sus manos aún se aferraban a mi cintura.

—Tenemos tiempo Kalen —aseguré dándole un casto beso. Él negó con su cabeza y tiró de mí para abrazarme.

—¿Te das una idea de lo que sentía cuando supe que no te tendría más conmigo Cleo? —consultó aferrándose a mi cuerpo. Asentí con mi cabeza.

—Supongo que el mismo miedo que sentí yo cuando me dijeron que casi te mueres Kalen.

—Sí... supongo que sí —besó mi cuello y volvió al abrazo. —Lamento eso. No quiero que pienses que fue por ti. No fue por nadie. Sólo quería no pensar en nada.

—Deberías dejar de ser tan impulsivo ¿Sabes? Pensar un poco más antes de actuar, pensar mientras lo haces.

—¿Tú crees que no es algo bueno? —espero un respuesta pero él sabía lo que yo pensaba. —Si no fuera como soy Cleo no estaríamos aquí y así ahora.

—¿Te refieres internado porque casi te mueres?

—Me refiero a que no estaríamos juntos. No pensé mucho antes de pegarte el chicle en el pelo, no pensé mucho antes de besarte aquella vez en el mirardor; tampoco pensé cuando me metí en tu casa e hicimos el amor.

—Eso suena tan cursi.

—Oh, yo suelo ser un tierno osito muy en el fondo —río separándome de él para mirarme. —Cleo, tú debes saber que si decides quedarte conmigo, si decides elegirme yo no te dejaré ir ¿Está bien? Ahora es el momento en el que puedes huir si lo deseas.

—¿Huir? ¿Por qué huiría de ti? ¿No te lo dije ya reiteradas veces? Sé cómo eres y cómo aparentas ser. Me gustas así y punto. Ya te elegí. Ya decidí quedarme contigo. No hay nada que puedas hacer al respecto, lo lamento.

—Suelo ser un poco posesivo —asegura rozando su nariz con la mía.

—Lo sé Kalen. Lo supe desde el momento en que entramos en ese bar e hiciste ese movimiento porque esos hombres me estaban mirando —besé sus labios y acaricié sus mejillas. —Hay cosas de las que no me di cuenta, pero hay muchas otras en la que me hice la idiota para no verlo.

—¿Verlo?

—El hecho de que estuvieras colado conmigo.

—No eres tan inteligente Cleo y yo soy buen actor.

—No, no lo eres —reí empujándolo para recostarme a su lado. Ese día había sido realmente agotador en el trabajo y mañana también lo sería. —Lo supe todo desde un principio.

—Tú ni siquiera sabias lo que era que te gustar una persona Cleo —rió acomodándome a su lado. —Y creo que hasta ti, yo tampoco lo sabía.

—Eres todo un romántico —me burlé acomodándome en su pecho. —Un delincuente, pervertido, psicópata, mocoso y ahora un romántico.

—¿Son halagos? Porque no se sintieron así —aseguró besando mi frente. —Descansa.

No tardé demasiado en dormirme, aún más teniendo la seguridad de Kalen a mi lado. Me gustaba concentrarme en el subir y bajar de su pecho acompasado, oír su suave respiración, el calor de su cuerpo.

Cuando comencé a frecuentar a Kalen no sabía lo que era si quiera querer a una persona que no fuera de mi familia. Nunca quise a Franco. Quiero decir, le tenía cariño y todo, pero no lo quería como ahora sé que se puede hacer.

Supongo que no fue algo que se dio de un día para otro. Kalen ni siquiera me gustaba en ese entonces, me caía mal, no lo soportaba, hasta podría decir que lo odiaba. No lo sé. Tampoco creo tener la certeza de lo que es odiar y eso es algo bueno.

Pero poco a poco me comenzaron a gustar gesto, detalles, acciones del pequeño psicópata. Me gustaba como me besaba. Me gustaba cómo, a pesar de no soportarme, me trataba con cuidado cuando estábamos juntos. Me gustaban aquellos detalles como acompañarme a casa o aconsejarme para que no me metiera en problemas. Claro que él no lo admitía en ese momento, pero ahora sé que lo hacía porque él también me quiere.

Me gustaban sus ojos. Esa mirada intensa que siempre posaba en mí, como sabiendo de antemano que en algún momento me declararía suya. Sus manos también me gustaban mucho, la forma en que me tocaba.

Pero pronto me di cuenta que no eran los detalles o fragmentos de él. Me gustaba el conjunto completo. A pesar de que él decía que yo ni siquiera le agradaba me gustaba aún más.

No era como Franco. Franco sería mi marido pero él ni siquiera me caía bien. Era un idiota... quizás tanto como yo. Sinceramente ¿quién podía seguir la lista que habíamos planeado si no sabes con qué obstáculos te encontrarás en el camino? Eso fue una estupidez. Aún más sabiendo que habían obstáculos como Kalen que te harían olvidar hasta tu propio nombre.

Si me preguntan si me veía en un futuro lejano con él, no podría responderles. Kalen no era exactamente una persona con la que podías tener un futuro seguro y organizado, pero eso era lo que más me gustaba de él. El hecho de no saber qué pasará al día siguiente o el mes entrante. Con él era un subibaja constante, sorpresa tras sorpresa. Y sí, me había sentido mal muchas veces, había llorado por él cuando yo no lloraba por nadie, pero era algo que tenía que pasar, que tenía que vivir para justamente eso... sentirme viva.

Me di cuenta, allí en el momento en que me encontraba recostada en su pecho, que de nada valía la pena intentar protegerme frente al amor. De una u otra manera, tarde o temprano, llega a tu vida y de maneras realmente extrañas. Sinceramente ¿me habría visto enredada con Kalen? No. Quizás sí con Lautaro, o hasta podría haber sido Rob. O aquel muchacho que me habló una vez en la biblioteca. Pero no, no con Kalen. Él era todo lo que no me subastaba en una persona. Kalen era caos. Desorden. Desastre. Y aún así irrumpió en mi cómoda armonía, se metió en un rincón y se quedó allí para demostrarme que no hay nada que pueda hacer para tener una vida predecible y segura. No. Porque si vives la vida como debes ser, entonces no hay nada que puedas manejar. 

Sin Planes Ni RecetasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora