30. ¿Cenamos?

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Mientras caminábamos a casa no pude descifrar cuál de los dos estaba más borracho. Yo por lo menos no había consumido alguna otra sustancia y al parecer Kalen había tomado más de una. A pesar de todo ambos nos comportamos hasta llegar envueltos en un tranquilo silencio.

No había vecinos a la vista, ni cuando entramos a mi hogar ni cuando íbamos de camino a él, lo cual era un alivio; no quería a mi padre llamándome a la una de la madrugada porque "alguien" le hubiera dicho que me había visto con un tipo sospechoso. 

Sin embargo mi teléfono comenzó a sonar a penas pusimos un pie en la cocina.

Kalen me miró sorprendido, seguramente por mi cara de espanto, pero no me prestó mucha atención, al contrario, se sentó cómodamente en la mesada y comenzó a revisar las revistas que estaban sobre ella. Yo por mi parte respiré varias veces antes de tomar el aparato y suspiré aliviada cuando vi que el que llamaba no era papá, sino Franco.

–Franco ¿Qué pasó? –consulté luego de decidir que contestar su llamada era la mejor opción. Después de todo yo lo había llamado en un estado preocupante desde un lugar de mala muerte; él podía terminar comunicándose con mi hermana para saber si yo había llegado bien a casa, y eso, no era para nada bueno.

Cleo ¿Ya estás en casa?

–Sí, acabo de llegar. Está todo bien, tomé un taxi –mentí y sentí la mirada acusadora de Kalen en mi persona. Lo esquivé y fui por una olla, lo había invitado a cenar y eso haríamos.

¿Taxi? Dijiste que no había taxis en ese lugar...

–Son de unos particulares... generalmente no están de noche y mucho menos llevan a adolescentes ebrios pero hicieron una excepción porque me vieron demasiada desesperada –continué sintiéndome una profesional, nunca había tenido la necesidad de mentir pero había descubierto que era muy buena en ello.

¿Pero estás bien?

–Estoy bien –aseguré y di un respingo cuando el cuerpo de Kalen se pegó a mi espalda y sus manos se apretaron con fuerza en mi cintura. Solté la olla con agua que tenía en mi mano libre e intenté alejarme del delincuente pero cuando sus labios fueron a mi cuello no logré hacer mucho más que recostarme en cuerpo y tratar con muchas fuerzas de controlar mi respiración.

¿Cleo? ¿Qué sucedió?

–Un insecto... me asustó un insecto y terminé haciendo un desastre –dije entre profundos suspiros. Estaba consciente de mi voz, baja y profunda, pero también sabía que Franco podía pensar que me había asustado a sobremanera y era producto de ello.

–Un insecto, eso es lindo –susurró Kalen entre sonrisas buscando mis labios para besarlos con calma y tranquilidad. –Un nuevo apodo, debería buscarte uno también...

Creo que últimamente tu vida es un desastre –continuó Franco al otro lado de la línea. Volví, en vano, a tratar de alejar a Kalen que me aferraba con fuerza a su cuerpo. –No puedo creer que después de todo lo que hablamos Cleo, hayas caído como una estúpida frente al primer "chico malo" que se te apareció en el camino.

–Eso no es cierto.

Y también me he dado cuenta que te has convertido en una mentirosa... ¿Algo más para decirme? –me quedé en silencio sintiendo los suaves labios de Kalen recorrer mi cuello, sus manos entrecolarse por mi ropa y acariciar lo que había de piel expuesta, su pelvis apretarse fuertemente contra mi trasero. No podía pensar en qué responder en ese momento, mi atención no estaba puesta en mi futuro marido, no, toda mi atención la tenía el "chico malo" que se había aparecido en mi camino. ­–Ahora Cleo, quédate con él esta noche, haz lo que tengas que hacer, lo que quieras hacer, pero a partir de mañana no lo ves más.

–¿De qué hablas? –consulté reaccionando y apartando a Kalen de un fuerte empujón. Él me miró intensamente unos segundos para luego alejarse unos pasos de mi tomando nuevamente una revista.

Estúpido es el último calificativo que podrías llegar a usar conmigo Cleo, me sorprende que no lo sepas... sé que estás con él en este momento. A pesar de que creí que eras inteligente, sé que estás con ese muchacho... pero está bien, supongo que está bien –respiró profundamente y continuó. –Pero a partir de mañana te prohíbo que lo veas. Aparentemente lo único que ese muchacho te está trayendo son problemas de concentración.

–¿Problemas de concentración? –reí observando de reojo a Kalen volver a llenar la olla con agua y acercarla al fuego.

¿Acaso no teníamos un plan Cleo? ¿Acaso no había una lista que habías escrito? –guardé silencio, él tenía razón. –¿En qué parte de tu lista dice algo de esto? ¿En qué parte está que bebas sin control, que andes a cualquier hora en la calle sabiendo que te puede pasar algo, que te revuelques con ese muchacho que sabe dios con cuánta mujer se ha acostado? –otra vez me quedé sin palabras. Franco estaba siendo duro, pero era sincero ¿podía decir lo mismo de Kalen? –Cleo, si las cosas siguen así nosotros no vamos poder estar juntos.

–Pero Franco ¿Me vas a decir que tú no estuviste con otras personas también?

Claro que no te voy a negar eso... pero tú sabes mejor que nadie que lo mío fue en busca de experiencia. En cambio, estoy seguro que tú tienes sentimientos por ese sujeto –continuó obligándome a verlo: ahora estaba sentado de nuevo en la mesada, con una postura relajada. ¿Yo, sentimientos por ese delincuente? Franco estaba mal. –Aunque aún no los aceptes o si quiera te hayas dado cuenta, él te gusta y ambos sabemos que es más allá de un te gusta "normal". Así que... a menos que tú quieras buscar a otro hombre con quién estar luego de que cumplas los puntos anteriores de tu lista, esta debe ser la última vez que lo veas.

–Pero Franco...

Está bien que no quieras hacerlo Cleo, está en ti. Pero no será conmigo con quién termines. No quiero una mujer que se emborrache, se drogue, salga y se revuelque con cualquiera. No quiero eso para mi.

Guardé silencio unos minutos pensando en qué haría en ese momento. Franco era el hombre con el que yo quería cumplir la mitad de los pasos de mi lista y Kalen no estaba contemplado en ningún punto de ellos; por más que quisiera encajarlo a la fuerza no había lugar para él. Kalen era el caos que siempre había querido evitar, era desorden y desastre, era ese borrador que había tirado tantas veces a la basura porque no necesitaba "viajes, aventuras, tropezones, problemas" en mi lista, y créanme que varias veces lo había contemplado porque quería hacer de mi vida aburrida y predecible, una divertida y sorprendente. Pero luego me preguntaba ¿Por qué quiero eso si tengo la seguridad de pasos sencillos al alcance de la mano? ¿Por qué sufrir si puedo vivir tranquila con un poco, aunque sea un poco, de felicidad?

Suspiré profundamente y corrí los ojos del chico que ahora me devolvía una mirada curiosa; me dolió mirarlo, sentí una presión en el pecho igual a la que había sentido cuando lo vi con aquella muchacha. No necesitaba eso para mí. No ahora, no más adelante. Necesitaba la seguridad que Franco me podía brindar.

–Está bien.

¿Qué está bien?

–Sólo hoy.

Sólo hoy –repitió con alegría en su voz. –Mañana cuando hablemos será todo distinto y más claro cariño. Lo único que te pido, es que hagas lo que hagas, te cuides... ¿Sí?

–Claro –sonreí. Que él se preocupara por mí me daba un poco de esa felicidad escasa que deseaba.

No necesito contagiarme de alguna enfermedad el día que estemos juntos por primera vez y estoy seguro que ese chico debe tener más de alguna ¿No?

–Mañana hablamos Franco –dije con voz molesta. Qué lo juzgue así no me gustaba para nada... digo, para eso estaba yo.

Corté sin decir adiós y me encontré nuevamente con la mirada inquisidora de Kalen. Le sonreí y eso pareció asustarlo... ¿Me pregunto si esa fue la primera vez que le regalé un gesto como ese? Pero qué más daba, sería la primera y la última, aunque claro que él no lo sabría y seguramente no fuera a importarle demasiado.

–¿Cenamos?

Sin Planes Ni RecetasWhere stories live. Discover now