44. Viento en popa

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Tara era la hermana menor de mamá. Era joven y soltera, la mejor tía que podría haber tenido. Y lo mejor de todo es que ella nunca preguntaba nada innecesario. 

En cuanto llegué a la terminal me estaba esperando, me dio un abrazo, observó mis ojos y sonrió con amabilidad. Yo estaba drogado, había fumando marihuana en una de las paradas del colectivo. Pero no preguntó, ni dijo nada.

Su casa era pequeña pero acogedora, siempre que iba me quedaba en el sofá y de todas maneras Tara nunca estaba allí. Ella tenía dos empleos porque estaba ahorrando para irse de viaje, por lo que no era que la fuera a ver mucho durante mi estadía y eso era justamente lo que necesitaba. Estar solo y pensar.

Sin embargo, supe de inmediato que no había sido buena idea. Si me hubiera quedado en casa y hubiera hecho lo imposible para evitarlos podría estar en ese momento con mis amigos, en la bahía consumiendo alguna que otra sustancia; en cambio, me encontraba frente a la televisión mirando una aburrida serie mientras fumaba un cigarrillo de marihuana. Y no podía dejar de pensar... primero en ella. Todos los momentos que habíamos pasado juntos venían a mi cabeza, las veces que nos habíamos tomado de las manos, nos habíamos abrazado, nos habíamos besado, cuando hicimos el amor. "El amor". Cuando tuvimos sexo mejor dicho.

Pero también venían las imágenes de ella con mi hermano y entonces me llenaba de odio y coraje. ¿Por qué él se había fijado en ella? ¿Por qué él era mejor que yo? ¿Por qué Cleo se había fijado en él y no en mí?

En fin... mis días allí fueron absolutamente monótonos y aburridos, pero por lo menos ayudaron a calmar mi furia. Ahora me sentía que podía enfrentarlos sin reaccionar de manera inapropiada, ahora podría por lo menos ignorarlos.

Y sabía que debería seguir viéndolos porque mamá llamaba a diario a Tara, ya sea de mañana o de tarde, y ella siempre estaba en mi casa, con mi hermano y mi mamá. Yo no quise hablar con mi madre, no quería que me cuestione nada ni me comente lo feliz que estaba por Lautaro, así que sólo me limitaba a oír lo que le contaba a Tara y parecía ir todo viento en popa.

Pasamos las fiestas juntos. Tara y yo. Nunca había tenido unas fiestas tan aburridas. Incluso ella salió esas noches después de brindar pero yo me negué. En navidad inventé que estaba descompuesto, y en año nuevo tenía como excusa que el día siguiente comenzaría a trabajar y debía estar descansado. Ella no insistió pero sé que se dio cuenta que algo distinto a lo de siempre me estaba ocurriendo, y claro que lo hacía. Yo me había enamorado y ahora tenía mi corazón roto.

El 2 de enero me presenté en el trabajo que había conseguido. Sólo cargaba mi mochila y un pequeño bolso con lo que había llegado a casa de Tara; no había regresado a mi hogar antes de ir al Country donde trabajaría, no quería correr el riesgo de encontrármela en algún lugar, prefería retrasar el encuentro lo que más se pudiera.

En cuanto llegué al hotel fui recibido por una mujer de edad que me destrozó con la mirada. Le dije mi nombre y me dirigió a una parte apartada del hotel donde indicó que dejara mis pertenencias, que esa sería mi habitación lo que durara el trabajo. También me pidió que me cambiara y que me quitara todos mis piercings; asentí sin hacer escándalo porque quería ese trabajo y la seguí de vuelta a la cocina donde me dijo que esperara instrucciones.

Abrí la puerta del lugar con temor y ansiedad. Sabía que ella estaría allí. Respiré profundamente e ingresé mirando a todos los presentes.

En una esquina, apartada, con la mirada fija en sus manos, se encontraba Cleo. 

Sin Planes Ni RecetasWhere stories live. Discover now