65. Yo sé quién eres.

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—¿Me estás tomando el pelo?

—Claro que te estoy tomando el pelo —dije soltándolo para regresar a la cama. Él me observó desde su lugar. —Me gustas estúpido, psicópata y delincuente, no podría presentarte como alguien más que los demás desconocen. Me gusta saber que sólo yo conozco algunas cosas buenas que tienes.

—¿Me sigues tomando el pelo? —insistió pero esta vez con un poco de risa en su voz.

No le respondí porque él se acercó a mí y se arrodilló en el piso tomando mi cintura para acercarme a su rostro.

—¿Cómo me presentarías a tus padres?

—Como el hijo de Ramona —dije yo y de pronto me entraron ganas de llorar. Esa charla la habíamos tenido hacía algún tiempo atrás.

—¿Tu compañero de clase?

—Oh, no, el más chico.

—¿Oh... el más chico? —continuó él y yo asentí. —Pero tú sabes qué él anda en malos pasos ¿Verdad? He oído que consume drogas y hasta las vende. Se embriaga, roba, se mete en peleas.

—Oh, pero suele ser buen chico —dije yo más relajada tomando sus manos apoyadas en mis rodillas. —Una vez me trajo del otro poblado. En su moto.

—¿En su moto? ¿Sabes lo peligroso que es eso Cleo? ¿Acaso perdiste la cabeza? —simuló preocupación.

—Pero vinimos despacio, él se portó lindo conmigo. No aceleró y no se burló demasiado cuando se detuvo para consultarme si estaba bien o llamaba un taxi para terminar el recorrido. Él iba a pagarme un taxi... ¿No hacen eso las personas buenas?

—Tú estás loca —rió. Pero yo tenía más cosas que decirle. No sabía si sería para bien o para mal, pero quería decirlo.

—Él me dio mi primer beso esa noche —Kalen detuvo su risa de inmediato y un leve rubor subió a sus mejillas. —Me dijo alguna estupidez de una ley y me besó. Fue lindo.

—¿Lo fue? ¿Estás segura que no te obligó? Él tiene fama de drogar a las muchachas para llevárselas a la cama.

—Una vez me dio alcohol.

—¡Ajá! ¿Lo ves?

—¿Pero sabes qué hizo luego? Me advirtió que me dejaría en el lugar donde bebíamos si yo seguía pidiendo tragos, allí estaban todos borrachos...

—Horrible.

—Y dejé de tomar, hice lo que él quería que hiciera —bajó su mirada a nuestras manos. —Luego me acompañó a casa... ¿Ves que no es malo?

—Él seguro te hizo algo en el camino.

—Me besó de nuevo, fue un beso más intenso y más fogozo, pero sólo porque yo dije cosas relacionadas al sexo. Quizás fue por eso.

—¿Lo estás justificando? ¿Si un día te pega harás lo mismo? —me miró con gravedad pero yo le sonreí.

—Él me pegó una vez —sus ojos se abrieron una vez más. —Deberías haber visto el arrepentimiento en su rostro. Una mala persona no pondría esa mirada.

—Esto fue suficiente —se quiso poner de pie pero lo detuve. —Basta.

—¿No puedes ver que a pesar de lo que todos digan, de lo que tú digas sobre ti mismo, de lo que creas que eres, no eres malo Kalen? —apreté sus manos porque él quería huir. —No importa lo que todos digan, yo sé quién eres.

—Tú no me conoces.

—Sí lo hago —aseguré con enojo. —Eres más trasparente de lo que crees Kalen. Y bastante estúpido, en eso no me equivoqué.

—Gracias.

—Estoy siendo seria. Es la última vez que te lo digo. Quiero tener un novio antes de un marido y quiero que seas tú. ¿Estás dispuesto o busco a alguien más?

—¿Alguien como a Ricky?

—No. Tú me dijiste que él no. Ni tampoco Rob o Lautaro —enumeré haciéndolo sonreír. —Oye ¿Llegará algún día que tú me dejes estar con alguien más o ninguno será lo suficientemente bueno? Porque ahora que lo pienso no ha habido ninguna persona que tú consideres apto.

—Resulta que ninguno de ellos lo es. Además tú ya tienes a tu amigo ese.

—Él no estará muy contento cuando sepa de ti, si es que me aceptas, claro. Así que seguramente tendré que buscar alguien más y necesitaré tu aprobación.

—¿Por qué la mía?

—Bueno, porque "no quieres que nada malo me pase" —cité provocándole un notable sonrojo de vergüenza. Pero sin embargo no dijo nada al respecto. —Así que... por ahora

—Eres tan intensa Cleo, en serio —suspiró poniéndose de pie para alejarse de mí. —Está bien. Seremos "novios", pero si te pones peor que esto, te dejaré.

—Claro galán, si no te dejo yo primero.

—No —fue determinante. —Seremos novios pero esto se terminará cuando yo lo desee.

—¿Y si nunca quieres hacerlo?

—Créeme, sería imposible soportarte más de un par de meses. Y no pienso ser el pobre delincuente al que dejaron. Yo seré el delincuente que dejó a su novia.

—Como quieras —reí con fuerzas.

Él era un verdadero idiota, pero uno divertido y lindo que sólo yo conocía. Él era mi idiota.

Sin Planes Ni RecetasOù les histoires vivent. Découvrez maintenant