37. Tú no estás invitada

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Miré mi comida por mucho rato mientras rogaba que los tórtolos y mamá comieran rápido. No comería eso y no sabía qué excusa poner en ese momento, cuando ya me habían servido la comida y no podía escapar; siempre que mi madre cocinaba algo que no me gustaba salía de mi casa antes de estar en la mesa. Pero esta vez por el amor a torturarme por estar unos minutos más en compañía de Cleo había perdido la oportunidad de huir.

–Esto es tan hermoso –dijo mamá y tomé un pedazo de pan antes de que se diera cuenta que no estaba comiendo; lo acerqué a la comida y comencé a tomar con él un poco de la salsa, la parte que no había tocado la polenta.

–¿Qué es hermoso? –consultó Lautaro parando de comer. Por dentro rogaba que se diera prisa, ahora más que antes quería irme de allí. Yo sabía qué venía a continuación.

–Esto... ustedes –sonrió mirando a todos los presentes. Yo tragué duro, había tomado algo de la comida por lo que me apresuré beber del horrible jugo que Lautaro había comprado. –Sería perfecto que tu padre estuviera sentado aquí con nosotros y en la silla sobrante, tu pareja Kalen.

–Agg mamá –rezongué con asco. –No traeré nunca una pareja así que no te ilusiones.

–Mmm sólo para que conste, Lautaro y yo sólo somos amigos –se apresuró a decir Cleo pero mi madre la ignoró como una profesional y mi hermano tomó su mano cuando quiso llamar la atención de la mujer.

–No estoy diciendo ahora Kalen –continuó. –Pero más adelante encontrarás una muchacha buena que te quiera tal como eres.

–No. No la habrá.

–¿No puedes sólo asentir y callarte? –preguntó Lautaro de mala gana.

–Me imagino a nosotros cinco y aquella chica, compartiendo como una verdadera familia –continuó como si realmente estuviera borracha, o peor, loca.

–Ramona, Lautaro y yo

–Mamá, soy gay ¿De acuerdo? Así que deja de ilusionarte –interrumpí a Cleo y aproveché de empujar mi plato indicando que había terminado de comer.

–Sí, claro –rió Cleo obligándome a mirarla.

–¿Qué carajos sabes tú?

–Kalen...

–Tú sabes que yo estoy segura que no lo eres –continuó ignorando a mi hermano. –¿Quieres que te lo recuerde?

–Por supuesto –la reté. Ella mantuvo su mirada en la mía por unos segundos hasta que mi mamá carraspeó con fuerza, sin embargo yo no dejé de verla. ¿De verdad pensaba que me podía intimidar? –Vamos, estoy esperando Cleo.

–Sabemos que no eres gay Kalen –dijo mamá tranquilamente. –Sino cómo explicarías esas marcas en tu cuello.

¿Qué marcas?

–Sí, bueno –dije rápidamente subiendo mis hombros a "modo tortuga" para esconder sea lo que sea que ella había mencionado, no recordaba nada de haber dejado que me hicieran marcas. Yo odiaba las marcas –sólo para que sepas los hombres también tienen boca y pueden hacer este tipo de cosas –me puse de pie aprovechando el momento de desconcierto y di las gracias retirándome al living donde prendí el televisor para no oír cómo continuaría esa charla.

No pasó mucho hasta que me dormí pensando en sí era cierto o no lo que mi madre había dicho. No podía recordar absolutamente nada de la noche anterior y estaba seguro que Cleo no había marcado mi cuerpo la última vez que estuve en su casa. Si había sido alguien debió haber sido cualquiera, o peor, Lujan.

Desperté con el sonido del teléfono fijo y el saludo habitual de mamá: Peluquería Ramona, buenas tardes. Me giré para dormir un poco más pero me gritó que la llamada era para mí y que era una chica, por lo que arrastré los pies hasta allí viendo en mi camino que mi hermano y Cleo aún estaban en casa. Frente a la mesada, uno lavando los platos, él otro secándolos.

–¿Qué? –consulté con brusquedad porque todo el mundo sabía que no debían llamarme a casa.

­–Soy yo.

–¿Quién? –esa voz femenina no me sonaba para nada.

Nadia.

–No te conozco –aseguré y me dispuse a colgar pero ella gritó fuertemente que no lo hiciera, como si hubiera leído mis movimientos, razón por la cual noté que era alguien a quién sí conocía.

Soy Nadia. La amiga de Lujan.

–¿Cuál de todas? No conozco a ninguna Nadia.

Me sueles llamar "mentira" –responde de mala gana y largo una carcajada alejándome unos pasos de la sala ya que se habían reunido frente a la televisión a tomar un té. Recordé inmediatamente de quien se trataba, la amiga más enana de Lujan, a la que molestaba diciendo "mentira" por su estatura. –Recordaste.

–Oh, dime por favor que no me acosté contigo anoche.

¡¿QUÉ?! NO, QUE ASCO –gritó dándome un momento de alegría. Cuando indagué de si sabía quién había sido me dijo que no había estado en la reunión de anoche porque estaban organizando una fiesta que tendría lugar esa misma noche. –Es por eso que te llamo, quiero que vengas a mi fiesta.

–¿Yo? –consulté sorprendido. Nunca me invitaban a las fiestas en casas particulares porque corría el rumor de que yo era amigo de lo ajeno y siempre terminaba robándome algo. Lo cierto es que una sola vez había robado algo de una fiesta y había sido un vaso pero sólo porque era de colección y era bonito, pero nada más que eso. –¿No temes que te robe?

Confío en que no lo harás.

–¿Qué quieres? ¿Drogas?

¿Por quién me tomas?

–Por alguien que está invitándome a una fiesta y quiere algo a cambio –dije directamente y ella guardó silencio. La había atrapado.

Sólo... sólo quiero que vengas con tu hermano –confesó bajando la voz y demostrando vergüenza.

–¿Te gusta mi hermano?

Sí y ¿Qué?

–Wow... relájate, no te dije nada mentira pero te diste cuenta de cuánto mide ¿No? Digo, harían pésima pareja... además a él no le gusta salir mucho.

–¿A quién? –consultó Lautaro apareciendo en el pasillo, el grito detrás del teléfono me dejó prácticamente sordo.

–A ti –digo alejando un poco el tubo porque realmente ella estaba chillando como una adolescente de 13 años. –Me están invitando a una fiesta y quieren que vengas también, pero ya les dije que no quieres ir.

–¿Por qué dijiste eso? –consultó con sorpresa mirando a Cleo tras su espalda. –¿Quieres ir a una fiesta?

–Oh vamos, a ninguno de los dos les gustan estas cosas ¿Por qué querrían ir?

–De acuerdo, vamos ¿dónde es? –consultó la muy maldita con una sonrisa burlona en su rostro.

–Tú no estás invitada.

–¿De verdad? Pregunta –instó y lo hice. La muchacha tras el teléfono preguntó quién era ella y no me dejó siquiera responderle cuando supuso que era una pariente nuestra que estaba de visitas por las vacaciones y aceptó gustosa que se sume a la invitación.

–A las 8 comienza, pero no iré con ustedes.

–¿Pero si vendrás no? –quiso saber Lautaro y negué con la cabeza, de verdad no tenía intenciones de ver cómo se mostraban felices frente a todo el mundo. Negué con la cabeza y los dejé transitar hacia la habitación donde anteriormente se dirigían.

–Te veo esta noche –susurró Cleo cuando pasó por mi lado dejándome completamente desconcertado. ¿Esa había sido por amabilidad o había sido algún tipo de invitación?


Sin Planes Ni RecetasWhere stories live. Discover now