71. Detente a tiempo

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Cuando desperté no abrí los ojos de inmediato. Sabía que me esperaba una gran reprimenda. Otra vez me había pasado de la raya. Otra vez no había podido decir "detente" a tiempo. Exactamente como había hecho con Cleo.

—Sé que está despierto Kalen —dijo una voz masculina. Esa definitivamente no era mamá.

Insistí en quedarme estático. Sabía que tampoco era Lautaro, ni siquiera Ricky. Ni hablar de Darío, su voz era elevadamente chillona y esta voz era gruesa y autoritaria.

Se parecía a la voz de mi padre. Pero eso no era posible. A menos que me encontrara en el cielo... o sea, en el infierno y él estuviera ahí para darme la bienvenida.

—¿Estás tratando de morir muchacho? —insistió pero otra vez no obtuvo respuesta de mi parte. —Porque ¿Sabes? Yo podría ayudarte.

Definitivamente abrí mis ojos y miré al hombre con delantal blanco sentado en la silla junto a mi cama. Como era de esperarse se trataba del Doctor Wallas, siempre tan simpático y amable.

—No me había enterado que la eutanasia se había vuelto legal —digo y noto a mi voz extrañamente pesada. Me dolía la garganta, tenía la boca completamente seca y hasta sentía los labios partidos. —¿Cuánto tiempo dormí para que algo así pasara?

—Dos días.

—Oh, las leyes avanzan cada vez más rápido —dije sarcástico reincorporándome con dificultad para buscar agua. Siempre había agua en la mesa de luz de un cuarto de hospital.

No pude moverme mucho porque tenía un aguja en mi brazo pero el hombre, amablemente, me alcanzó el vaso. Lo tomé todo de una vez y le pedí más. Él no dejó de mirarme en ningún momento con aquellos ojos juzgadores.

—Sabes que casi mueres ¿No? —consultó con gravedad.

—Está exagerando —contrarié con fastidio. ¿Es que acaso me daría un sermón? ¿A él qué le importaba? ¿No acababa de ofrecerme la posibilidad de morir? —He estado en peores situaciones de las que no tengo ni idea de lo que pasó. Me acuerdo todo de anoche.

—No fue anoche, fue hace dos días —informó largando un suspiro. 

Demonios. Mi trabajo.

—¿Qué día es hoy?

—Martes.

—Oh...

—No te preocupes —suspiró sentándose más relajado y quitándose los anteojos que traía puestos. —Por un pedido especial te extendí un certificado.

—Sí, bueno, cuando sepan que me pasé con las drogas no me dejarán regresar.

—Tuviste una intoxicación por comida Kalen ¿No lo recuerdas? —consultó captando mi mirada. Él sabía mejor que yo que eso era una mentira. Pero bueno, como había dicho Cleo, quizás él no era tan correcto como parecía.

—Gracias. Supongo.

—Agradécele a tu madre y a mi hija —rezonga con molestia haciendo que mi pecho se encoja. ¿Acaso Cleo le había pedido por mí bienestar?

Carraspeé con fuerzas cuando sentí que mi garganta se apretaba de una sola vez y me estaba costando respirar.

—Te dolerá un poco —continuó y señaló mi cuello —tuvimos que realizarte un lavado de estómago ¿Sabes?

Lo miré fijo y con gravedad ¿Él estaba bromeando, cierto?

—Creo que es la primera vez que te practican uno, las veces anteriores no había sido tan grave.

—Lo lamento.

¡¿Por qué demonios había dicho "Lo lamento"?! Yo no lo lamentaba. No era mi estilo hacerlo. Pero el hombre me había hablado tan seriamente que la disculpa había escapado de mis labios sin siquiera pensarlo.

—No es conmigo con quién deberías disculparte. Tu familia se preocupó mucho Kalen... —continuó. El hombre me estaba regañando. Sutilmente, pero lo estaba haciendo. —Sabes lo que es tener a dos mujeres histéricas, a tu hermano y a tus amigos en el pasillo a los gritos por no saber de tu estado.

Genial. Tara estaba aquí.

Suspiré. Eso era una idiotez.

—Doctor —me miró con seriedad. Dios, ese hombre daba miedo. —Usted me ofreció su ayuda ¿No?

Largó una carcajada de molestia y se puso de pie.

—No necesitarás mi ayuda muchacho, luego que tu madre te vea, dudo que sigas vivo.

El hombre se retiró de la habitación y me dejó solo allí. No había mas personas internadas, mi amigo, el anciano de la última vez que había estado a en ese lugar, ya no estaba. Quizás había muerto... era más que seguro que lo había hecho.

No se escuchaba mucho ruido fuera de allí, ni siquiera tenía idea de la hora que era. Quería saberlo pero no tenía fuerzas para moverme fuera de la cama y salir a transitar por los pasillos en busca de aquel dato o de alguna rápida salida.

Supuse que era de noche o de madrugada porque de lo contrario mamá y Tara ya habrían ingresado a la habitación gritándome y pidiéndo me que tome conciencia de lo que había pasado. Como si yo fuera un niño y no tuviera idea de lo que hacía.

Sí que la tenía. Sólo que esta vez, por primera vez, no había consumido lo que había consumido con intenciones de morir. Esta vez sólo lo había hecho para no pensar. 

Sin Planes Ni RecetasWhere stories live. Discover now