23. Horribles pasos

2.8K 348 17
                                    


No me fui a casa hasta que la vi ingresar a la suya. Sino me hubiera pedido que la acompañe la hubieras seguido, pero estaba rogando que me lo pidiera. Estaba feliz de que lo hubiera hecho.

No podía creer la locura de la tarde. Después de ese día que la llevé en la moto, después de haber sentido su cuerpo pegado al mío, después de haberla besado cuando creí que eso era absolutamente imposible, no pensé que se me presentaría otra oportunidad, y muchos menos, nunca imaginé que ella sería quien buscara el último beso.

Definitivamente nadie me borraría la estúpida sonrisa de mi cara.


–¿Dónde estuviste? –mi madre trata de no sonar preocupada. Mentir nunca había sido su fuerte.

–Caminando...

–Hueles a alcohol –me acusa Lautaro. Lo fulmino con la mirada y me siento en el sofá alejado de él. Lo veo mirar su teléfono y teclear con ganas y el ceño fruncido. Cuando me atrapa mirándolo casi me gruñe ¿Le habrá dicho Cleo lo nuestro?

–¿Qué pasó? –consulto con cuidado.

–Nada, un mal día.

–¿Tu chica ya te dejó? –lo burlé. Su mirada fue de muerte.

–Dice que no quiere algo serio conmigo y que me estoy comportando como si fuéramos novios...

–¿Lo haces?

–Puede ser –dice encogiéndose de hombros. Miro a mamá en la cocina, absorta en sus pensamientos y totalmente ajena a la charla.

–¿Qué le dices?

–Que no será así si no quiere –larga un suspiro. –Pero me dice que quiere conocer a otras personas y yo no puedo aceptar eso. No la voy a compartir.

Por supuesto que yo no quería compartirla tampoco. Esa no era la idea. Aunque estoy seguro que mientras no me portara como un niño bueno, amoroso y considerado, mientras siguiera siendo yo, el pequeño mocoso idiota, ella no buscaría a alguien más. Y si lo hiciera la persuadiría para que lo deje.

–Entonces...

–No lo sé. Ella me dice que no quiere verme más, pero no quiero darme por vencido tan fácilmente, ella me gusta –lo miro a los ojos. No ella no le gustaba, sólo estaba encaprichado. O eso quisiera yo. –No lo entenderías.

–¿Por qué no? –ahora estoy ofendido.

–Nunca te ha gustado alguien como ella me gusta a mí –entorno los ojos.

–Claro que sí, me han gustado muchas muchachas y me encaprichado como tú estás con Cleo, pero la diferencia es que ellas me han rechazado por lo que soy. Un delincuente, sin futuro, a pesar de que las he tratado lo mejor que he podido. Ni siquiera es que me hayan dejado por ser idiota, no, sólo porque ¿Qué futuro podría darles? –me pongo de pie, repentinamente me siento terrible. –Pero claro, no lo entenderías...

–Kalen.

–No me molestes Lautaro. Tú y tu estúpido enamoramiento me tienen cansando –digo partiendo a mi alcoba. Me encierro y la música tapa los malos pensamientos. Aunque no todos, algunos eran más fuerte de los que los ruidos externos podían tapar.


Me desperté pasado el medio día. No tenía ganas de hacer nada, cuando pensaba que nadie me sacaría la sonrisa del rostro, el estúpido de mi hermano me había recordado lo perdedor que era y el por qué nadie me quería. A pesar de todo me levanté, me di una ducha y fui a la cocina donde mamá me esperaba con el almuerzo; Lautaro había salido, apuesto que con Cleo.

–Tu hermano dijo que te habías enfadado con él ayer –dice con cuidado. Miro la hora. Era la hora pico en la peluquería, ella realmente quería hablar de eso... otra vez.

–No pasó nada, tuve un mal día, es todo.

–Sabes que...

–Mamá, por favor –digo cortando un pedazo de pizza.

–Tal vez si dejaras de juntarte con esos chicos...

–Ellos son mis amigos y no voy a discutir eso contigo –aseguro llenándome la boca.

–Quizás deberías buscarte un trabajo –dice con cuidado. Mis ojos van a los de ella y me da un poco de pena la cara de espanto que pone. –No digo que...

–Nunca te pedí ni un dólar mamá, no veo porque tengo que buscar trabajo sino necesito dinero.

–El problema es que siempre tienes dinero contigo –dice otra vez con cuidado.

–Sí.

–Kalen.

–Mamá, en serio... tengo hambre –vuelvo a meter comida en mi boca.

–Sólo creo que te haría bien buscar un trabajo –insiste y se sienta para verme comer. Hasta que no termino no se va. Lavo los trastes y me preparo para salir.

Llego a la bahía en menos de veinte minutos. Los muchachos me esperaban y me recibieron con el cordial saludo de siempre. Por eso me gustaba estar con ellos, no me apartaban y me aceptaban tal cual era. Claro que estábamos en malos pasos, no sería fácil conseguir dinero si fuera algo bueno; Charlie me dio la entrega y partí con Paul al poblado vecino. Venta de marihuana y cocaína. Horribles pasos.

Ganaba una comisión importante y nunca me faltaba algo para consumir. Nunca me habían atrapado, no sería muy difícil hacerlo pero Charlie tenía tratos con muchos policías y no había peligro, pero de todas maneras debíamos ser cuidadosos. Habíamos ganado 500 dólares en menos de tres horas ¿Nada mal he? Cada uno claro. El negocio de la droga era de lo mejor.

–Tardaste –Lujan está cruzada de piernas junto a una de sus amigas. La miro alzando las cejas ¿Por qué me decía eso? –Te estaba esperando.

–¿Por qué sería eso? –ella se paró y se acercó hasta quedar cara a cara conmigo así que me alejé un paso. –Lujan...

–Me dijeron que te vieron con alguien ayer...

–Y eso qué –digo de inmediato. Si no quería escenas debía ser claro. –Te recuerdo que tú me dejaste, puedo hacer lo que se me cante ¿No crees?

–Lo sé... quiero saber quién es ella –dice acercándose otra vez. Los trucos de Lujan hacía mucho que no funcionaban conmigo a pesar de seguir acostándome con ella de vez en cuando. –Desde que terminamos no me habían llegado rumores, tengo curiosidad.

–Solo una chica –digo sacando el pelo de su cara y poniéndola detrás de su oreja. –Ni siquiera me acosté con ella, fue solo un trago y nada más.

–Me dijeron que los vieron muy cerca –trato de repasar la gente del bar. No, no fue en el bar. Quizás en el parque.

–Ella es una niña estúpida de la escuela, sólo eso... no se compara contigo –dijo tratando de acercarme a sus labios pero ella, rápidamente se aleja de mí. Ya tenía lo que quería. Estúpida. –¿Qué?

–Tenemos unas cosas que hacer –dice la otra chica. Me encojo de hombros y prendo un cigarrillo. Supongo que yo también tenía cosas que hacer, aún me quedaba una entrega, pero mi amigo me había abandonado y debía caminar hasta la próxima dirección.

Sin Planes Ni RecetasWhere stories live. Discover now