57. Amargo burbujeante.

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Durante el resto de la jornada laboral no volví a ver ni a Lautaro ni a Rob, pero sabía que él no se daría por vencido tan rápido. Cuando algo se le metía en la cabeza no había nada que lo detuviera... no era por nada que aún seguía y seguiría insistiendo con Cleo.

Cuando terminé con mis mesas, en el turno de la noche, me encontré con Cleo quien me esperaba con una media sonrisa en sus labios a la salida del lugar. Le indiqué que me siguiera al patio, allí donde le había dado el corte la última vez que habíamos ido.

Ella me siguió sin decir una palabra y se sentó a mi lado lo que duró mi cigarrillo. Últimamente fumaba menos, no por gusto, sino por falta de tiempo. Además de eso, antes de dormir siempre fumaba un poco de marihuana y antes de empezar el día consumía cocaína aunque no como solía hacerlo. Ni hablar del alcohol, hacía días que no tomaba ni una cerveza. Ese trabajo iba a terminar matándome.

—¿Vendrás conmigo esta noche? —consultó en un susurro. La miré unos segundos y sonreír ¿Hacía falta que lo pregunte? Asentí indiferentemente. —Me alegro. No quiero que te vayas con Rita ni que ella vaya contigo. Es molesto oírla hablar tanto.

—¿Hablar? —me reí.

—Sí... yo no sé porque le gusta hablar tanto durante el sexo, es realmente exasperante —ahora me carcajeé porque Cleo tenía razón. Claro que no podía decírselo, se suponía que yo estaba con ella porque la deseaba y dejaría que siguiera creyendo .

—Eres bastante crítica ¿En qué libro leíste que no se podía hablar?

—En ninguno, pero yo ni siquiera podía pensar con claridad cuando estuve contigo... entonces me preguntaba cómo es que a ella se le ocurrían tantas cosas.

—Sí —reí —tienes razón.

—¿Entonces también te molestaba no? —la miré sonriendo pero no dije nada. —Lo sabía.

—Engreída —dije acercándome a su rostro y rozando mi nariz con la suya. Habían varias personas allí así que no la besaría, pero era feliz con aquello y al parecer ella también porque siguió el gesto y hasta me sonrió coqueta.

—Oye —se separó de mí y me miró con seriedad. —¿Qué te dijo Lautaro?

—Nada, no te preocupes.

—Dime.

—Él sólo está enojado porque me fui de casa sin explicar mucho, no pasa nada —mentí metiendo un mechón de su cabello tras su oreja. —No cree que haya estado con Tara.

—Tara —repitió separándose de mí y mirando al frente. —¿Quién es ella?

—Mi tía. Es la hermana menor de mamá

—Oh... pensé —comenzó pero se detuvo cuando se encontró con mi mirada curiosa. —Olvídalo.

—Sueles ser linda a veces —aseguré poniéndome de pie para estirarme un poco y no irme contra sus labios. —Vamos, ya es tarde y mañana tendremos más trabajo que hoy.

Ella asintió y se puso de pie porque sabía que eso era cierto. Nos habían informado que por la madrugada llegaría un contingente de turistas brasileros y no daríamos abasto. Ya nos habían adelantado que sería necesario que hiciéramos horas extras.

Comenzamos a movernos cuando de pronto vi a Lautaro en una esquina, entre escondido y visible, mirándonos fijamente. Me hizo una seña cuando se encontró con mi mirada y le pedí a Cleo que continuara sin mí.

Ella me miró extrañada pero no puso resistencia. Le dije que iría por algo de beber y la alcanzaría en unos minutos. Un poco molesta se encogió de hombros y se retiró del lugar.

Esperé hasta perderla de vista para ir donde Lautaro estaba. Él no dijo mucho antes de comenzar a caminar frente a mí con dirección a la barra del hotel que aún estaba abierta. Pidió dos cervezas y me indicó un lugar apartado.

—¿Te quedarás esta noche?

—Rob tiene una suite para él y me invitó a quedarme.

—Oh... —tomé la cerveza y le di un trago. Extrañaba tanto ese sabor amargo burbujeante. Me quedaría toda la noche allí si por mí dependiera. Claro que al recordar a Cleo esperándome en su alcoba sabía que no podría quedarme mucho más, quería ir a su lado de inmediato. —¿Solo por hoy?

—No lo sé ¿Por qué?

—Pregunto.

Él no insistió y se lo agradecí. No quería hablar de mi problema de que él estuviera tan cerca controlando mis movimientos con Cleo. No lo quería metido en el medio.

Sin embargo él parecía sentirse cómodo en ese lugar porque, luego de darle un par de tragos a su cerveza, me miró como me había visto al medio día y suspiró con fastidio.

—¿Qué hacían tú y Cleo recién?

—¿Eres un acosador o algo así?

—Sólo quiero cuidarla.

—Cleo ya es grande, sabe cuidarse sola. Y sólo para tu información, yo no soy tan peligroso como todos creen.

—¿No? —consultó sarcástico. Bufé pero no le dije nada. —Kalen —esperó a que lo mirara y puso la cara más seria que nunca había visto en su rostro. —Me importa Cleo, no quiero que la lastimes.

—Aunque no lo creas, a mí también me importa —largué de mala gana. Estaba cansado. Le diría todo, total, él no iría corriendo a decirle a la chica lo que yo sentía por ella.

La cara de mi hermano fue desconcierto. Creo que ni siquiera estaba respirando. Él sabía que yo hablaba absolutamente en serio. Me conocía tan bien que sabía que no estaba mintiendo.

—Así que —continué dado que él se había quedado sin palabras por el momento —te voy a pedir que no te metas. Porque ella me importa y no la voy a lastimar. No más.

—¿Tú...? ¿Dé que estás hablando? ¿Te importa Cleo? ¿Qué mierda es todo esto?

—Estoy enamorado de ella.

Sin Planes Ni RecetasWhere stories live. Discover now