32. No esa noche

2.4K 359 15
                                    


Esa sería la última noche. Fuera quien fuera ese "amigo" que la había llamado le había prohibido que me siguiera viendo y yo simplemente no podía permitir aquello ¿Pero qué era lo que podía hacer sin develar mis verdaderos sentimientos por la chica que se encontraba sentada frente a mí comiendo sin muchas ganas su cena improvisada?

Me hubiera gustado molestarla en ese momento, decirle que nunca en mi vida había probado unos fideos tan desabridos como esos pero no podía mentirle. A pesar de no haberle puesto nada especial a su receta, a pesar de no haber seguido una, tenían un gusto especial: el gusto de haber sido cocinados para mí, y eso era absolutamente perfecto. Sin contar que no tenía ánimos para molestarla, no quería arruinar nuestros últimos minutos juntos y, por eso mismo, no sabía cómo actuar.

–¿Están feos?

–Bastante.

–No comas si no te gustan.

–Sólo como porque tengo hambre –dije sin poder mirarla a la cara. Ella largó una carcajada de molestia y corrió su plato hacia el centro de la mesa.

–Puedes hacerte un sándwich, hay pan y algunas cosas para ponerle.

–Estoy bien. Gracias –respondí cortante levantando mis ojos a ella que miraba al exterior con el ceño fruncido. –¿Quieres que me vaya?

–¿Qué? No –respondió de inmediato mirándome con sorpresa. –¿De qué hablas?

–No lo sé, estás rara.

–Soy rara.

–No... no así –aseguré terminando mi comida. Junté los utensilios y me dispuse a lavarlos a pesar de que ella me aseguró que no hacía falta. –Esa llamada

–No quiero hablar de eso.

–Está bien, si no quieres.

No quise insistir pero en realidad no sentía que estaba bien. Quería saber de él, quería saber quién era, por qué ella le haría caso, por qué si él lo decía ella accedería a no verme más. Pero cómo podía preguntarle eso si nosotros no éramos absolutamente nada. Ni siquiera amigos. Nada.

–¿Quieres ver una película?

–Quiero tener sexo esta noche –insistí pero esta vez con enojo. ¿Por qué no podíamos ser algo? ¿Por qué no podía reclamarle nada?

–Okay.

Volteé a verla y ella, otra vez, me estaba sonriendo de esa forma tan extraña. Ella nunca me sonreía, no a mí. Volví al lavado y lo demoré lo más que pude mientras Cleo sólo estaba ahí, esperando para tener sexo conmigo... qué irónico que ahora que había conseguido lo que quería ya no se me hacía tan apetecible.

Guardé los platos y los cubiertos antes de girarme para observarla una vez más, con sus ojos en el teléfono y sus dedos tecleando un mensajes. ¿Celos? No, por favor, yo no era así, no me gustaba ser así.

Sin decir una palabra me dirigí a su living, ahí donde había tenido el horror de conocer a su familia gracias a la hermanita pequeña que pensó que era su novio. Quizás esa niña podía ver los deseos de las personas, o leer la mente, no lo sé.

Me senté en el sofá y tomé el control de su smart. Ojalá yo tuviera uno de esos, no saldría tanto de mi casa... y lo mejor, tenían Netflix.

–¿No lo haremos?

–Estoy muy drogado, créeme que no funcionaría ni aunque tuviera a una chica realmente sexy frente a mí.

–Soy sexy –aseguró haciéndome reír. Estiró su mano y me dio un golpe en las costillas seguramente para que deje de burlarme, pero muy por el contrario me carcajeé con más ganas. –Soy más sexy de lo que tú te mereces –insistió golpeándome esta vez más fuerte.

–No me pegues –pedí entre risas pero fue pero porque ella se fue sobre mí para tener más control de la situación. Se puso a horcadas sobre mis piernas dándome suaves golpes mientras lo único que podía hacer era cubrir mi rostro.

Hasta que se detuvo.

Se quedó allí, en silencio, mientras él único ruido en el lugar era la música de la película que había seleccionado sin siquiera darme cuenta. Me destapé el rosto y la observé inquisitivo pero atento a algún movimiento sorpresivo que ella pudiera llegar a hacer... sin embargo el único movimiento que hizo fue acercarse a mis labios para comenzar a besarlos con suavidad.

No pude resistirme y respondí. ¿Cómo podía resistirme a esa chica? No había manera. La tomé de sus caderas para acercarla más a mi cuerpo y me incliné más cerca de su rostro para tener acceso a sus labios que no tenían ánimos de aumentar la velocidad. Nunca nos habíamos besado así, todo era apuro y urgencia entre nosotros, siempre había sido de esa manera. Pero no esa noche. Esa noche todo era terroríficamente distinto a lo habitual.

Sin Planes Ni RecetasWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu