66. Por deseo y no por rebeldía

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Durante esos días el trabajo fue verdaderamente intenso. Ni Cleo ni yo teníamos fuerzas para nada. No importaba cuánto quisiera mantenerme despierto para poder hacerle el amor, mi cuerpo se dormía antes de poder intentar nada.

Nuestras encuentros matutinos también habían sido sacrificados por unos minutos más de descanso, pero eso no importaba cuando despertaba a su lado. Todo, todo era tan perfecto en ese momento. Eramos novios. Como, novios de verdad ¿entienden? Nunca pensé que eso podría ocurrir realmente.

No es como si nos mostráramos a todo el mundo y anduviéramos de la mano... nada de eso, pero se sentía bien estar más cerca de ella, hablarle de cualquier estupidez, despedirme con un beso cuando la dejaba o ella me dejaba a mí.

A pesar de no ser demasiado demostrativos ya todos sabían. Incluso Rita nos había felicitado y Cleo se había pegado más a mí largando un cortante y electrificado "gracias".


—¿Irás a casa mañana? —consulté el viernes por la noche. Los brasileros se había ido y nos habían dado el fin de semana libre. Estaba agradecido por eso.

—No. Ellos saben que tengo libre pero no iré —respondió distraídamente observando el comedor por si alguien requería de nuestra presencia. Me dedicó una corta mirada y sonrió observando hacia otro lugar. —Además tú estarás aquí y quiero aprovechar nuestros días libre.

—Oh Cleo —me lamenté de inmediato, eso había sido lo más amable que me había dicho en días y yo tenía que rechazarla. —Mamá está insoportable y le dije que iría a casa mañana.

—Oh... está bien, supongo.

—Deberías ir a casa también —sugerí acercándome más a ella que se había alejado un poco frente a mi rechazo. —¿Qué te quedarías haciendo aquí?

—No. Sol estará en casa y no quiero que me esté encima. Ellos no están muy contentos con esto del trabajo —se lamentó. Tomé su mano y entrecrucé nuestro dedos. —¿Qué haces?

—Deberías ir —insistí subiendo nuestras manos unidas hasta al frente de mi cara. Encajaban a la perfección. —¿No se ven lindas?

—¿Quién eres y dónde está Kalen? —quiso saber simulando enojo pero no pudiendo resistir una sonrisa.

—De verdad, deberías ir... podríamos vernos en el poblado. Mamá no me quiere retener en casa, sólo quiere verme un rato.

—¿Me presentarás como tu novia si voy? —me desafió. Me encogí de hombros y solté su mano. Mamá no estaría nada contenta. —¿Pensaste en lo que dirá tu hermano?

—¿A ti te importa?

—Tú eras el que me decía que Lautaro no debía enterarse por nada del mundo ¿No?

—Pues él ya lo sabe —largué de una vez. Ella me miró fijamente y sin pestañear por unos segundos.

—¿Tú... tú le dijiste?

—Él nos vio, ese día en el patio.

—Oh... ¿Qué dijo? —la miré de reojo. ¿Le importaba por algo en especial o simplemente por curiosidad? ¿Acaso no era yo el que le gustaba? —Quiero saber si te hizo algo.

—¿Hacerme?

—Lautaro y tu madre suelen ser un poco crueles contigo cuando se trata de mí... sólo quiero saber qué te dijo.

¿Cómo se había dado cuenta de aquello? Quiero decir, no todos notaban lo mal que me sentía cada vez que mamá o mi hermano decían aquellas cosas hirientes. Verdaderas pero hirientes. Ellos parecían no notarlo, quizás mi aspecto rudo e insensible les hacía creer que podían decir cualquier cosa sin lastimarme, pero no era así. Yo era mucho más sensible de lo que creían.

Al parecer Cleo era la única que lo había notado. Cielos, cada vez la amaba más.

—Dijo algunas cosas, nada de que preocuparse.

—¿Y tú madre ya lo sabrá?

—No. Lautaro cree que todavía tiene chances contigo.

—¿Y porque no las tendría? —la miré en forma de advertencia pero me olvidé de mi enojo repentino cuando ella llevó sus labios a los míos. —Bromeo.

Una mesa de huéspedes requirió mi presencia luego de aquello, por lo que tuve que abandonar nuestra charla. Cuando regresé ella también estaba ocupada y no volvimos a encontrarnos hasta que terminamos nuestro turno.

La esperé en el patio y ella no tardó en alcanzarme. Escondió su cara en mi pecho y me abrazó con fuerza informando que nuevamente estaba muy cansada.

—¿Deberíamos decirle a nuestros padres no? —quiso saber aún con su rostro en mi pecho donde sentí mi corazón desbocado. ¿Qué había dicho? —Digo, seguramente ya lo saben. Deberíamos hacerlo más formal.

—Cleo, tú y yo somos tú y yo ahora. Tú suenas como si fuéramos a casarnos o algo... como si quisieras que yo fuera a pedir tu mano.

—Deberías. Papá es muy formal con esas cosas. Aunque no dure para siempre deberías hacerlo.

—¿Estás bromeando? Tu padre me matará, él me —me detuve en seco. Diablos, había hablado de más.

—Kalen —se separó de mí y me miró inquisitivamente. —Él... ¿Qué?

Suspiré. No debí haber abierto la boca. Esa charla había sido entre él y yo, nada más. No quería que Cleo supiera de las advertencias del hombre, porque lo que yo deseaba era que ella estuviera conmigo por deseo, no por rebeldía.

Si en ese momento hubiera ido abierto la boca, si le hubiera dicho todo lo que el hombre había hablado conmigo, Cleo habría estado conmigo sin pensarlo, sólo para molestar a su padre. Pero no había querido hacerlo porque no me hubiera perdonado que fuera de esa manera.

Ahora podía decirle, no cambiaría nada en nuestra relación, pero no quería que se enojara con su padre. Quizás no lo hacía y lo tomaba como una mala broma, pero quizás si lo hiciera y con eso no conseguiría nada más que producir que aquel hombre me odiara un poco más.

—¿No vas a decirme? —bajé la mirada y largué una débil disculpa. No podía decirle. —Está bien. No voy a presionarte, no es mi estilo. Vamos a dormir.

Cleo giró sobre sus talones y la seguí en silencio. a pesar de haber dicho que no me iba a presionar ella estaba claramente molesta. De hecho, cuando llegamos a la habitación, me mandó a bañarme y dijo que ella lo haría en la mañana, antes de marcharnos. Había decidido finalmente ir a ver a su familia. Sólo esperaba que no fuera para hablar con su padre sobre lo que había pasado entre él y yo.

Claro que no esperó para hacerlo. 

Cuando salía de la ducha la oí gritar un poco y no pude detenerla antes de que le dijera todo al hombre y de muy mala manera.

—¡Me gusta Kalen! —gritó con fuerza obligándome a acercarme a la puerta y viéndola con su teléfono en la mano. —¡No me importa!

—Cleo... —advertí llamando su atención. Ella me miró de mala manera y me dio la espalda. —No creo que sea el momen...

—Tú cierra la boca —me advirtió esta vez a mí. Me detuve en mi lugar y la miré asombrado. De verdad, estaba enojada. —Es Kalen —respondió a su interlocutor del cual ya me daba una idea de quién era. —Claro que está conmigo. Es mi novio, ya te lo dije —quise arrebatarle el aparato pero no me dejó, me dio un golpe en los genitales y me empujó dejándome en el suelo. —Sí. Sí me he acostado con él y no te imaginas lo bien que me he sentido. Él me ha dado el mejor sexo de toda mi puta vida.

Me quedé en blanco. 

Estaba realmente jodido.

 Ahora sí que era hombre muerto. 


Sin Planes Ni RecetasWhere stories live. Discover now