45. Aquellos labios, ya no eran míos.

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Pensé que se habían olvidado de darme lo que fuera que tuviera que usar para trabajar, pero descubrí que mis compañeros también se encontraban con ropa de calle. En ese momento odie a mamá, yo me veía más presentable que el resto de los presentes y eso que iba preparado para hacer el trabajo más feo allí.

En el lugar, además de Cleo, habían tres muchachos que conocía del poblado. Rita, Elsa y Oscar. Los tres charlaban animadamente aunque estaba seguro que no se conocían más allá de un hola que se hubieran dicho alguna vez. Ella, en cambio, no les había dirigido ni una sola mirada desde que había llegado, o por lo menos eso fue lo que me comentaron cuando me acerqué a saludarlos.

En cambio, yo sentí sus ojos en mi persona en cuanto crucé la puerta, pero otra vez, haría todo lo posible para retrasar el encuentro y el hecho de que estuviera apartada del resto era una buena noticia.

–Hola –interrumpió con voz dulce y amable obligándonos a girarnos a ella que se había acercado hasta nosotros. Mis nuevos compañeros la miraron sorprendidos, el hecho de que hubiera tardado tanto en acercarse a saludar en ese momento era extraño, y más aún la actitud de "Miss Simpatía" que había adoptado. –Mi nombre es Cleo, un gusto.

Tendió su mano a los demás que también procedieron a presentarse aún sin salir de su asombro, y luego la tendió hacía mí. Yo la observé unos segundos antes de saludar, cosa que no había hecho hasta ese momento. Su cabello estaba un poco largo pero lo había acomodado con horquillas, se había maquillado sutilmente haciendo lucir sus ojos aún más bellos de lo que eran y tenía brillo labial. Mentalmente me recordé que aquellos labios, ya no eran míos.

–Ya te conozco ¿Recuerdas? –saludé con una sonrisa torcida, apenas rozando sus dedos.

–¿Se conocen? –consultó Rita. La inspeccioné disimuladamente. No era mal partido, alta y delgada, de grandes senos y un impresionante trasero. Asentí. –¿De dónde?

–Soy amiga de su hermano.

–La novia –corregí provocando que mi nueva presa me regale una risa coqueta.

–También tengo encuentros sexuales con Kalen –agregó Cleo cortando su risa de cuajo.

El silencio, de pronto, se volvió pesado. Todos estaban mirándonos, primero a uno y luego al otro, esperando que alguno dijera algo. Yo también la miré, sus ojos entrecerrados y llenos de odio estaban fijos en los míos.

–Lo lamento –solté relajadamente rascando mi nuca, debía salir de allí lo antes posible, ellos no debían ni siquiera sospechar que lo que ella había dicho era cierto. –A Cleo no le gusta que juegue con eso, ella y Lautaro son sólo amigos. Y ella y yo no tenemos sexo, para que quede claro –agregué guiñándole un ojo a Rita que me devolvió una sonrisa tranquila.

Eso había estado cerca y por supuesto que Cleo lo sabía, aunque no parecía que le importara tanto. Ella aún me seguía mirando fijamente, como si tuviera miedo de olvidarse de mi rostro o como si no creyera que yo fuera real.

No podía devolverle la mirada, no quería, así que me concentré en Rita y los otros dos muchachos los cuales tampoco sabían para qué tipo de trabajo habían sido convocados. Ella no emitió opinión en ningún momento, ni tampoco dejó de mirarme y seguir mis movimientos, sólo lo hizo cuando la puerta volvió a abrirse y por ella ingresó un hombre bajo y regordete que caminaba con mucha dificultad.

Se detuvo cuando estuvo frente a nosotros y nos miró detalladamente a todos.

–Buenas buenas... –sonrió tendiendo su mano y presentándose como Roberto. Otra vez fui el centro de su atención, él sabía quién era pero no me había reconocido en un primer momento. –Pero miren esto nada más, nuestros mozos son cada vez más mozos.

Sin Planes Ni RecetasWhere stories live. Discover now