33. Mis minutos allí eran contados.

2.4K 356 18
                                    


Me gustaba su pelo corto. En realidad, largo también le quedaba hermoso, pero así ella se veía más inocente, más lejana, más prohibida. ¿Por qué ella podría fijarse en mí si no fuera sólo para "adquirir experiencia" para otro hombre? Yo debí detenerme cuando hubo tiempo.

Cleo tenía razón cuando mencionó que podía ser ella quien terminara de romper mi corazón, por lo menos lo poco que quedaba de él. Pero ¿Acaso eso me importaba aunque fuera un poco? Claro que no, ella valía cada uno de los pedazos en lo que se convertiría.

–¿Estás muy drogada también? –consulté quitando el cabello de su rostro para mirarla con más claridad. Ella negó con su cabeza y se acercó a mis labios una vez más antes de acomodarse sobre mí cupero con su cabeza en mi pecho. ­–¿Estás bien?

–Sólo un poco borracha ¿Por qué? ¿Estás asustado?

–Sí, me estás asustando –aseguré acariciando inconscientemente su cabello. Suspiré profundo y miré la televisión, una película extraña había empezado y me acomodé de modo que ambos pudiéramos ver la pantalla, todo eso sin separarla de mi, la necesitaba cerca, aunque fuera por esa noche. –¿Quieres ver esta?

–Está bien... no podía pedir algo con un poco de cultura general viniendo de ti –río abrazándome con más fuerza. –De todas maneras esta es una de las pocas películas estúpidas que quería ver algún día.

–Sí, supongo que yo también –mentí porque ni siquiera sabía cuál era, ni tampoco le presté atención lo que duró porque en lo único que podía concentrarme era en Cleo descansando tranquila, indefensa, sobre mi cuerpo.

No me quedé dormido hasta que la película terminó, incluso después de eso estuve despierto acariciando su cabello hasta que su respiración cambió y supe que se había dormido. Sólo allí cerré mis ojos y me dormí.

No habíamos tenido sexo esa noche. Y no iba haber sexo en la mañana. Pero claramente sabía que esa había sido y sería la mejor noche de mi vida. Aunque también sabía que la mañana siguiente no sería para nada agradable.

De hecho, cuando me desperté ella ya no estaba a mi lado. Pude oír la ducha y puse todo de mi parte para no ir allí y ayudarla con su baño; me lavé la cara en la cocina y preparé café.

Cuando ella llegó, con un diminuto pantalón y una ancha remera, viéndose completamente sexy, yo ya estaba desayunando y le indiqué que se sentara. Todo era silencio allí, un silencio molesto e incómodo.

–Estuve pensando algunas cosas.

–¿Piensas Cleo? Eso sí es una sorpresa matutina.

–Estoy hablando en serio ahora –me regañó con sequedad. Le regalé un gesto molesto pero me limité a cerrar la boca. –No creo que cumplas con las expectativas que yo busco en un hombre.

–Oh... pensé que eso lo tenías claro desde el principio. Que conmigo sólo aprenderías sobre el sexo y esas cosas –dije de inmediato mirando mi café. Todavía me quedaba la mitad y de verdad quería tomarlo, pero a decir por cómo se estaba desarrollando aquella charla, mis minutos allí eran contados.

–Lo sé, es sólo...

–Que no me necesitas más. Okay, lo entiendo –acepté poniéndome de pie para tirar lo de infusión que aún sobraba. –Procura que Lautaro no se entere de esto, no quiero problemas en casa.

–¿Así sin más? –quiso saber poniéndose en mi camino. La miré un poco perdido. ¿Qué demonios pretendía ahora? –Digo... no me rogarás o algo.

–¿Estás de broma no? –reía sujetándola por los hombros para moverla. –Tú viste que no se me hace difícil conseguir chicas ¿Por qué te rogaría a ti?

­–No lo sé, no sé como funciona esto de terminar una relación... me imaginaba que se debía pedir explicaciones o algo así, o rogar por una oportunidad.

–Sí, digo, supongo que eso se haría normalmente pero recuerda Cleo que nosotros no estamos en ningún tipo de relación así que nos saltearemos ese paso ¿De acuerdo?

–De acuerdo –dijo siguiéndome a la puerta.

–Así que... supongo que no nos vemos –deducí girándome a verla. Ella asintió incómodamente obligándome a revolver su cabello para relajarla un poco.

No pude contenerme y busqué sus labios para el beso de despedida. Yo merecía ese beso. Sin embargo lo dejé cuando la noté distante, ella apenas estaba respondiendo y mi intención nunca había sido obligarla a nada.

–¿Conseguiste el trabajo? –consultó con rapidez cuando tenía mi mano en la puerta, a punto de salir.

–No lo creo, no me han llamado.

–Oh...

–¿Tú? –quise saber antes de terminar de salir del lugar. Ella asintió una vez con tranquilidad. –Bien por ti, con eso podrás seguir con los demás pasos de tu lista ¿No?

–Sí...

No dije nada más, ni ella tampoco, por lo que terminépor retirarme con dirección a la bahía. Necesitaba distraerme antes de hundirmeen la depresión y sabía que mis amigos se reunirían allí ese día, sabía quehabría algo de drogas y un poco de alcohol, quizás algunas chicas aunque noestaba tan seguro pero sabía que tendría lo suficiente para distraerme un rato antes de volver a mi horrible realidad, antes de volver al lugar de seguridad que nunca debí haber abandonado.

Sin Planes Ni RecetasWhere stories live. Discover now