15. Dramático, delincuente y un poco psicópata

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Cuando llegué al hospital permanecí alrededor de 15 minutos dando vueltas en la entrada preguntándome a mí misma qué demonios hacía allí y por qué había ido. Tenía las respuestas, era difícil que yo no pudiera responder algo, estaba habituada a responder cualquier cosa pero nunca oirían un silencio de mi parte.

Había ido porque quería saber personalmente cómo se encontraba el delincuente, yo no era muy "humanitaria" pero me preocupaba su estado ya que había sido yo quién lo había llevado al hospital. Claro que fácilmente podía haberlo llamado, conseguir su número no sería un problema, pero también sabía que el muchacho podía no responder sólo para joderme la existencia. Por eso había ido.

Respiré profundamente e ingresé. Eran pasadas las 2 de la mañana, yo sabía que no era el horario de visita, pero también sabía que había cambio de turno en recepción, sabía que la señora que atendía seguramente conocería a la "hija del doctor Wallas" y que no me diría nada cuando avisara que iría en su busca a pesar de que él no estaba trabajando. Efectivamente ella me saludó y ni siquiera me indicó dónde tenía que ir, sólo me dejó circular por el hospital como si fuera una más de ellas.

Cuando encontré a una enfermera consulté por Kalen... no sabía su apellido pero supuse que era el mismo que Lautaro. La mujer me miró sospechosa pero cuando le dije que mi padre seguramente estaba haciendo la ronda de guardia con él, me dio el número de su habitación y salió corriendo a recibir una emergencia que acababa de ingresar en la cual una mujer gritaba fuertemente que el niño venía en camino.

Al ser un hospital pequeño no había muchas habitaciones y eran compartidas, yo rogaba internamente que no hubiera más hombres allí; en horarios de visitas podían ir a visitarlos cualquier persona, pero fuera de éste el ingreso a mujeres a las habitaciones estaba prohibido. No toqué antes de entrar, simplemente empujé la puerta y busqué con la mirada a los habitantes del cuarto.

Un hombre bastante viejo dormía en una cama alejada. Tenía conectado oxígeno a su boca y no parecía que viviría mucho más; seguí recorriendo el lugar y encontré a Kalen frente a la ventana con un cigarrillo entre sus dedos. Él se giró a mí cuando cerré la puerta con un suave golpe y me miró abriendo enormemente los ojos.

–¿Qué haces? –consultamos al mismo tiempo. Yo sostuve su mirada, él debía responder primero, no sólo porque fumar estaba prohibido sino porque había un anciano apenas respirando a metros de él y el muy maldito tenía la ventana abierta a pesar del frío y estaba ingresando todo el humo.

–Me aburro –respondió apagando el objeto y bajando la mirada. Él no se movió de su lugar y no cerró la ventana por muchos minutos; estaba respirando profundamente, como si le costara, como si le doliera.

Su cara era una condenado desastre. Tenía su ojo izquierdo hinchado y un corte en su frente el cuál lucía una banda blanca; al borde de su tabique habían manchas violáceas que se extendían por debajo de sus ojos y se podía apreciar visiblemente un golpe en su mandíbula derecha. Sin embargo, su mirada soberbia no había cambiado en lo absoluto cuando sus ojos se posaron en mí.

–Te pregunté algo.

–Quería comprobar que siguieras vivo. Ya sabes, la culpa por haberte simplemente dejado me estaba matando.

–¿Tienes sentimientos? Eso es lindo –observa cerrando la ventana para regresar a su cama.

Una carcajada resbaló de mis labios imposibilitada de detenerla cuando me di cuenta que él estaba en bata de hospital. Se veía tan jodidamente ridículo.

Sin Planes Ni RecetasWhere stories live. Discover now