CAPITULO IV: Otra realidad II/II

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¿Qué pensarían de ella sus compañeros? De seguro la creerían muerta, no podía esperar que la rescataran. La Orden no arriesgaría tanto por un solo cazador. Si ella estuviera en lugar de los jefes tampoco lo haría, pero seguramente Karan pensaría diferente, trataría de rescatarla. Claro, eso en el caso de que creyera que estaba viva. Pero los vampiros no tomaban prisioneros, así que él estaría dándola por muerta. En conclusión, estaba sola. Sola para intentar escapar, pero ¿cómo?

Amaya, una vez más se determinó a no dejarse ganar por el desánimo. Pasó el día en el gimnasio del que le habló Ryu, drenando toda la frustración que sentía. Muy a su pesar, era excelente. Estaba dotado de cualquier máquina que pudiera imaginar. Había incluso algunas que no tenía el gimnasio en el que entrenaba en La Orden.

Varios hombres jóvenes y fornidos se ejercitaban cuando ella llegó. De seguro, pertenecían al equipo de seguridad de guardias mortales del príncipe, ya que no solamente vampiros lo custodiaban.

Después de darse un baño y descansar la tarde entera, decidió vagar por la casa sumida en reflexiones sin percatarse de la llegada de la noche.

Parada frente a los estantes de la biblioteca, sus dedos recorrieron los lomos de los libros. Había de todos los temas e incluso en varios idiomas, pero predominaban los de historia. Era curioso que un vampiro que podía vivir siglos y ser testigo de la historia de la humanidad, atesorara esa clase de libros. Pensaba en eso cuando sintió la presencia poderosa y oscura llenar el salón. Su corazón inevitablemente se aceleró.

—Mi querida huésped, veo que al menos has decidido pasar a la biblioteca. ¿Cómo te encuentras esta noche? —El príncipe la saludó con sonrisa encantadora y voz suave haciendo gala de unos modales elegantes y refinados.

—¡Igual que todas las noches, confundida por estar aquí! —farfulló la muchacha arrastrando las palabras con rabia —. ¿Qué es lo que deseas de mí? ¿Por qué no me matas de una vez?

Ryu sonrió divertido mirando su mohín de disgusto.

—Ya te dije que no deseo matarte y te expliqué que quiero descubrir que pretende tu organización. —El príncipe suspiró y llevó una mano a su mejilla para contemplarla—. ¿Qué podré hacer para remediar tu enojo, mi bella flor salvaje?

—Podrías dejar de llamarme de esa forma, por ejemplo —dijo ella aún más disgustada.

Ryu enarcó las cejas oscuras, sin perder la sonrisa preguntó:

—¿Cómo? ¿bella flor salvaje?

—Tengo nombre ¿sabes? —rumió la muchacha.

—Uno muy bonito. Pero es un poco impersonal solo llamarte por tu nombre ¿no crees? Además, eres agresiva y salvaje. También eres algo sombría, hermosa con cierta inclinación hacia la muerte. Siempre pensando en morir o en matar alguien. Una flor oscura como los jacintos que mandé a colocar en tu habitación.

Ryu sonrió todavía más y se acercó a ella para llevar, con sus dedos pálidos, un mechón de cabello detrás de su oreja. Amaya tragó con dificultad, el corazón volvió a latirle queriendo salírsele del pecho.

—¡No me gustan las flores! Me dan alergia —dijo ella alejándose de él.

Ryu volvió a enarcar sus cejas y rio divertido.

—No te gustan las flores, no te gusta que te hagan cumplidos, te enojas con facilidad. —El vampiro suspiró y se acarició el mentón en un gesto pensativo — ¿Qué podré hacer para alegrarte, mi bella flor oscura?

Su rostro mostró una expresión pícara, los ojos violeta la miraron sin pestañear y sin poderlo evitar, a Amaya le temblaron levemente las rodillas cuando él volvió a acercársele.

La noche oscuraWhere stories live. Discover now