Elizabeth

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Ryan

El olor de las brasas se podía sentir desde una gran distancia, un incendio en la ciudad, pero... ¿Intencionado? Algo andaba mal, seguían llamándome paranoico pero luego de una trampa como la del ''niño'' gritando ya no confiaría en nadie. Tony era quizás el único que creía en mí, por eso siempre estaba tan atento como yo en lo que pudiera moverse allí afuera, incluso de día. Teníamos que irnos de la ciudad, ya no era segura, Daemon me había comentado de un hombre llamado Simon quien saqueaba y mataba a quienes se resistían, estaba controlando la ciudad poco a poco, díganme loco, pero eso era lo más parecido a una sociedad que quedaba al menos en cientos de kilómetros a la redonda. Y me llamaba la idea...

Ese día salí con la mayor precaución posible, evitando todo lo posible las calles, con mi ballesta ya lista en mis manos, habia suficientes recursos para marcharnos del refugio e irnos de la ciudad definitivamente, pero habia alguien a quien quería ver, yo sabía quién era aquel hombre que nos estaba acechando a todos, después de todo él era mi plan.

Comencé a buscarlo con la mirada, nada, las ventanas que no estaban cerradas estaban vacías, como el resto de la ciudad en la cual probablemente quedaran ya pocos cientos de personas. Pero algo me hizo retractarme de aquello último, voces, muchas, venían en mi dirección por la calle. Rápidamente corrí hacia una camioneta abandonada allí en frente al hogar de su dueño, probablemente muerto. Me deslicé debajo de ella para esconderme de aquel grupo y esperé.

Se acercaban a mí, pasarían por la calle a mi lado, si me veían perdería todo lo que llevaba, y si tenía suerte al menos conservaría mi vida. Me habia acostumbrado mucho a este mundo, habia cosas que antes no habría ni imaginado que ahora ya me parecían el pan de cada día, pero hacia mucho que no tenía este sentimiento... Miedo, hasta ahora siempre habia tenido un plan de escape, pero ahora no se me ocurría nada, era evidente que ese escondite era lo único que me mantendría a salvo, y deseaba con todo mi corazón que no me encontraran.

Comenzaron a pasar a mi lado, ahí fue cuando mi miedo creció. Hasta ahora no sabía quiénes eran ni que quieran, pero en ese momento lo descubrí.

-Está a unas pocas calles más, no está ni siquiera fortificada pero recuerden lo que les dije todo el camino, hay una mujer que es más peligrosa que muchos de nosotros juntos, un militar bien armado y un joven con una ballesta, por lo que vieron nuestros informantes estos dos últimos tienen una gran puntería, no vacilen a la hora de someterlos, y si pueden, no maten a nadie- Se refería a nosotros, todo este tiempo nos habían estado observando, alguien habia tenido la misma idea que yo de poner a un hombre en la ciudad como incognito para dar información.

A un idiota se le ocurrió acercarse a la camioneta para ver si esta funcionaba, si decidía agacharse me descubriría, no habia otro lugar a donde irme, rodé hacia el lado opuesto de la camioneta y la usé como cobertura, si me descubrían al menos podría disparar un poco antes de que reaccionaran. En efecto, se agachó a ver el neumático para comprobar como estaba, por suerte habia cambiado de cobertura. No podía creerlo, saldría de esta, nunca habia estado más tenso en toda mi vida. Cerré los ojos y sonreí, pero el sonido de un disparo me sobresaltó. No era un disparo cualquiera, eso lo habia hecho un arma de gran calibre, me asomé un poco y pude ver al hombre que se habia acercado a la camioneta muerto, en el suelo, su cabeza habia sido agujereada, habia un francotirador.

El resto del grupo se sobresaltó y comenzó a tomar posiciones para defenderse de aquel ataque que nadie esperaba, incluido yo, que permanecí en mi lugar sin mover un musculo. Gritos, disparos a ciegas, y disparos precisos del francotirador, cayeron dos más hasta que pudieron saber la posición del tirador, por supuesto mi escondite era valiosísimo como cobertura de sus disparos, y alguien más tuvo aquella idea.

-No te muevas y no voy a tener que disparar- Una voz a mis espaldas, me habían descubierto. Mi única oportunidad era que aquel que estuviera masacrando terminara su trabajo y solo quedara este.

-Tranquilo, no somos enemigos, me estaba escondiendo de ustedes, tengo tanto miedo de ti como tú de ese francotirador, me llamo Ryan, ¿Cómo te llamas?- Mi voz sonaba tranquila, esta vez sí tenía un plan, si no me habia matado en un principio no me mataría mientras siguiera sus órdenes, odiaba a esta gente confiada.

-Roger... me llamo Roger- Lo habia confundido, probablemente se esperaba lo peor y se topó con algo totalmente diferente. Me di vuelta lentamente y este afirmó lo que antes habia dicho -¡No te muevas!- Miedo, bien Roger, no eras tan estúpido.

-Tranquilo, no voy a lastimarte, y tú no me vas a lastimar a mí-

A nuestro alrededor todos los hombres se habían dispersado, pude escuchar la orden de su líder de retroceder a la base yendo por calles diferentes, eso habían hecho, solo quedábamos él y yo, o eso creía. Me preparé para impulsarme y de un salto me di vuelta y me lancé hacia él, su revolver se deslizó fuera de nuestro alcance y comenzamos a forcejear con nuestra propia fuerza. Creía tener el control de la situación, creía que podría someterlo.

-Suéltalo- Una pistola en mi nuca, el frio del metal recorrió todo mi cuerpo, era la voz de su jefe. Mis brazos dejaron de presionarlo contra el suelo, mis dedos dejaron de cerrarse en su cuello, mi cuerpo sabía que no podía negarse a aquella orden- Así que eres el famoso chico de la ballesta, cuando me lo decían me parecía una tontería llevar eso antes que un arma de verdad, esas armas medievales no sirven contra esas criaturas, de cualquier manera, vamos, vendrás con nosotros-. Me levantó de un tirón y luego le tendió la mano a Roger, no tuvo miedo de darme la espalda, sabía que no lo atacaría, y no le molestaba que yo escapara, pero no lo hice. Agarró mi brazo y me dio un empujón hacia adelante indicándome que caminara pero una voz nos detuvo a todos.

-Alto- La voz de una chica, pero no era Cindy, me di vuelta para verla. Era hermosa, su pelo largo y castaño descansaba más allá de sus hombros, y un mechón cubría uno de sus ojos. Parecía ser un poco menor que yo, quizás dieciocho. Sus ojos celestes tenían la mirada puesta en la mira de hierro de la pistola que estaba sosteniendo, una pistola con la que le apuntaba al hombre que intentaba llevarme. En su espalda colgaba un rifle de francotirador.

-¿Y tú quién eres?- El hombre no podía más con el desconcierto, hoy desde luego no era su día.

-Me llamo Elizabeth, y no te vas a llevar a ese chico-



SubmundoWhere stories live. Discover now