Cindy

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Daemon

Se me había asignado el racionamiento de suministros. El grupo de supervivientes que me había encontrado en mi casa estaba formando una comunidad, una que pudiera sobrevivir a los Ghouls. Se habían disculpado por irrumpir de esa forma en mi propiedad, no tenían idea de que aun viviera alguien allí, supongo que no tenían idea de que alguien viviera en cualquier sitio. Éramos ya treinta personas, cada uno cumplía una función, la mayoría eran ex policías, ellos habían tomado la iniciativa de formar un grupo de supervivientes, y allí nos encontrábamos, en la estación de policía, bastante diferente a como habría sido unas semanas atrás. Las ventanas se encontraban totalmente selladas con metales y tablas, las puertas estaban llenas de candados, y justo cuando yo estaba llegando a aquel lugar por primera vez vi a los prisioneros ser liberados de los calabozos y dejados a su suerte en las calles, no creí que ninguno de ellos sobreviviera una sola noche. Pero el sargento decía que necesitábamos espacio para todo, y tenía razón, no había lugares donde descansar aparte de las celdas, al menos sus camas eran cómodas. Las nubes de tormenta se habían ido y el sol había vuelto a limpiar el cielo y también la ciudad. La gente volvía a salir a buscar provisiones, los bandidos volvían a salir a robar y matar supervivientes. Y yo continuaba allí en la comisaria, a salvo de todo lo que hubiera allí afuera, mientras los seleccionados iban a traer suministros para el grupo. No suponía que nada fuera a salir mal, teníamos un plan y estaba marchando a la perfección.

Eso fue antes de conocerlo, aquel hombre que se hacía pasar por un justiciero, que asesinaban a todos los que estuvieran en desacuerdo con él. Decía que impartía la ley pero la verdad era que solo tenía sed de sangre, no era mejor que esos monstruos, diría que era incluso peor.

Simon se llamaba, quería nuestra comida, nuestras armas, y nuestros medicamentos. El sargento se negó a dárselos debido a que no tenía ningún derecho y él los había conseguido. Fue tan simple como eso, Simon prometió volver con su grupo de justicieros a imponer su ley. Había tensión en el grupo, pocos sabíamos pelear y menos disparar un arma, los miembros de la policía intentaban reconfortarnos diciendo que nos protegerían, yo no lo creía así, sabía que esto saldría mal y ese asesino encontraría la forma de entrar, una vez adentro no podríamos hacer nada. Supe que tendría que aprender a pelear si quería defenderme, si quería al menos ayudar en algo a aquellas personas que me habían dado un lugar seguro donde poder dormir.

Así fue, conocí a una chica que no había visto antes, se llamaba Cindy, había llegado hacía poco al refugio. Ella mostraba bastante habilidad con el uso de pistolas, me enseñó a disparar mucho más cómodamente, era joven y hermosa, su pelo era de color rojo y se dejaba caer sobre sus hombros. No encajaba para nada en un mundo como este, era única.

No tuvimos mucho tiempo para practicar, tampoco creí que todo fuera a ocurrir de esa manera, atacaron sin previo aviso, balas recorrían el cielo en todas direcciones, Cindy reaccionó mucho más rápido, tomó mi mano y comenzó a correr. Estaba atontado, todo ocurría demasiado rápido y no podía asimilarlo, a mí alrededor todos en el patio de la comisaria caían al suelo, algunos muertos, otros heridos de muerte. Hacia unos pocos días creía haber encontrado un lugar seguro, creía que juntos, todos en el refugio saldríamos adelante. Pero ahora veía a las personas con las que compartí ese sueño inmóviles, jamás volverían a levantarse.

Cindy me llevó afuera de la estación de policía, sabía que no ganaríamos y quiso que escapáramos. Sabía que si me quedaba a su lado sobreviviría, siempre y cuando no soltara su mano. Nos vieron, un hombre dio la alarma al darse cuenta de que estábamos escapando, una bala pasó muy cerca de mi brazo, pero sin rozarme, seguida de esta venían otras, si en ese momento no hubiera estado tan aterrado me habría alegrado bastante de no recibir las balas que iban en mi dirección. Creía que la suerte estaba de nuestro lado, hasta que la chica cayó al suelo con un grito de dolor. Me detuve a ver con horror como se sujetaba la pierna, una bala había impactado allí. Mi audición se fue por unos momentos, me sentía mareado, Cindy me gritaba algo, probablemente que me fuera, que escapara. No podía dejarla después de todo lo que había hecho, no iba a dejarla. Sacudí mi cabeza para alejar aquel malestar y me agaché para intentar levantarla, cargaría con ella y escaparíamos, sí, eso haría. Era pesada, o yo no tenía nada de fuerza, probablemente fuera lo segundo. Cindy me suplicaba que la dejara en el suelo y que me fuera, pero ignoré sus protestas, comencé a correr a la velocidad que mi fuerza me permitía.

No fue mucha, caí al suelo al recibir un golpe mi cabeza. Mi vista se ponía borrosa, al pasar mi mano por el lugar del impacto sentía como emanaba de él algo caliente, me habían abierto la cabeza. "Quizás debería haber escapado" pensé, pero ya era demasiado tarde para nada, pude ver a Cindy en el suelo a mi lado, luego... la oscuridad.



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