Misericordia

162 16 1
                                    

Roger

Había sido dado por muerto, aquel hombre parecía una buena persona, pero esa mujer desde luego no lo era, me dejó caer justo cuando unos ''justicieros'' venían tras de nosotros y siguieron escapando, basuras, solo me dieron la esperanza de salir de aquel lugar, para arrebatármela nuevamente, quería ver a mi padre, decirle que estaba bien, disculparme por haberme ido, pero no podría, me iban a matar, o a torturar, no iba a salir de esta.

Pero una mano se estiró para levantarme, me puso de pie y se posó sobre mi hombro.

Lamento mucho la confusión, hemos encontrando al dueño de la ballesta que disparó aquel virote, no eras tú, lo sentimos- Simon, el líder de aquel grupo de bandidos, podía sentirlo en su voz, estaba mintiéndome, él siempre supo que yo no tenía nada que ver, solo quería darnos a los civiles una muestra de lo que eran capaces de hacer –Además tengo una propuesta para ti, puedes unirte a nosotros y ayudarnos a repartir justicia por las calles, y a mantener a las personas seguras de los Ghouls- Puso una pistola en mi mano y me miró con una sonrisa, una sonrisa que no inspiraba para nada maldad, sino que daba una sensación de confianza, de amistad.

Sabía lo que ocurriría si no aceptaba, no había una segunda elección, esta era la única buena, al menos si aún valoraba mi vida. Mis dedos se cerraron apretando con fuerza el arma en mi mano y cuando lo vi a los ojos él entendió lo que había elegido.

-Sé que no estás seguro de tu decisión, sé que lo haces creyendo que si te niegas morirás, te prometo que no es así, y además te prometo que con el tiempo vas a compartir la misma visión que todos nosotros, puedes volver a casa, pero pásate siempre que puedas, las calles necesitan justicia Roger- Sabia mi nombre, no sé cómo, pero él sabía mi nombre, se me heló la sangre al escucharlo y antes de que pudiera preguntarle cómo lo había averiguado la puerta tras de sí ya se había cerrado.

-Vamos chico, antes de que te vayas quiero mostrarte el lugar, además no conoces la salida- Dijo riendo y comenzó a caminar esperando que yo fuera detrás de él, cosa que hice.

Se llamaba Jesús, era un buen tipo, era un leñador antes de que todo esto ocurriera y tenía una gran musculatura, probablemente era uno de los favoritos de Simon. Él, al igual que yo, había sido ''reclutado'' de una manera bastante extraña. Pero había aprendido a confiar en ellos, no eran malas personas una vez llegabas a conocerlas, podían parecerlo así pero estaban sobreviviendo a su manera, y vaya que si funcionaba. Luego del recorrido Jesus me acompañó a la puerta, pero antes de abrirla me dedicó una mirada preocupada.

-¿Estás seguro de que quieres volver a tu casa? Quiero decir... Sabes que hay camas de sobra por si decides quedarte- No quería que me fuera del lugar, algo andaba mal, aun así sabía que no me lo impediría.

-Lo siento Jesus, tengo que volver a ver a mi padre, decirle que estoy bien- Pasé por la puerta y comencé a caminar hacia mi hogar, era muy temprano aun para que se hiciera de noche, al voltearme pude ver que el edificio donde había estado era un hospital psiquiátrico, por eso las habitaciones estaban tan bien cerradas, por eso había áreas del edificio a las que no podía acceder, ahí se encontrarían todos los pacientes del lugar, quien sabe para que los querría Simon, ese tipo no era bueno, quizás amigable, y admito que quizás confiaba bastante en él, pero no iba a caer en sus trampas, si iba a jugar a su juego, seria con mis propias reglas.

Quien sabe cuanto tiempo habia pasado desde que estuve afuera por ultima vez, dias, quizas una semana, en realidad no tenia idea, pero desde luego habia sido mucho tiempo, mi padre estaria desesperado.

Llegué a casa para el atardecer, el sol aún no se había puesto y la luz seguía protegiendo a la gente de los cazadores que esperaban ansiosos a la luna para salir a alimentarse. Entré en el edificio, subí las escaleras y golpeé la puerta de mi hogar.

-¡Papá, soy yo!- Sin respuestas, probé abrirla y el picaporte cedió, estaba sin llave, pasé lentamente por la puerta y me asomé al interior. Ahogué un grito, me tomó por sorpresa, mis ojos se llenaron de lágrimas y no pude hacer más que caer de rodillas al verlo, había sido mi culpa, si no me hubiera escapado de casa nada de eso hubiera ocurrido, pero allí estaba. Del techo colgaba una cuerda, y de ella... Mi padre.



SubmundoTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang