No podía imaginar la cantidad de personas que seguro pensaron «pobre idiota, ¿por qué tiene un pañuelo amarillo de flores cubriendo sus ojos?».

La verdad es que ni siquiera yo tenía idea, es decir, amaba experimentar este tipo de cosas, me gustaba que ella me contara de su vida, y más que nada que buscara siempre la manera de hacerme una idea de lo que era antes de conocerla, que de alguna u otra forma me hiciera entenderla. Quizá no al 100% pero siendo honesto llegaba a frustrarme bastante.

Caminamos alrededor de treinta minutos cuando la escuché gritar.

"¡Bebé! Mira, ay".

"No puedo", reí y me quité el pañuelo. Vi una pista de hielo frente a nosotros, no había tanta gente pero si se miraba un poco habitado.

"¿Podemos ir? Por favor", me abrazó.

"Sabes que sí, pero no esperes que me ponga tu servilleta", ella rió y fuimos a buscar el lugar para pagar la entrada y los patines. Pagué dos entradas y nos dieron nuestros patines. "¿Sabes patinar? Por lo menos con rueditas".

"Con cuatro, sí", negué, bueno esto sería divertido.

Nos aproximamos a la pista y le ayudé a abrochar los cordones de sus patines, una vez que me puse los míos caminé a la orilla y le di mi mano.

"No te vas a caer tontita, ya camina", oh cielos parecía Bambi recién nacido. Ella se agarró fuerte del barandal.

"Siento que me quedaré sin dientes".

Me encaminé a ella y la miré.

"Salsita, esto no está funcionando", ella frunció el ceño. "Si quieres que esto funcione como se debe, «todo esto»". Debes comenzar a perder el miedo, ¿bien? Después de aquí haremos cosas extremas, iremos a muchísimos lugares, y haré que te lances de un paracaídas si es necesario tan sólo para que te dejes soltar".

"¿Acaso esta es otra de tus platicas reflexivas para poder coger conmigo?".

Mierda. No pude evitar reír. ¿De dónde sacaba eso?

"El punto es que tienes que soltarte sino siempre estarás estancada en el mismo lugar. Vamos changuita", le di unas palmaditas en el trasero. "No te voy a soltar".

Ella asintió y me dio la mano, lentamente empezamos a patinar, tras las indicaciones que le di. Ella aprendía rápido, era muy lista, me gustaba mucho.

"Te voy a soltar", ella abrió sus ojos grande y después de unos segundos asintió. La solté y ella empezó a patinar por su cuenta. No pude evitar reír ante sus caras. Ella gritó emocionada.

"¡Pude hacerlo!".

"¡Ya te vi amor!", ella volteó e intentó darse la vuelta para regresar, por poco se cae pero logró mantener el equilibrio. Me dirigí hacia ella y la abracé.

"No intentes levantarme", rió.

"¿Me crees loco? No lo haré".


Ella sacó la cámara de su bolsa y nos tomamos una fotografía. Nuestras narices estaban rojísimas y sus mejillas también. Mordí una de estas y arrugó su nariz. Tomé su mano para seguir patinando y darle la vuelta a la pista, pero algo muy extraño pasó, creo que nuestros pies se enredaron o algo que ni siquiera nos dimos cuenta de en qué momento terminamos en el hielo riendo. Probablemente tardamos más en poder levantarnos que en lo que caímos.

Unos minutos más nuestro tiempo acabo y nos encaminamos a la puerta donde le desabroché sus agujetas. Ella se colocó sus zapatos y esperó a que terminara con los míos.

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