SESENTA Y CINCO.

2K 100 8
                                    

Pasaron tres horas y veinticinco minutos y aún no aparecía. La última asignatura que estuvo presente fue en la de matemáticas, a las 10:00hs por lo que en total hace cinco horas estaba sola en este mundo.

Me dolía el cuerpo completo. Me sentía vacía y el dolor de cabeza estaba matándome.

—No sé dónde más buscar. —Me dijo Bruno cuando nos volvimos a encontrar a kilómetros del colegio en sus alrededores. —Si le pasa algo malo yo moriré Jessi. —Soltó con un sollozo, quebrándose por completo y dejándome el alma en el suelo. Lo abracé con fuerza, con la que estaba guardado dentro mío para algo como esto. Él tomó aire. —No soporto pensar que ella puede estar en peligro.

—Perdónenme por favor. Lo siento tanto. —La voz de Ethan a nuestro lado hizo que lo mirarnos. Sus ojos estaban cristalizados y su dolor era notable. —Esto es mi culpa yo... Yo soy su niñero y no la cuide lo suficiente. —

Sus palabras me angustiaron aún más. Negué, extendiéndole mi mano para acercarlo.

—No te culpes. —Le dije, intentando recomponer mi voz —Nosotros, como tú, confiamos en este lugar. Ella aquí no está a tu cargo y nadie podía imaginarse que algo así pasaría. —

—Tiene razón, Ehtan. —Le dijo Bruno, Sorbiéndose la nariz. —No es tu culpa. Tu haces un trabajo increíble, las cuidas mejor que yo. —

Abracé a mi hermano. Él besó mi frente sin poder dejar de llorar.

Al mirar a Ethan él bajó su mirada, su postura estaba tan destrozada que me era difícil reconocer que era él.

—Me duele no poder hacer nada más que esto. No puedo encontrarla y eso duele muchísimo. —Murmuró. Lo acerqué para abrazarlo y enseguida mi hermano se nos unió.

Decidimos no detenernos ni perder más tiempo, comenzamos con la búsqueda otra vez, pero el inconveniente que hacía todo más difícil era el sol que a esa hora quemaba tanto que aumentaba mi dolor de cabeza.

Harry la buscaba más lejos con su auto, en plazas o lugares cercanos, pero lejos a pie, mientras que nosotros recorríamos cerca, pero profundizando los lugares que aquí, en esta zona, eran barrios y otras zonas sin nada, solo tierra y rejas para prohibir el paso a terrenos privados.

Tati con su familia aparecieron y comenzaron a mover a los medios para esparcir la búsqueda. Agradecí muchísimo que estuvieran conmigo.

Tomé mi teléfono y comencé a postear fotos y difundir la información a todos mis contactos adjuntando mi número de teléfono, el de mi hermano el de mi niñero y el de Harry.

Había buscado en cada rincón alrededor del instituto y no estaba.

Todo me daba vueltas, ya ni siquiera sabía yo donde estaba. Miré mi alrededor y supuse que había caminado unas 30 cuadras alrededor del lugar, pero sin saber exactamente a donde.

Tomé una bocanada de aire y me senté bajo un árbol por un momento, tratando de recomponer mis fuerzas e intentando aliviar mi dolor de cabeza, pero la culpa por detenerme y mi angustia me invadió. Y pensar en ello me desesperó tanto que me levanté para seguir, pero de pronto sentí una gran punzada en mi mano cuando intenté hacer el impulso con el suelo al ponerme de pie. Miré mi piel y me encontré con un vidrio roto incrustado en mi mano. Gemí del dolor.

Mi visión se nubló por la impresión. Abrí la boca tomando una bocanada de aire y exhalé un sollozo. Juntando valentía, pero sin mirar mi piel, lo toqué con mi otra mano e intenté quitármelo forzosamente. Una corriente de dolor en todo mi cuerpo me hizo soltarlo. 

No podía, era grande y el dolor quemaba internamente demasiado. 

La sangre comenzó a caer por mi brazo, debilitándome. Ardía, dolía demasiado. Llorisqueando por todo el dolor que sentía en mi pecho tomé aire y sin pensar más me lo saqué con fuerzas soltando un grito ahogado desde mi garganta.

ARDER EN LIBERTADWhere stories live. Discover now