QUINCE.

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Pierce se encargó de dejar a cada chico en su casa, en todo ese trayecto habían hablado y reído entre ellos, se veían bastante amigables y buenos. 

—¿Nena? —Me habló Pierce. Con mi mirada fija en la carretera inspiré profundo. 

—¿Uhm?

—¿Por qué estas tan callada? —Me preguntó. Los demás hicieron silencio. 

—Mi alma está llorando, Harry. —Y para mi sorpresa todos explotaron en risas, incluyendo a Harry. Miré a los de atrás muy indignada, de Harry estaba más que acostumbrada, pero ¿sus amigos igual? Terminaron por hacerme reír mientras ellos intentaban callar, pero solo lograban reír más. Harry aún riendo, me miró mientras negaba. 

—Hablaba muy en serio Harry. —Lamenté. 

—Sé que si, nena. —Sonreía. Miró a sus amigos, divertido. Me crucé de brazos. 

El tiempo continuó pasando mientras luchaba por permanecer despierta, lo único que me mantenía con los ojos enormes era saber que dormiría con Harry, y es decir ¿Dónde dormiría? ¿Dormiría con él?

Terminé por cerrar mis ojos y reacomodarme cuando el último de ellos llegó a su departamento. El me saludó con cariño, tocando mi hombro, y pidiendo que nos cuidemos. Mi cabeza lo malinterpretó al instante, pero esa no había sido la intención.

No quería cerrar mis ojos, a decir verdad, pero terminé rindiéndome por completo cuando su mano cálida reposó en mi pierna con cuidado, sin ánimo de ser grosero dio caricias con su pulgar y en efecto sentí mi cuerpo pesado y anestesiado. Dejé mi mano sobre la suya, solamente porque quería sentirla aun más. Y él las enlazó, con su pulgar pincelando caricias. Mi corazón latió con fuerzas.

Me dormí al instante. Tiempo después oí muy lejanamente que alguien me hablaba, pero ni siquiera podía abrir mis ojos. Finalmente, cuando pude hacerlo una luz muy fuerte y blanca iluminaba mi rostro.

Mi cabeza estaba recargada en su pecho y mi cuerpo yacía en sus brazos. Miré sus pestañas chocar suavemente con sus mejillas, no me miraba, estaba concentrado en otra cosa, y al descubrirme sonreí. Intentaba extraer una botellita de agua de la nevera, conmigo encima.

Podría acostumbrarme a esto.

De pronto comenzó a reír y me miró con diversión.

—¿Lo dije fuerte verdad? Lo siento, estoy dormida. —

Me dejó de pie en el suelo, con cuidado.

—¿Cómo te sientes? —

Miré mi alrededor. Entonces aquí guardaba Pierce todo de él. Era su lugar, aquí permanecían todos sus sentimientos. Me maravilló el estilo del departamento, la decoración con matices blancos grises y negros, juego de sofás la tv plana en la pared y todo impecable. Sonreí, satisfecha, era muy él.

—Perfecta. —Reconocí con sinceridad. Luego unos bofetazos de recuerdos me hicieron consumir en la vergüenza. Por el amor de dios, podría salir corriendo allí mismo. Él me miraba divertido. —Lo lamento mucho, esto es demasiado. Todo fue demasiado, lo siento.  Incluso estar aquí invadiéndote es... —Lo vi negar con la cabeza.

—Quería que despertaras, me alegra que lo hayas hecho. 

—¿Por qué? Durmiendo no te molestaría. 

—Me divierte la Jessica sobria. —Confesó. 

—La ebria es la mejor. Todo el mundo se divierte conmigo ebria. —Me reí. Recordé la forma en la que prácticamente le rogué que me besara. Bajé la cabeza. Él estalló en risas. 

ARDER EN LIBERTADWhere stories live. Discover now