CUARENTA Y SIETE.

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La mañana siguiente no tenía fuerzas para levantarme, quería seguir en la cama y continuar durmiendo, pero sabía que debía averiguar cómo estaba todo abajo, quizás aquellos dos tampoco habían despertado aún.

Fui al baño y a los pocos minutos me abrigué y bajé, no iba a alistarme, era domingo, y era muy temprano. En cuanto bajé el frío caló mis huesos. Debía pedirle a alguien que subiera desde el sótano la calefacción.

—Hola hola ¿Cómo están? —Hice presencia en la sala, ellas estaban platicando sentadas sobre las frazadas. La televisión estaba encendida. —¿Quieren desayunar? Hay té... chocolatada...—

—Chocolatada. —Exclamaron todas. Sonreí.

Me dirigí a la cocina y preparé varios vasos de leche con chocolate. Obviamente también preparé para mí.

Al terminar las llamé y en cuestión de segundos todas aparecieron en el comedor.

—Estaba pensando... —Habló Lou mirándome, luego de que todas se acomodaran. —Podríamos cocinar tacos... Ya sabes, la comida mexicana. ¿Es mexicana, cierto? Una vez comimos y estaba delicioso, hay que hacerlo.

—Pero fuimos a un restaurant, sabes que no se cocinar, Lou. —Le dije, antes de que continuara. Tomé un sorbo del contenido de mi taza.

—Podemos intentarlo. —

—No quiero que quede feo y luego no sea comestible. —

—Por favor. —Juntó sus manitos en súplica.

Suspiré.

—De acuerdo. Algo decente puede salir. —Cedí finalmente. Ellas festejaron haciéndome sonreír.

Ethan apareció saludándonos a todas y sentándose a mi lado con una linda sonrisa.

—¿Cómo amaneciste? —Me preguntó, robando mi chocolatada.

—Ansiosa para que llegue la noche y seguir durmiendo. —Respondí. Él comenzó a reír. —¿Quieres que te prepare una? —Señalé mi vaso.

—Mejor prepárate una nueva para ti. —Manifestó con una sonrisa, adueñándose completamente de mi chocolatada.

—¡Te extrañé tanto Ethan! —Exclamé de pronto inclinándome hacia él para poder abrazarlo.

—¿Me extrañaste? Pero si estamos juntos de hace casi un mes. —Fingió confusión, pero con una pequeña sonrisa.

—Sabes de lo que hablo. —Le dije. —Lo siento mucho. —

—Está todo bien. —Emitió. —Solo no vuelvas a hacerlo.

—De acuerdo, comencemos de nuevo. —Le sonreí. Él asintió extendiéndome su mano. La tomé y él la estrechó.

—Mucho gusto, Jessica. Soy tu niñero.

Recordé su beso ayer, pero omití cualquier comentario al respecto.

—No me gustan los niñeros. —

Soltó una risa escandalosa.

—Comenzamos mal de nuevo. —

Un tiempo luego fuimos a cocinar, comencé a cortar cebolla mientras Lou y sus amigas lo hacían con el tomate.

—¿No era que no sabías hacerlo? —Apareció el morocho, recargándose en una pared mirándome crítico.

—No sé, pero tengo la receta aquí en el celular. —Presioné mis ojos a causa del ardor que provocaba las cebollas.

—Y si sabe feo hay que comerlo igual. —Continuó Lou. Asentí, riendo.

Ya teníamos la masa lista reposando, volví a mirarla con ojo crítico, allí, en la esquina dentro de una bolsa. No sabía si había salido bien, pero, en fin, algo comeríamos.

ARDER EN LIBERTADحيث تعيش القصص. اكتشف الآن