TREINTA Y CINCO.

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Desperté asustada por alguna razón desconocida, dejándome desorientada. Miré la ventana aún a oscuras, pero cuando tomé mi celular y verifiqué la hora, me levanté de un salto maldiciendo.

¡Llegaría tarde al primer día de clases!

Corrí hacia el baño y dejé el agua de la ducha corriendo para que se calentara mientras corría escaleras abajo para despertar y reclamarle a Pierce.

—¡Dijiste que me despertarías! ¡Voy a matarte! ¡Te dije que mi alarma no suena! —Grité al llegar a la sala en donde él dormía, él debía despertarme esa mañana, lo arreglamos antes de que Ethan me ordenara ir a dormir porque era muy tarde, por supuesto no disfrutamos con Harry la primera noche sin padres y solos porque en realidad no estábamos solos y dudaba que pudiéramos estarlo.

Ethan, como niñero oficial se acomodó en el cuarto de huéspedes, Pierce cuando durmiera en casa lo haría en la sala, a decir verdad, el sofá era increíblemente cómodo, pero admitía que lo quería más cerca de mi habitación.

—¡Harry! —Me quejé a su lado. —¡No me despertaste! Llegaré tarde al primer día de clases y tú al trabajo. —Exclamé. Él abrió lentamente sus ojos. —Levántate. Rápido. —Exigí, destapándolo.

Me llevé un susto que me entró el pánico.

Solté un grito ahogado y volví a taparlo con las sabanas causando sus risas roncas mientras refregaba sus ojos aun dormido.

Estaba solo en bóxer.

—Buen día, amor. —Me respondió sonriendo. Cayendo en la tentación besé sus labios y me fui corriendo.

¡Debía estar molesta!

—¡Veinte Minutos! —Le grité subiendo las gradas.

Me encerré en el cuarto del baño, me tomé la ducha más rápida que me había dado en la vida y al terminar comencé a alistarme frente al espejo, no tenía tiempo para secarme el cabello así que debía llevarlo mojado. Al desenredarlo me maquillé un poco y pinté mis labios de un color durazno..

Me vestí con mi ropa interior. Finalmente abriendo la puerta para buscar mi uniforme nuevo en la habitación salí secando mi cabello con una toalla.

Debía ser tardísimo.

—Soy más rápido que tú. —La voz de Harry en mi habitación me hizo sobresaltar. Rápidamente cubrí mi cuerpo con la toalla, di un respigo, mirándolo con recelo.

Él me sonrió. Tomé mi uniforme y volví a adentrarme al cuarto del baño.

—¡Maldita sea, Pierce! —Exclamé, él soltó una risa. Cerré la puerta con seguro.

Prevención, ante todo.

Pocos minutos después ya estaba vestida con mi uniforme nuevo.

Consistía en una camisa blanca, corbata azul junto con una falda de diseño entablada, su color era azul con negro bastante corta para mí, pero no agresiva ni vulgar, el calzado era a elección. La noche anterior Harry me lo había entregado a última hora, me sorprendió que supiera mi talle, pero luego descubrí que había comprado dos camisas de talles diferentes, al verme terminó dándome una, acertando al instante.

—¿Me ayudas? —Le pregunté mostrándole la corbata que caía a los lados de mi cuello. Él me miraba desde la cama. —Jamás me vestí con esto. —

Asintiendo con una preciosa sonrisa se acercó elegante a mí. Lo contemplé.

—Así... —Comenzó a enseñarme, miré lo que hacía con atención. —Y la última vuelta termina aquí. —Finalizó, acomodando prolijamente la corbata, luego besó mi frente.

ARDER EN LIBERTADWhere stories live. Discover now