CUARENTA Y CINCO.

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—Bueno, ya completaste la semana, lo que es admirable. —Mencionó Ethan. Harry a su lado asintió hacia mí.

—¿Qué aprendiste de la experiencia? —Preguntó el moreno entonces.

Lo pensé.

—Que, aunque finjan ser amables son detestables. —Respondí. Ellos comenzaron a reír. —No tengo ni idea si todos serán así, pero...

—Por supuesto que no. ¿Tú eres así? —Me preguntó Harry, enarcando una ceja.

—Espero que no. —Emití.

—Te veo cada día platicar animada con el jardinero, Jessica. Esta casa es muy linda, por ustedes. —Me dijo Ethan. Harry me observó, con una sonrisa pequeña.

—¿Imaginas si hubiera una empleada que limpie y sirva a todos en esta casa? —Exclamé, con solo imaginarlo. —¿Cómo sería mamá? —Le pregunté a Lou. Ella lo pensó.

—Ella no es mala... —Comenzó. —Pero... —Esta vez solté una risa, asintiendo.

El celular de Harry sonó, y al extraerlo emitió un quejido.

—Ustedes los invocaron. —Emitió.

Me levanté del sofá y corrí hacia él para leer el mensaje, pero me lo impidió.

—No, Jessica. —Me dijo.

—¿Por qué no? —

—No quiero que vayas, nena. —Se quejó.

—Si me lo muestras puedo opinar al respecto. —Me quejé.

Harry me lo tendió.

"Harry, necesitamos a Ana hoy mismo, sé que es su día libre, pero tenemos una reunión con familiares y amigos de trabajo y necesitamos que ayuden a servir y limpiar luego el desastre. Pagaremos el doble cada hora como extra. Contamos con ella."

Suspiré.

Ethan exigió verlo, se lo tendí.

—¿Les dijeron que ya no iría? —Pregunté.

—No, no pensamos en ninguna excusa. —Miró Harry al moreno.

—Podemos decirle que te surgió un viaje a Colombia.

—No podemos poner una excusa ahora cuando ya cuentan conmigo. —Me quejé. —Debieron hacerlo antes para que buscaran a alguien más con tiempo.

—Jessica, no es importante, no vayas, eso es todo. —Harry tocó mi pierna. —Debimos hacerlo, es cierto, pero no te preocupes por esto.

—No quiero volver a esa casa, Harry, pero solo hay una señora de unos sesenta y algo trabajando en esa casa. Dejarán que ella se encargue de todo si no tienen a alguien más. No puedo dejar que haga ella sola todo. —Me quejé. —Esa gente no es bonita, si hace algo mal la tratarán mal. La única razón por la que no me despidieron por ese maldito ángel fue porque el tipo dijo "odiaba ese ángel, mi esposa no, pero son mujeres, puedo comprarla con otra cosa" —Lo imité, molesta.

Entre ellos se miraron.

Harry señaló a Ethan.

—Es tu culpa. —Emitió. Y cuando creí que discutirían el moreno asintió, aceptándolo.

—Irás, Giovanna. —Me miró, duramente. Fruncí el ceño. —Pero le dirás antes a esa gente que ya no puedes trabajar más, porque conociéndote tendrás mil motivos para no dejar sola a esa señora los próximos días. —Habló Pierce, cansado. Era cierto.

—De acuerdo.

Harry confirmó sin querer realmente que iría.

—A las veinte te quieren ahí. —Me dijo luego de unos minutos.

ARDER EN LIBERTADWhere stories live. Discover now