DIECIOCHO.

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—Supongo que debes sentirte de maravilla. —Me reclamó Nick a mi lado. Abrí mi casillero y dejé los libros que no necesitaría reemplazándolo por el de economía. Cerré la taquilla y lo miré.

—No estoy de maravilla. —Le aseguré.

—Uhm. —Se limitó a emitir. Nos dirigimos a clases. La profesora nos regañó por llegar tarde.

"La próxima" seguiremos con las clases afuera. ¡Estupendo!

—¿Qué sucedió luego de irte? —Me susurró mientras silenciosamente nos sentábamos en nuestros lugares.

—¿Entonces dormiste con él? —Dylan hizo presencia a mis espaldas. Puse los ojos en blanco, ignorándolos.

—Por favor. Dejan las anécdotas del fin de semana fuera de clases. No quiero volver a escuchar a ese grupo. Jessica, Nicholas, tercera advertencia y no se los perdonaré. —Nos regañó nuevamente la profesora.

Tomé una hoja de la carpeta y un birome, listo para comenzar a copiar, pero no podía concentrarme, la cabeza me latía, dolía mucho. Había pasado una noche pésima.

Comencé a hacer garabatos, cuando otra vez Nick insistió.

—¿De verdad solo es el amigo de tu padre que quiere cuidarte? —Insistió no tan despacio como de verdad lo quiso. Lo miré de reojo. No sentía el ánimo para responder porque sabía que discutiríamos. No estaba de humor hoy. Todo me resultaba irritante.

—¿Hablan del que casi la besa contra la pared en el club? —Intervino una de las animadoras descaradamente del otro lado del salón, haciéndome respirar profundo. ¿Por qué exponerme de esa forma frente a toda la clase cuando yo no jodía a nadie? —¿No es así Jessica? ¡Qué hombre más caliente! —Al mirarla ella sonrió mordiendo su birome con diversión.

No soportaría una mañana así. Intentándolo tomé aire e hice fuerzas para no responder, indignándome en el proceso porque la profesora no tuvo intenciones de regañarla.

Los minutos pasaron creando horas, un receso adolorido por un extraño dolor de estómago y el silencio. Mis amigos ya no me hablaban. Esa zorra ya lo había dicho todo y continuaba, las últimas horas seguíamos compartiéndolas y se había encargado de jodérmelas. Sus comentarios insoportables estaban calando mi cerebro.

—¿Jess... estas bien? —Sami tocó mi brazo con cuidado. Asentí.

—¿Podemos hablar? —Dylan me habló y se sentó frente a mí, sobre mi pupitre y mis hojas.

—Dime. —Solté finalmente. El aula estaba completamente vacía, a excepción de nosotros y el séquito sin cerebro que seguro estaban ahí para escucharnos.

—¿Estás bien? ¿Por qué no te rehusaste a ir con él? ¿Tanto derecho tiene sobe ti? —

—Dylan esto no es tan grave como crees. —Bueno sí. —Me sacó de ahí, no quiero aceptarlo, pero sí, si no salía de ahí todo se iría a la mierda, me llevó a su departamento porque no podía volver a casa y eso fue todo. No sucedió nada con él, y si hubiera sucedido, al diablo con todo, no les incumbe. —Me crucé de brazos.

—Seguro no tardaste mucho en correr a su cama. ¿No es así? —Acotó Liz, la que más arena me había arrojado desde que dejé el equipo. Ellas me miraron divertidas, sabiendo que estaban provocándome más de lo que me costaba aceptar.

—Nosotros te íbamos a cuidar, ¿Por qué dejaste que te llevara? —Insistió Nick. Toqué mi frente, y estaba caliente, además sentía frío. El malestar estaba haciendo verdaderos estragos dentro mío

—¡Déjenla! —Exclamó Liz riendo. ¿Es que acaso no tenía otra cosa que hacer? —Ella quería divertirse un rato. Y apuesto que, como lo hizo conmigo, ella lo pasó estupendo. —Esta vez volteé a mirarla. Su sonrisa traía más satisfacción que nunca. Mi cerebro hizo cortocircuito.

ARDER EN LIBERTADWhere stories live. Discover now