VEINTISEIS.

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—Pss. —Removí a Michael con cuidado. —¡Hey! —Susurré, moviéndolo más fuerte. 

Lo intenté otro par de veces y exasperada solté un suspiro, me incliné hacia él y verifiqué si respiraba, una vez que procuré que, si lo hacía, me fui a su oído y lo soplé, provocándole un susto terrible que procuré frenar con mis manos en su boca. Él se reincorporó de un salto quedando completamente sentado frente a mí con los ojos abiertos enormes y la respiración acelerada pero entrecortada.

—Lo siento. —Dejé una mano en su hombro para que supiera que era yo. Se tocó el pecho.

—¡Qué haces Jessica! —Me regañó en susurro, intentando aguardar silencio.

—Te necesito. —

—¿No puedes esperar a mañana? —Me miró incrédulo. —Son casi la una de la madrugada, no pienso volver a levantarme. —

—Escucha, o te levantas o... —Intenté pensar con que lo amenazaría... pero no tenía nada.

—¿O qué? —Arqueó una ceja desafiante. A pesar de la oscuridad podía notar un brillo de diversión en sus ojos al saber que ya no tenía nada para amenazarlo. —Tengo sueño, Jess.

—Necesito que me lleves a un lugar. ¡Por favor! —Lo rogué. Por supuesto le rogaría, pero jamás para otra cosa.

—¿Qué? Estás loca. Acabas de llegar. —

—Por favor —Insistí. Le mostré mi mejor cara de tristeza. Él me observó unos largos segundos y al final suspiró escandalosamente para el silencio que aguardábamos. Evité regañarlo.

—Okey. —Asintió —Pero si nos descubren te harás cargo. —

—Está bien. —Lo abracé muy fuerte y besé su mejilla. —Gracias. —

—Espérame afuera, no quiero que me veas en bóxer. —Tomó el pantalón que estaba a su lado.

—Te espero en la sala, no hagas ruido. —Besé su frente y salí silenciosa hacia afuera.

[...]

Mientras esperaba en la puerta de la sala me fijé en mis redes sociales que tal iba todo, mis amigos buscaban alguna señal de vida de mi parte hace días y me encargué de escribirles. Por otro lado, al parecer Liz Connor estaba feliz ante mi expulsión.

Supe que en realidad sin mí se iba a aburrir demasiado.

De pronto sentí una mano en mi espalda, me asusté tanto que me sobresalté y solté un grito ahogado. Cansada de asustarme tomé las llaves del auto de mi hermano e hice a mi primo salir rápido, molesta.

—No, Jessica. Jamás manejé su auto. Me matará. —Me detuvo cuando les arrojé las llaves.

—¿Y cómo pensabas llevarme? ¿Volando? —Me quejé. —¿Prefieres el de papá? —Él me miró espantado. —Vamos, siempre hay una primera vez para todo. —Le sonreí, entrando al de mi hermano, él lo hizo, quejándose.

—¿Dónde vamos? —Indagó mirándome de reojo. Le dije más o menos lo que recordaba de donde quedaba su departamento y me hice la tonta a causa de su mirada denunciante.

—No puedo creer que me hayas quitado de la cama para que te lleve a un lugar. —Se quejó a minutos de silencio —¿Con quién vas a encontrarte? —

—Tú maneja. —Le sonreí encendiendo la radio. Sus ojos se cerraban y lo único que me faltaba era accidentarnos en una noche que había vuelto a escapar. Procuré hablarle y tenerlo despierto, incluso abrí las ventanas para que su cerebro se oxigenara.

ARDER EN LIBERTADWhere stories live. Discover now