SESENTA Y DOS.

2.1K 92 5
                                    

10:45 a.m.

Besos suaves esparcidos en mi espalda me sacaron del sueño poco a poco. Al abrir mis ojos no pude evitar sonreír mucho. Estaba en su cama. Nada de lo que había disfrutado había sido un sueño.

—Despierta nena... —Lo oí, entre besos.

—Quiero... Quiero seguir durmiendo. —Emití riendo silenciosamente, disfrutando de su cariño.

Su boca subió hasta acercarse a mi oído. Presioné fuertemente mis ojos.

—Suficiente. Arriba. —Ordenó. Di un respingo.

—De ese modo jamás lograrás sacarme de la cama. —Aunque me había encantado.

—¿Y de qué modo prefieres? —Me preguntó, riendo, haciendo mi cabello a un lado. Besó mi cuello de un modo ardiente. Largué una carcajada sintiendo cosquillas. Él se detuvo.

—Es que estoy muy cansada, no puedo levantarme. —No sentía mis piernas.

—Lo sé, amor. Pero hay que volver a casa. —Respiró profundo. Sus manos deslizaron caricias por mi piel recorriendo mi espalda con calma. Me sentí en el paraíso.

—¡Tienes una contractura, Jessica! Eres muy joven. —Exclamó de pronto, entre risas. Me reincorporé, estúpidamente intentando mirar. Él me hizo sentirla.

—¿Estás diciéndome que por ser joven no puedo estresarme? —Indagué en reproche. Él soltó una risita.

—Tienes razón, golpéame. —Aceptó, riendo. Mi mano no llegaba a él. Suspiré con resignación, haciéndolo reír.

Su mano recorrió suavemente con poco presión por ese lugar haciéndome sentir un placer increíble, y en pocos minutos, sin poder evitarlo, volví a dormirme.

—Jessica. —Me despertó. Me quejé. Lo oí suspirar. Entonces sentí su cabeza sobre mi culo, luego su mano que presionó mi carne y entonces una gran mordida en mi piel tomando una gran proporción de mí.

—¡Harry! —Chillé, explotando en risas. Lo miré con incredulidad. Mirándome, aún con un pedazo de mi en su boca me soltó, y sonrió con inocencia, dejándome un beso.

Estupefacta sin poder creerlo continué riendo.

—No tienes idea cuando deseé hacerlo. —Me lo dijo serio, y en serio, haciéndome reír aún más. Apoyé mi cabeza en la almohada, sintiéndolo de nuevo. Luego de un momento me quise reincorporar, él lo hizo también para que yo pudiera hacerlo, pero no tenía la camisa.

—¿Dónde está tu camisa, Harry? La tenía puesta anoche. —Le pregunté. Tomé la sabana para cubrirme y así volteé. Sonrió. Lo vi sentado a mi lado únicamente con un bóxer.

—¿Te vestiste con ella anoche? —

Asentí.

—Tuve que levantarme. —

Él asintió. —No te sentí. —Susurró. 

Me observó. Su mirada, ahora seria cargando una expresión dura, me recorrió. Sus ojos se profundizaron en mí.

—¿Qué sucede? —Le pregunté. Me miraba de una forma extraña. Él se mantuvo inmóvil, sabía que me había oído, sin embargo, permaneció así, mirándome de esa manera, sin responderme. —Detente. —Le dije. —¿Qué sucede? —Me reincorporé asustada, sosteniendo la sabana en mi pecho.

Entonces sonrió, haciéndome dar un respingo, me dejé caer en la cama.

—Eres tan preciosa hasta cuando acabas de tener todo un día y una noche agotadora sin dormir lo suficiente. —Me observó. —Eres lo más hermoso que vi en mi vida entera. —Murmuró, impresionado.

ARDER EN LIBERTADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora