TREINTA Y DOS.

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—Despierta, cielo. —La voz de papá me quitó de mis sueños. Él me sonrió con cariño cuando lo miré.

—¿Qué hora es? —

—Siete.

Jadeé cubriéndome con las sabanas.

—Nos vamos, debes bajar. Ethan y Harry están abajo esperándote. —Su voz sonaba tan cansada que me apenó, odiaba los viajes y antes de hacerlo él ya se sentía cansado.

—Está bien. —Suspiré. El día anterior la habíamos pasado genial en familia, de pronto el peso de una semana completa con toda una familia tan numerosa se había esfumado y para entonces había olvidado que se irían esta misma mañana. Harry había dejado de venir tan seguido para evitar todo tipo de disgustos con mi prima, lo que aprecié mucho.

Noté que las cosas de mis primas ya no estaban en mi habitación, y tampoco las de Mati. Tomando fuerzas me levanté.

—Te espero abajo, hija. —Me dijo antes de irse, pero en ese mismo instante entró Sol.

—¿Cómo amaneciste? —Me preguntó, sentándose en la orilla de mi cama mirándome sonriente.

—Bien ¿y tú? —

Me concentré en buscar ropa, pero realmente estaba muy dormida y no quería bajar.

Suspiré poniéndome mi bata de seda para ir al baño.

—Bien... Extrañaré a Harry. Es una lástima que durante estos casi diez días no pude conseguir nada de él. —Suspiró. Me adentré al baño y lavé mi rostro. Ya me había acostumbrado a ella y su insistencia en enamorarlo, me acostumbré a conllevar esa semana sin alterarme, de todas formas, Harry al reducir las visitas había hecho más tolerable la situación.

Lavé mis dientes arreglé un poco mi cabello y salí del cuarto.

—¿Crees que me extrañará? —

—Seguro que sí. —Asentí. Ella me sonrió, de seguro le había comenzado a gustar en serio, quitando lo insoportable que se volvía la mayoría del tiempo.

—¿De verdad saldrás así? —Se rió, mirándome.

—No estoy tan mal. —Murmuré, mirándome al espejo. —Son las siete de la mañana Sol, no quiero arreglarme.

—Hay un moreno y un castaño precioso esperándote allí afuera ¿y tú saldrás de bata, descalza y sin arreglarte? —

—Si... —Me reí. Tomé un poco de labial y me humedecí un poco los labios con él para darle un poco de color.

—Agradece que no eres horrible y puedes andar por la vida sin maquillaje.

—Eso sonó cruel para quienes acostumbran a usarlo. —Comencé a reír. —Tú lo usas y tampoco eres "horrible". —

—No me gusta estar sin él... —Se miró los labios en un pequeño espejo de bolsillo y luego lo guardó en su bolso. —Solo te dejaré bajar así porque esa bata es jodidamente sexi. —

—¿Qué? —Volví a mirarme en el espejo. —Mejor me cambiaré...

—Nada de eso... vamos. —Me arrastró hasta las escaleras y juntas bajamos, sin más opciones.

—Buen día. —Saludé a mis familiares que revisaban sus bolsos buscando que todo esté en su lugar. Sus miradas se posaron en mí y todos sonrieron, fue extraño. Quizás no esperaban que este día me encontrara tan tranquila.

—¿Dónde está Lou? —Le pregunté a Michael.

—Está durmiendo. —Respondió inseguro. —Tus padres ya fueron a despedirse, pero dudo mucho que ella luego lo recuerde. No sé si sea bueno de ese modo, me inquietó porque sé que queda bajo tu cuidado y quizás comiencen mal los cinco meses solo porque tal vez crea que tus padres no se despidieron de ella.

ARDER EN LIBERTADWhere stories live. Discover now