TREINTA Y SIETE.

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—¡¿Quién diablos te crees para meterte entre ella y yo, quitándome autoridad?! —Ethan escupió apenas la puerta se cerró. Me quedé ahí, oyendo.

—¿Crees que tienes el derecho de venir e imponer tu poder en ella? Estas muy equivocado Ethan, no lo le dirás que hacer, no le prohibirás absolutamente nada.

—¡Ella está bajo mi maldito cargo! ¡¿Por qué no lo entiendes?! Ella necesita control.

—¡Ella no necesita control! ¡Y aunque la necesite no serás tú quien intente imponérselo! ¿Impedirle salir con sus amigas? ¿En serio? Solamente querías hacer valer tu puesto aquí adentro, que ella lo recordara. Y tú solo debes cuidarla, no debes olvidar eso.

—Eso hago. ¿No lo ves? ¿Qué haces tú? Tu aquí no tienes un papel, Harry. No vendrás a decirme qué hacer. Jessica y Lou están bajo mi cargo, soy quien las cuida, soy yo quien ellas deben confiar.

—Jessica jamás confiará en ti de la manera que lo hace conmigo. No creas una historia donde no la hay. —Le dijo Pierce, y supe que eso pudo herir a Ethan. —Si te pones en contra de ella actuando de esta forma la perderás también como amigo que eres, y será lo peor que pueda pasarte, paralelamente no se dejará cuidar por ti. Y tú no puedes permitirte que eso pase.

Me sobresaltó la bocina de mi amiga, ahogué un grito y salí corriendo hacia allí.

—¡Las detesto! ¡Conduce! —Les dije sobresaltada sin siquiera haber cerrado la puerta.

—¿Qué sucede? —Preguntaron riendo.

—Harry y mi niñero discutían. —Suspiré tomando aire.

—¿Por qué?

—No oí muy bien. —Mentí.

Unos pocos minutos después me encontraba golpeando desesperadamente la puerta de Tati pero nadie me atendía.

—¡Por el amor de dios, TATIANA! —Grité, a los segundos ella salió riendo.

—Creí que eran los que vendían cosas, me molestaron toda la tarde.

—¿Traes tu documento? —Inquirí. Ella me miró extrañada, sin embargo, rebuscó en su bolso y asintió.

Mi amiga comenzó a manejar. Le di una dirección y entre platicas llegamos a los pocos minutos. Cuando "Tinta negra Studio" apareció frente a mis ojos les indiqué a pararan.

Ellas miraron el lugar y giraron su cabeza hacia mí, riendo atónitas.

—¡Jessica! —Chilló Vivi, riendo.

—Pero no puedes hacerlo si eres menor de edad. —Procuró decir Tati, negando.

—Por eso traes tu documento Tati. —

—Pero... tiene mi foto, no la tuya.

—Serás mi adulto mayor responsable que me acompaña. —

Cuando bajamos, el semblante del lugar me provocó nervios, y ansiedad. Dejé de morder mi uña para no romperla y me acerqué al mostrador.

—Buenas tardes. —Le hablé al hombre de contextura física enorme, llenísimo de tatuajes.

—¿Desean un turno? —Nos preguntó. Asentí. —¿Tatuaje u orificio?

—Tatuaje. —Respondí.

—Documento. —Me extendió su mano.

—Tengo diecisiete, pero mi hermana, que está aquí. —Tomé el brazo de Tati y la acerqué a mí. —Es mayor y estoy bajo su cargo. —Mi amiga sin dudar le extendió su documento.

ARDER EN LIBERTADNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ