Tomamos un par de folletos y decidimos empezar por la izquierda, donde unos metros después vimos a muchísimos flamencos. Eran más rosas de lo que los imaginaba, Dios eran tan hermosos.

"Deberías tener un suéter de esos", dijo Michael llegando a mi lado.

"Sí lo tiene", respondió Luke y reí.

Seguimos caminando y desde lo lejos logré escuchar a los mandriles.

"¿Escuchas? ¡Son los changuitos!", dije emocionada.

"Sí bebé, los escucho", dijo con media sonrisa en su rostro. Nos encaminamos al gigantismo laberinto, por todos lados habían simios. De toda clase, desde orangutanes enormes hasta Capuchinos pequeños. Obviamente no me salvé de las comparaciones conmigo. Pero como que a Luke no le gustaba que ellos me «molestaran». A veces sólo le parecía divertido cuando él lo hacía.

"Por allá están los pajaritos, ¿vamos a verlos changuita?", preguntó y asentí. Apreté su mano y cuando estuvieron distraídos, desaparecimos.

Me gustaba estar con sus amigos, de verdad. Eran bastante divertidos pero disfrutaba mucho más estar con Luke a solas. Estos últimos dos días que la pasé sólo con él, fueron lo mejor. Conocí cosas de él que no sabía, como su deseo gigante por ir a Alemania. Dice que a su padre le gustaba mucho Alemania por las cosas que veía en las personas de allá. O también su gusto por películas basadas en hechos reales, siempre terminábamos llorando.

"Todos son tan hermosos", confesé viendo a las aves. Había tucanes, pericos, guacamayas, avestruces y Luke logró captar con la cámara como un pavorreal presumía sus hermosas y coloridas plumas.

"Le agradas, ¿sabes?", lo miré.

"¿Ah?".

"Cuando levantan su cola", señaló al pavorreal. "Es una señal amorosa, es para impresionar a quien está frente a él".

"¿De verdad?", él asintió.

"Más cuando piensan atraer a alguien sexualmente, es como sex appeal de su especie".

"¿Quieres decir que quiere relacionarse sexualmente conmigo?", pregunté entre risas.

"Bueno, no se compara a las ganas que tengo yo pero...", entreabrí mi boca y lo empujé un poco.

"¡Luke!".

Él rió y me abrazó.

"Estoy bromeando changuita".

"No estoy muy segura".

"¿De querer coger?", preguntó y reí.

"Olvídalo".

"Comienzo a pensar que te estás resistiendo a mis encantos", confesó y me le quedé viendo. ¿Qué?

"Tus encantos", cuestioné y él asintió.

"Sí", se encogió de hombros. "¿Nunca lo has pensado?", preguntó.

"¿Qué cosa?", él me miró y logré entender lo que intentaba decir. "Sí", confesé.

"¿Qué te detiene?", preguntó.

¿Por qué hacía estás preguntas?

"Mira, los hipopótamos", dije apuntando a un estanque. Salí corriendo para ver estos. Eran tan gorditos.

"No quiero presionarte, ¿lo sabes?", llegó detrás de mí.

"¿Entonces por qué me haces estas preguntas?", respondí.

"Porque son cosas de las que hablan los novios", soltó.

"Sí pero no a los cuatro días de serlo", le di la espalda y seguí mirando a los animales.

Airplanes » l.hWhere stories live. Discover now