¿Estaba aquí su abuela?

"Puede esperar".

"¡Luke!", gritó y rodeé mis ojos poniéndola en el suelo. Me dio empujón. "Apestas".

"No me digas que no extrañaste", vacilé.

"Me caes mal, basta".

"¿A dónde quieres que te lleve?".

"No voy a ir a ningún lado", fruncí el ceño. Y el terco soy yo. Negué y caminé a su puerta.

"¿Qué haces?".

"Te haré el desayuno".

Sí no quería comer fuera, la haría comer aquí. Abrí la puerta y los segundos sentí a un polizonte meterse entre mis pies.

"Hey amigo", me puse en cuclillas para hacerle unos cuantos mimos a Leo. "Hace tiempo que no te veía".

Me siguió a la cocina y abrí el refrigerador. De acuerdo, ¿que había? Quedaba un chorro de leche, había bastantes huevos, sin embargo no había jamón o alguna otra cosa para acompañarlo. Oh, había fruta. Excelente, algo ligero y saludable para que no le cayera mal.

"¿Ahora sabes cocinar?", escuché.

"No olvides mis dotes culinarios secretos", busqué un cuchillo entre sus cajones y agarré una tabla de madera para picar rápidamente la fruta sin evitar meter dos o tres pedazos a mi boca. Sentí un escalofrío por todo mi cuerpo al sentir la corriente de viento helada que entró por la ventana. Era un día frío, esto ameritaba más que sólo fruta. Abrí su alacena buscando avena, en todas las casa había avena y a ella le gustaba. Encontré el bote rojo y agarré una hoya. Le eché el chorro de leche que quedaba y vacié las hojuelas. Una vez que la vi casi lista, le puse un poco de vainilla y azúcar. En lo personal no me gustaba la avena con agua, era tan insípida. Me gustaba que estuviera cremosa como «arroz con leche». Le apagué a la estufa y dejé que se espesara por un momento.

"¿Te gusta la avena en taza o plato?", pregunté.

"En taza", justo como a mí. Saqué una taza y le serví ahí en lo que acomodaba las frutas en otro plato.

"Siéntate", dejé su comida sobre la mesa y ella me miró.

"¿Tú no comerás nada?".

"Quiero verte".

Me gustaba verla comer, por alguna razón me parecía bastante interesante, más ahora que sabía lo que escondía detrás.

"No comeré sí tu no lo haces".

Rodé mis ojos y saqué otra taza para servirme, me senté a ella y le di un sorbo.

"¿Ahora comerás?", pregunté y ella asintió. Comenzó por la fruta, ya que vio un avance, pasó a probar la avena.

"Está increíble", confesó. Obviamente era increíble, yo la había hecho.

"Magia Hemmings", le regalé un guiño y ella puso sus ojos en blanco.

"Es muy temprano para comenzar con tu ego".

"Tú amas mi ego".


Vi una figura desconocida asomarse por la cocina. Me erguí en la silla, era su abuela. No se veía como una persona tan mayor. Lucía muy bien conservada. Ella tenía una melena mediana color dorada, un poco más oscura que la de Zazil-Ha. Tenían la misma forma de los ojos y una que otra facción, sin embargo, si llegase a verla a simple vista, no notaría el parentesco.

"Buenos días", saludó y me puse de pie.

"Buen día señora, Luke Hemmings", estreché mi mano con ella.

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