—Está bien, no te preocupes. —Aseguró Thiago, riendo. —Mándame la dirección de tu casa, cuanto antes estoy allí.

—De acuerdo.

—Okey, Adiós. Nos vemos pronto. —

Cuando finalicé la llamada me puse de pie y me dispuse a alistarme vistiéndome lo más casual posible, pero terminé queriendo verme fascinante para Pierce.

Jamás creí que iba a hacer eso algún día.

Al terminar le mandé la ubicación de casa a mi amigo, él respondió al instante.

Pierce salió del baño dándome una mirada severa, poniéndome en alerta. Solté una risita histérica.

—¿Qué sucede? —

—¿Es que no ves? —Señaló su increíble torso desnudo. Casi me ahogo al ver las marcas en su cuerpo.

—Estas fuertísimo. ¿Eso insinúas? —Pregunté, haciéndome la desentendida.

Él se aproximó a mí, y deslizó sus manos en mi cintura para acercarme a él.

—La próxima vez... —Llevó sus labios peligrosamente a centímetros de los míos, y luego se deslizó a mi cuello. —Te haré lo mismo. —Se alejó y tomó su camisa para vestirse.

—Yo no tengo mucho que perder ahora, Pierce. —Le dije con una risita afectada. —Puedes hacerme lo que quieras.

Él me lanzó una miradita que me sedujo entera.

—¿Tú estás en riesgo? —Señalé la marca en su abdomen bajo. Él la miró con una sonrisa divertida intentando opacarla por la autoridad.

—Soy tuyo, completamente. —

—Pues yo no. —Me volteé, a buscar mis pendientes de argollas en mi cajita de accesorios.

Lo sentí acercarse a mí, sus brazos fuertes se enlazaron alrededor de mi cuerpo envolviéndome con sus brazos, inhaló profundo en mi cuello, produciéndome cosquillas. Presioné mis labios, sonriendo como idiota. Acaricié sus brazos, acurrucándome en él.

—No pido que seas mía, sería muy egoísta de mi parte no compartirte con el mundo, pero te aseguro, preciosa, que yo... —Besó mi cuello. —soy todo tuyo, lo prometo. —

Me volteé hacia él para enfrentarlo, pero terminé abrazándolo fuerte, sintiendo mi corazón latiendo desbocado. Sus brazos me envolvieron.

—A veces creo que no te merezco. —Susurré. Él buscó mis ojos.

—No digas eso, Jessica. —Me regañó. Sonreí. —Si hay alguien que no merece al otro soy yo. Eres demasiado para mí.

—Eso no es cierto. —Solté una risita. —Bueno, quizás seamos perfectos el uno para el otro. — Sonreí observando feliz su sonrisa.

—Lo somos. —Susurró.

Costosamente se apartó.

—¿Te irás? —Le pregunté.

—Si. —Asintió. —Es decir, debo ir a buscar el auto, aparcarlo en la entrada y luego entrar por la puerta principal.

—Suena divertido. —Solté una risita.

—¿Cómo pudiste mirarle el trasero a un profesor? —Soltó sin poder creérselo.

—Es joven, debe tener unos treinta. —Me excusé. Él me miró con espanto, haciéndome reír. —Pero juro que Thiago vio mal. —Entonces fue él quien soltó una risa. —¿Te quedaras toda la tarde? —Le pregunté. Él asintió abriendo la ventana. No podía evitar reír. Era muy gracioso verlo hacer todas estas cosas.

ARDER EN LIBERTADWhere stories live. Discover now