TREINTA Y TRES.

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—Lo son. —Asentí.

Tomé un esmalte color rojo de la mesita de luz y comencé a pintarme las uñas.

—Esta chica... la Rubia con la que estabas en el club, ¿Recuerdas? ¿Qué sucedió con ella? —Curioseé dejando el celular en alta voz, justo cuando Harry entraba a mi habitación con sigilo. Me miró dudoso, pero le indiqué que se acercara y se sentara en la cama.

—¿Qué rubia? —Me dijo.

—La noche que estábamos en el club te aparté de una rubia. Preferiste quedarte con ella que conmigo. —

Él comenzó a reír.

—Recuerdo que luego Dylan vino furioso a decirme que el castaño te había llevado de ahí, ella estaba sobre mí en ese entonces y esa vez la aparté yo. —

—¿Qué culpa tenía ella? —Solté una risa.

—No me culpes, estaba molesto. ¿Cómo pudiste irte con ese tipo? —

Comencé a reír mirando al castaño que sonreía divertido escuchándonos en silencio.

—¿La culpa fue mía?

—Si.

—Quizás, si hubieras impedido que tomara tanto, él no me hubiera llevado. —Le dije, riendo.

—Eso no es cierto... Se notaba a leguas que hubiera buscado la manera de llevarte de igual forma. —Dijo el otro y para mi sorpresa Pierce asintió con simpleza. Abrí la boca, incrédula. Él soltó una risita y se aproximó a mí para besarme brevemente.

—...Prácticamente Tati nos exigió que nos calmáramos y nos aseguró que estarías bien. —Resopló. —No quise darle más vueltas al asunto, pero me daba mala espina, no me agradó nada.

—¿La situación o Pierce?

—¡¿Es que es tipo no tiene un nombre?! —Solté una carcajada. —Él, él no me gusta. Con toda su postura de autoridad y seguridad por sobre ti. Es muy arrogante. La forma en la que habla, Jessica, como si tuviera la razón en cada una de sus palabras. —Se quejó, como si odiara recordarlo. —Jamás dejaste que alguien te tratara de esa manera, y hasta lo defiendes. ¿Qué sucede contigo? ¿Acaso está drogándote, hizo alguna poción mágica para que él te diga "vamos" y tu "bueno, está bien" —

Solté una carcajada. Harry ahogó una risa. Terminé cruzándome de brazos.

—¿Crees que me da órdenes? —Le pregunté.

—Por supuesto que sí. ¿Alguna vez obedeciste a un hombre?

—No, claro que no, la pregunta ofende. —

Pierce soltó una risita en silencio.

—¿Entonces por qué dejas que él lo haga? —

—Es que... —Mordí mi labio, con una sonrisa. —No me da órdenes, Nick. En realidad, es más que eso, no sé cómo explicarte, pero no tiene malas intenciones.

—¿Cómo sabes? ¿Cómo estás tan segura?

—Porque intenta cuidarme. —Le aseguré. —No tengo intención de alejarlo porque... No quiero que se aparte.

—¿Te enamoraste? —Escupió, incrédulo.

Mi corazón latió con fuerzas.

—¡No! —Negué. —¡¿Por qué dices eso?! ¿Qué te hace pensar eso?

Harry humedeció sus labios, observándome.

—Pues... —Suspiró. —No lo sé, cuando se trata de él eres... te ves diferente. En el club él te apartó de un tipo que parecía que incluso te gustaba, como si tuviera el derecho, pero entonces cuando creí que se ganaría una abofeteada de ti tú tan solo lo seguiste, y continuaste la noche bajo sus reglas. Por cierto, el tipo me dio su número para que te lo diera, recién lo recuerdo.

ARDER EN LIBERTADKde žijí příběhy. Začni objevovat