Sentí la presencia de alguien frente a mí y alcé la mirada al verla.

"Hola... ¿Puedo?", pues ya estaba sentada. Me encogí de hombros y metí comida a mi boca. Ella se acomodó.

"¿Qué tal todo?", preguntó.

"Mejor, supongo", confesé aún con comida en mi boca.

"Hoy no te vi en la oficina". ¿Me estaba buscando? Vaya.

"No me apetecía estar frente a mi madre", confesé. No estaba mintiendo, de verdad no quería estar con esa señora.

"Oh, entiendo", dijo apenas y le miré por lo bajo.

"¿Ella te ha mandado?", pregunté y ella abrió grande sus ojos, como si se sorprendiera por mi acusación. Comenzó a titubear.

"No, yo...", comencé a reír y ella me miró,

"Estoy jugando", admití y ella suspiró tranquila. Honestamente no sabía cómo tomarlo. Si bueno o malo.

"Sí, claro. Yo sólo vine por comida", alzó su hombro.

"¿Y ahora para quién es si no es para mí?", alcé una ceja, ella comenzó a reír y se paró cuando dijeron su nombre.

"Aunque no lo creas, es para mí", regresó con pan francés y tocino. Diablos, ¿por qué no pedí eso? Se miraba bien.

"Vaya, si comes por tu cuenta", bromeé y sentí una ligera patada por debajo de la mesa. Oye.

"Tengo una boca también y es para meter comida ¿de acuerdo?", oh, ahí va de nuevo el sexo. Alcé mis cejas y solté una carcajada.

"Woo hoo, si yo no dije que era para otra cosa", alcé mis brazos en inocencia y ella hizo bola una servilleta para lanzármela en la cara. Comencé a reír más fuerte.

"Así, no nos llevamos", dijo ofendida y bebió de su vaso. Reí por última vez y tomé un poco de aire.

"Lo siento", bebí también de mi jugo sin poder quitar la sonrisa de mis labios.

"No lo haces", me sacó su lengua y estiré mi brazo para tomar una tira de tocino frito. Comencé a meterla lentamente entre mis labios y le hice una mirada perversa.

"Mmmhmm...", ella tapó su boca para no escupir la comida y comenzó a reír.

"¡Basta!", soltó una carcajada y me acomodé.

"Ya, pues", seguí comiendo.

"No sabía que sabías reír", dijo ella, y alcé mis hombros avergonzado.

"También tengo dones escondidos", confesé y una sonrisa se formó en sus labios.

"¿No asistes a la escuela los sábados?", preguntó y negué.

"De lunes a viernes, pero me suspendieron una semana", ella me miró sorprendida.

"¡¿Una semana?!", preguntó exaltada. "¿Pues qué estabas haciendo?".

Arrugué mi nariz.

"Es acumulable, realmente".

Sí le contara por todo lo que me suspendieron. No era la gran cosa, quiero decir, está bien. Me vienen queriendo suspender desde el semestre pasado. He cogido en el campus, he llegado un poco... Drogado, he fumado, me he dormido, le he respondido a los maestros, le roto ventanas, he ponchado llantas, he chocado. Son un sinfín de cosas.

"Ya veo que te gusta meterte en problemas", negó.

"No me meto en problemas", me le quedé mirando. "Sólo no hago mucho caso a lo que me dicen". Bastante claro.

Airplanes » l.hWhere stories live. Discover now