—¡Tienes apenas diecisiete años! ¡No tienes idea de lo que hay ahí afuera!

Sí que tenía idea, ahora sí. Esas palabras me dolieron, como el infierno, pero estaba muy molesta.

—Aún eres pequeña hija. —Intentó calmar la discusión papá. —Estamos cuidándote. Nada termina bien para esas chicas que se visten para seducir, ellas terminan muy mal. —Intenté atacar y defenderme a mi e incluso a ellas, pero él me interrumpió. —Y no permitiremos que camines por ese camino, Jessica, te lastimarán. Te amamos y eres pequeña, tienes que aceptarlo.

Sus palabras me dejaron un gusto muy amargo.

—No importa lo que haga, no importa cuán bien haga las cosas, jamás es suficiente. Ese simple vestido puede cambiar mi imagen para ustedes en pocos segundos. Porque nada de lo que realmente soy me define, sino vestidos cortos y calificaciones bajas. Dime mamá, ¿esto es porque tengo diecisiete años o porque no puedo jugar mis propias cartas y crearme como persona con mis reglas?

—¡Eres una niña! ¡Busco lo mejor para ti! ¡Te prohibiré lo que sea necesario para hacer de ti una mujer respetable e increíble que no necesitará más que su inteligencia para caminar en el mundo! —

Harta me puse de pie para irme, sin embargo, mamá me detuvo.

—¡Ven aquí! ¡¿Por qué nunca terminas las conversaciones?! —Mis pies se detuvieron en el camino para voltearme hacia ella.

—¡¿Conversaciones?! ¡Tú no sabes lo que es eso! ¡Lo que quieres es discutir y yo no quiero discutir contigo! ¡mira lo que haces solo por que no te gustó un vestido que compré!

—¡Eres una irrespetuosa! —Ella se puso de pie.

Solté una risa irónica, tocando mi frente cansada.

—Aprenderás a respetarnos, lo harás, Jessica y soportarás las consecuencias de tus acciones. Mientras vivas en esta casa, —Mamá dio dos pasos hacia mí, colérica. —No desobedecerás porque estamos formando una mujer de bien, no una zorra, no una desobediente, tampoco una irrespetuosa y malcriada.

Papá cansado tocó la mano de mamá, para detener sus palabras.

—Ella ya lo comprendió. —Papá habló, suspirando. —¿No es cierto, Jessica? —Él me miró, esperando aprobación de mí. Respirando asentí, tragándome las palabras.

—No tienes idea lo que es el mundo ahí afuera, hija. No sabes cómo son las noches, ni de lo que la gente mala es capaz de hacerte. Cualquiera, cualquier persona que no conozcas, o incluso en quien confíes puede hacerte daño. Incluso quien menos lo pienses. Yo siempre buscaré que estés bien, aunque las formas no vayan contigo o no estés de acuerdo. No sabes, cariño, no sabes el peligro que hay ahí afuera.

—¿Cómo voy a saberlo? —Solté, con la voz quebrada, pero no me permití llorar, aunque doliera. Dolía mucho que de pronto ahora sus advertencias fueran demasiado tarde. —Nadie jamás me enseñó, mamá, jamás me dijiste qué cosas verdaderamente hago mal para aprender de ellas y hacerlas mejor. Lo que hoy soy lo construí sola mientras a su vez aprendía a cuidar de mí y de Lou, haciendo juntas la niña increíble que ella es. Y que me digas como vestir, me enferma, pero no me molestaré si me ayudas en la vida, mamá. —Limpié mis lágrimas. —Ya me lastimaron, y no fue por un vestido, ni porque estaba alcoholizada ni porque estaba en un lugar donde no debía, me lastimaron porque yo no sabía quiénes podían ser los malos en mi vida. Y mamá no creo que haya sido mi culpa.

La mirada que antes había en ellos desapareció y la preocupación hizo estragos en sus miradas. La culpa también.

—Hija... —Intentó decir mamá, pero la interrumpí.

ARDER EN LIBERTADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora