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William

Estaba asustado, por eso había salido corriendo del apartamento de Aidan.

Claro que él me gustaba, claro que quería besarlo, abrazarlo, tocarlo… acostarme con él…
Pero no por alguna razón me asusté tanto que terminé huyendo.

Tal vez la razón era que no quería hacerlo en ese estado, ebrios.
Desde el inicio noté lo mucho que estaba bebiendo Aidan, pero intenté no preocuparme demasiado, sin embargo, en el momento en que comenzó a tocarme mi corazón se exaltó en mi pecho, y cuando me besó mi corazón se regocijó en una inmensa alegría, por eso le devolví el beso; a pesar de ello, y aunque había notado la forma tan lasciva en la que me miraba yo no quería llegar hasta el final, no esa vez.

En cuanto salí llamé a Ryan, quien seguramente no estaría muy lejos.
Lo esperaba sentado frente a la puerta del edificio, seguía muy asustado, y algunas lágrimas recorrían mi rostro.

—¡Will!— llamó Ryan exaltado. —¿Qué ocurrió? ¿Estás bien?

—Por favor llévame a casa,— pedí —estoy muy ebrio como para conducir así que, por favor, llévame a casa.

La expresión confundida y asustada de Ryan no lo detuvo de ponerme de pie y guiarme hasta el asiento trasero del auto.

A pesar de lo tarde que era Ryan conducía enérgica y cuidadosamente, tanto que pronto estuvimos en casa.

Aletargado salí del auto y caminé hasta el interior de la casa.

—¿Quieres que te acompañe a tu habitación?— ofreció Ryan.

—No… está bien— respondí luego de un momento.

Subí las escaleras y fui directamente a la habitación, solo me quité la ropa y me metí a la cama.

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La Sacra CoronaWhere stories live. Discover now