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Aidan

Desperté en una cama en la que no pensé jamás estar, al menos estaba con alguien conocido, alguien querido.
Carlysle y yo estábamos en el cuarto que él se había ganado, después de decirle que quería con ansias que me hiciera un desastre, de que me llevara a la cama, de que me desnudara y me penetrara como si no hubiera un mañana habíamos quedado exhaustos.

Acaricié suavemente la mejilla de Carlysle, quién estaba a mi lado, profundamente dormido; se veía tan lindo con el cabello revuelto.

Sin levantarme me estiré con cuidado de no molestar a Carlysle, luego me levanté. Busqué mi teléfono entre mi ropa y la de Carlysle, ambas estaban revueltas en el suelo.
Cuando por fin lo encontré revisé antes de nada la hora, eran las 11:15 a.m.

Recogí mi ropa interior y me duché, el agua caliente servía para aliviar un poco el dolor de espalda, toda la acción al final me dejaba adolorido.
Cuando salí de ducharme me puse mi ropa interior y tomé una sudadera de la dotación de ropa que sabía Marco guardaba en cada habitación, nadie sabía de esa dotación, solo los más cercanos.
La sudadera era tan grande que me quedaba un poco por encima de las rodillas, no tenía ganas de usar ropa ajustada al nivel de la cintura, así que mejor me quedaría así.

Salí del baño y vi que Carlysle se removía en la cama, me acerqué y vi que estaba despierto, me senté a su lado y él acomodó su cabeza en mi regazo.

-¿Cómo está tu cuerpo?- preguntó con la voz ronca.

-Siento como que alguien me está martillando la espalda baja, pero, fuera de eso estoy bien- informé.

-¿Debería conseguirte algo?

-Sería ideal, pero por ahora estoy bien, me duele sentarme y eso, pero es tolerable, así que no te preocupes mucho.

-Bueno...- respondió no muy convencido.

-¿Qué tal dormiste?

-No me quejo, descansé bien; ¿tu que tal?

-Morí- bromeé, haciéndolo reír.

Carlysle se removió en mis piernas, bostezó mientras yo le acariciaba la cabeza.

-Voy a ir a la cocina,- informé mientras me levantaba con cuidado -traigo mi teléfono por si necesitas algo, ¿si?

-No te vayas- lloriqueo.

-Dramático- acusé.

-¿Y si me pierdo? No conozco aquí- dramatizó, haciéndome reír.

-¿Qué? ¿Te dejo un camino de migajas de pan?

-Mejor quédate conmigo.

-No te vas pasar nada- aseguré mientras le besaba la frente -me voy a asaltar la cocina.

Salí de la habitación antes de que Carlysle pudiera objetar algo más.
De camino a la cocina me encontré con un desastre por todos lados, a cada lugar que miraba había botellas de alcohol -en su mayoría vodka-, vasos desechables, cigarros electrónicos desechables, colillas de cigarros y demás.
En el trayecto también me encontré con el servicio de limpieza que contrataba Marco para después de las fiestas, siempre eran las mismas señoras amables que ya conocía, las saludé con gusto.

La Sacra CoronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora