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Aidan

El tiempo avanzó, William regresó de Boston y no le dije ni una sola palabra de lo mal que la había pasado durante los días que en los que él se había ausentado; por otro lado, Kaori mantenía un sutil pero constante contacto, y se aseguraba del estado de mi salud.

Un día, hablando con él, me recordó de algunas cosas que había dejado en casa de Carlysle debido a las prisas y el pánico, por ello, me ofreció entregarme dichas pertenencias en cierto lugar que nunca había conocido, aunque sabía de su existencia.

Llegué a la casa de Carlysle sobre las 3:00 p.m.

Me resultaba difícil estar ahí, sabía bien que él rara vez iba ahí porque prefería la casa de sus padres, porque ese era su hogar; esa casa tenía una carga sentimental demasiado fuerte a pesar de que jamás había puesto un pie en ese lugar, a pesar de que no tenía siquiera una vaga idea de cómo era por dentro o por fuera; en esa casa era donde debí pasar todo mi tiempo como "garantía", tal vez si las cosas hubiesen resultado como Carlysle las había planeado jamás nos habríamos acercado tanto, y jamás habríamos llegado a sentir algo por el otro.

—¿Por qué mis cosas están aquí...?— pregunté a Kaori mientras echaba un vistazo a la casa.

Lograba comprender porque a Carlysle no le gustaba para vivir, era una casa hermosa con un estilo minimalista y tecnológico, pero no era más que un lugar vacío, no era un hogar, solo era un recinto que usaba cuando quería, con quien quería.

—Bueno, cuando te fuiste y él se dio cuenta de estas cosas no hizo más que aferrarse a ellas,— explicó Kaori —fue deprimente durante días, Carina se las quitó y me pidió que me deshiciera de todo esto, pero no pude, así que se me ocurrió guardado aquí, igual no viene desde hace meses.

—Ya veo...

—Espérame aquí, vuelvo en un momento— anunció mientras caminaba a otra habitación, no me molesté en responder.

Miraba la casa con intriga aunque con pena, si es que ese era el nombre para describir lo que sentía. Un par de minutos pasaron hasta que Kaori volvió, de su hombro colgaba una maleta negra que me entregó, era bastante liviana.

La abrí y pude ver algo de ropa, principalmente camisas, un portaretratos con una foto que había tomado de mí con Carlysle y posteriormente le había regalado con mucha pena, aunque con mucho cariño también, igualmente vi una pequeña caja que me resultaba familiar, aunque no podía recordar de dónde, la abrí y encontré el anillo que Lyle me había obsequiado, todo era un doloroso recuerdo.

Consideré pedirle a Kaori que se deshiciera de todo, pero no pude, simplemente le agradecí por guardar todo eso y por entregarmelo ahora, aunque no tenía razón por la que serlo era muy amable, no me miraba con lástima, en su lugar me miraba como dándome ánimo.

—¿Eso es todo?— pregunté, quería irme de ahí lo más pronto posible.

—Si, es todo— afirmó.

—Bien... entonces...

—Está bien, entiendo que no te sientas cómodo aquí, puedes irte ya.

Asentí con una leve sonrisa de gratitud en el rostro y caminé a la puerta con la maleta colgando de mi hombro.

—Kaori,— llamé justo cuando estaba por abrir la puerta para irme —gracias, por todo.

—No tienes porque agradecerme— respondió él.

No pude evitar sonreír ante su simpleza y gentileza, me acerqué a él y lo abracé; él me devolvió el abrazo y por un minuto sentí que todo iba a mejorar, pero esa sensación no duró mucho.

La Sacra CoronaWhere stories live. Discover now