41

676 45 2
                                    

Carlysle

—¿Cómo te sientes?— pregunté a Aidan.

—Estoy bien— murmuró.

Ya había pasado un rato de la conmoción con respecto a Rowan y desde que se lo llevaron noté que se había puesto triste, no me lo decía, pero podía notar el temblor en su mano, como se mordisqueaba el labio o el simple hecho de que no quería que lo soltara eran cosas muy obvias para mí, sabía que él tenía la impresión de que si lo soltaba iba a quedar desprotegido.

Si bien en cuanto se llevaron a Rowan me preocupé por como fueran a reaccionar mis amigos ante todo el asunto sorpresivamente no se lo tomaron a mal, estaban sorprendidos, por supuesto, pero no se veían como si quisieran tomar represalias contra Aidan.

Aidan de alguna forma se había disculpado con todos por su actitud tan agresiva; “mis padres murieron cuando yo era un niño, y si bien todo lo que se de ellos es por los relatos de otras personas no pude soportar que hablara así de mi madre, ella era maestra, o al menos eso me dijeron…” había dicho él; se notaba triste, aunque no arrepentido, esas cosas no necesariamente tenían que ir de la mano.

Poco a poco todos comenzaron a bromear, tratando de aligerar el ambiente; al principio bromeaban sobre cómo Rowan había sido brutalmente humillado por Aidan, lentamente cambiaron de tema, nadie además de Mia y de mí había notado que ahora Aidan ya no se relacionaba tanto, ya no hablaba tanto, apenas y reía, me parecía que estaba muy incómodo con la situación pero por alguna u otra razón no me decía nada.

—¿Me acompañas al baño?— pregunté bajito para que solo él me escuchara. Aidan asintió.

Nos levantamos del sillón en el que estábamos sentados juntos, tomé su mano y comenzamos a caminar.

—Ya volvemos— informé rápidamente, no me pareció que prestarán mucha atención, mejor.

Caminamos en silencio hasta los baños, pero no nos detuvimos ahí, seguí caminando, guiando a Aidan a otra sala, a una vacía para que pudiéramos tener privacidad y hablar cómodamente.

Desde luego que Aidan lo notó, pero no dijo nada, hasta me daba la impresión de que se esperaba que hiciera algo así; cuando entramos a la sala fuimos a los sillones vacíos que nos esperaban, nos sentamos.

—¿Ahora si vas a decirme en realidad cómo te encuentras?— pregunté, Aidan se mantenía en silencio, cabizbajo.

—¿Suena muy malo decir que no estoy triste por haberle roto la nariz a ese chico?— preguntó luego de unos segundos de silencio.

—Para mi no— respondí sinceramente. Era la verdad, honestamente no me parecía algo terrible que no estuviera afectado por eso.

—Bueno, es así, estoy bien con lo que hice, no siento remordimiento ni nada…

—¿Entonces por qué estás triste?

—Por lo que dijiste— murmuró.

«No puede ser, ¿que dije?»

—¿Qué parte de lo que dije?—pregunté, debía hacerme responsable de mis palabras, porque sabía que tanto mis palabras como mis acciones podían lastimar a los demás, y no me gustaba saber que algo de lo que yo había dicho había lastimado a la persona que más me importaba, Aidan.

—La parte sobre qué estás orgulloso porque no dejo que hagan lo que quieran conmigo… En realidad no es lo que dijiste, es lo que recordé a base de eso; no creas que me lastimaste con tus palabras o algo por lo parecido.

—¿Qué recordaste?— pregunté luego de un momento.

—Todo— respondió con simpleza. —Recordé a los Clarck y sus múltiples abusos, recordé la vez de la biblioteca, las miradas en los hospitales… todo.

La Sacra CoronaWhere stories live. Discover now