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 Aidan

—¿¡Qué tú qué!?— exclamó William a través del teléfono.

—No hagas tanto drama— regañé.

—¿Qué no haga "tanto drama"? Aidan, si hubiese sabido que nada más poner un pie en ese avión te irías a casa te habría traído conmigo.

—Tengo escuela— recordé a modo de excusa —además, estar en mi casa es lo más normal del mundo, más o menos, y solo-

—Tu no eres alguien que entre en esa definición.

—Si... ya sé... pero solo quiero limpiar un poco, pasar algo de tiempo conmigo y... sanar.

—Bien, bien, pero al menos deja que Asher esté contigo, al menos cuando estés fuera.

—Will, estoy bien, no necesito que Asher sea mi sombra, déjame.

—...

—Voy a colgar, aquí son más de las diez y estoy cansado, mis clases hoy fueron un infierno y esta conversación agotó lo que me quedaba de vida, así que, buenas... lo que sean.

—Descansa, Aidan.

—Tu igual.

—Te quiero...

—...te veo pronto— fue lo último que dije para luego terminar con la llamada.

Había hecho mi tarea solo por primera vez en un tiempo, no estaba muy seguro de si estaba bien pero estaba orgulloso de haberlo logrado, estaba exhausto y me dolía mucho el cuerpo, así que necesitaba urgentemente dormir.

Creí que al despertar me sentiría como nuevo, listo para enfrentarme a un nuevo día, pero nada más abrir los ojos me di cuenta que eso no podría suceder, no hoy.

Me dolía la cabeza, la luz me lastimaba los ojos, temblaba como una hoja al aire y mi ropa se pegaba a mi cuerpo.

«Medicina... necesito tomar algo»

Cómo pude, haciendo uso de toda la fuerza que me quedaba en el cuerpo me levanté, fui al baño y saqué el botiquín, me metí en la boca un termómetro solo para estar seguro de cuánta fiebre tenía mientras que buscaba algo para bajar el infierno que sentía, pero no había nada, y al tiempo que me frustraba por no tener ni un solo medicamento saqué el termómetro de mi boca y vi en la diminuta pantalla un número que me asustaba, 38.9° de temperatura.

Me recosté en el piso del baño, estaba frío y me aliviaba un poco, jadeaba al tiempo que lágrimas salían de mis ojos, estos me ardían como si tuviese horas sin parpadear. Me arrastré a la bañera con el cuerpo tembloroso y giré la llave del agua fría.

Las gotas chocaban con mi cuerpo, era una sensación extraña, sentía el agua fría en las manos, pero en mi cuerpo se sentía como agua tibia, mi ropa estaba empapada, pero se sentía bien.

No podía llamar a nadie, cualquiera relacionado con los Crawford estaba plenamente descartado, cualquiera de los Beck o sus relacionados también lo estaban, no quería que William se enterase; Cyra también estaba descartada, aunque había intentado disculparse numerosas veces no la había perdonado, me había lastimado y no tenía porque perdonarla, al menos no aún.

Estuve unos minutos en la bañera, bajo el chorro del agua helada hasta que decidí que estaba lo suficientemente mejor como para poder salir a la farmacia más cercana.

Salí de la ducha y me quité la ropa, luego tomé una toalla y sequé mi cuerpo, caminé por mi cuarto hasta mi clóset y me vestí. Tomé algo de dinero y salí.

Afuera, en el mar de personas, hacía un clima demasiado cálido según podía imaginar, pero yo no hacía más que tiritar dentro de mi chaqueta invernal.

Mientras caminaba a la farmacia no hacía más que detestar vivir tan lejos de una; cuando llegué compré todo lo que creí necesario, aunque tal vez la mitad de las cosas que había comprado terminarían al fondo del botiquín, olvidados hasta caducar.

Salí de la farmacia y mientras caminaba intentaba abrir uno de esos envases en los que venden los medicamentos, pero justo cuando estaba por sacar una pastilla choque con alguien.

«Genial, eso me pasa por caminar tan descuidadamente.»

—Discúlpeme— dije al tiempo que me agachaba para recoger la caja de medicamentos que se me había caído al momento de chocar. —No veía por donde estaba caminando, ¿está usted...?

—¿Estás bien?— interrumpió Kaori mientras me devolvía el blister de los medicamentos.

Me quedé sin habla, estaba tan sorprendido que no lograba articular palabra alguna, abría la boca sin éxito alguno, y solo sentía como si la fiebre hubiese aumentado y mi respiración se entrecortaba tanto que comenzaba a hiperventilar.

—Tranquilo,— dijo en tono reconfortante —soy yo, no voy a hacerte nada, ¿te sientes bien?

—Eh... si— dije tontamente sin procesar en realidad lo que me estaba diciendo. —Digo, no, solo es un poco de dolor.

Kaori me miró confundido, incrédulo.

—¿Y qué haces por...?

—Está todo listo, vámonos— interrumpió una voz de pronto a mis espaldas.

«La voz, ¡esa voz...!»

Miré por encima de mi hombro con la única intención de confirmar lo que ya sabía.

Lo vi, ahí estaba él, a un paso de distancia, a una palabra de cambiar todo nuevamente, a una palabra de devastarlo o reconstruirlo, todo podía pasar, pero nada debía pasar.

~~∆~~

La Sacra CoronaOù les histoires vivent. Découvrez maintenant