73

91 13 0
                                    

Cyra

—Maldito seas Aidan Lennox— maldije con ira.

Jamás, ni en mi más loco sueño o pesadilla imaginé que Aidan, mi mejor amigo, sería capaz de hacer una barbarie tan descabellada.
¿Cómo era posible que le hubiese dicho cosas tan horribles a Carlysle, la persona que tanto lo había ayudado, y que tanto lo amaba?

Y aún peor que eso, se había desaparecido.

Había tardado uno o dos días en enterarme de tan lamentable suceso, luego, busqué y llamé incansablemente sin respuesta alguna.

Había buscado en todos los lugares que creí posibles, menos uno, la casa de Will.

Aquí estaba, frente a la casa del ex novio de mi mejor amigo, con la esperanza de encontrarlo en algún rincón de la misma.

—¿¡Cómo que no puedes dejarme entrar!?— refunfuñe con cansancio y enojo.

Había llamado a la puerta y luego de esperar unos segundos él fue quien salió a mirar de quien se trataba.

—Lo siento, no hay visitas señorita Cyra— respondió Lorenzo con tono neutro.

«Este tipo... ¿acaso no sabe quién soy?»

—Lo dices cómo si esto fuera un hospital,— me quejé —solo déjame entrar, quiero preguntarle algo a William.

Lorenzo hablaba, pero no me interesaba escuchar sus pobres y absurdas explicaciones. Cuando comenzaba a hartarme logré vislumbrar la silueta de alguien a lo lejos, tenía la fuerte y certera corazonada de que se trataba de William.

Aproveché un momento de distracción por parte de Lorenzo y me escabullí rápidamente hasta dentro de la casa.

—Está aquí, ¿no es cierto?— pregunté agitada.

—Lo siento señor, yo...— habló Lorenzo a mis espaldas.

—Está bien,— interrumpió Will —no te preocupes Lorenzo, déjanos solos.

—Sé que está aquí— declaré con seguridad.

—Y si sabes que está aquí, ¿para qué viniste entonces?— preguntó con tono sombrío. —No molestes y vete.

—¿¡Por qué de repente eres tan grosero!?— me quejé.

No era normal ver a William tan serio y enojado, él era generalmente reconocido por ser risueño y amable con prácticamente cualquier persona, aunque claro, Aidan gozaba de "mejor versión" de esa dulce y simpática personalidad.

—¿Por qué te sorprendes tanto?

—Sé que desde hace un tiempo has sido amable solo por Aidan,— recordé —sé que ya no te agrado tanto como antes, pero tampoco debes ser tan rudo. Te recuerdo que los últimos meses yo te ayudé mucho.

—Y te lo agradezco,— habló —pero no por eso voy a permitirte que hagas un alboroto.

—¡Eres un insensible!

—Y tú un sucio parásito.

No pude más, me di la vuelta y subí las escaleras corriendo, si Aidan estaba en esa casa y no había asomado la cabeza aún entonces debía estar dormido.

—¡Aidan!— comencé a llamarlo —¡Aidan! ¡Aidan sal de una maldita vez!

Revisé habitación por habitación, no había rastro de Aidan y William solo se acercaba más y más con pasó decidido, me quedaba poco tiempo.
Quedaban algunas habitaciones por revisar y poco tiempo, había que elegir, y sin dudarlo entré a la antigua habitación de Aidan.

Para mí sorpresa, ahí estaba, profundamente dormido, con el semblante tranquilo, aunque con unas profundas ojeras bajo los ojos.

—¿¡Cómo puedes estar tan tranquilo cuándo él está hecho pedazos!?— grité.

Lo que pasó después ocurrió tan rápido que tardé un momento en asimilarlo; inmediatamente después de gritarle a Aidan, él, sobresaltado y pálido se incorporó un poco mirándome aterrado; una mano, tomándome con fuerza del brazo y jalándome con fuerza; mi cuerpo, chocando con una pared, lastimándome, sacándome el aire.

—Ryan, sácala de aquí, no quiero verla— ordenó William, a quien una pesada aura acompañaba.

—¡No me iré tan fácil!— exclamé.

William me miró de arriba a abajo, con una mezcla de odio y asco, luego entró a la habitación de Aidan y cerró la puerta tras de sí.

Ryan por otro lado, me tomó del brazo y comenzó a jalarme.

—¡Cyra no hagas esto más difícil!— gritó.

—¡Tú no te metas en esto!— exclamé.

Ryan suspiró con pesadez, me miró con lástima y me cargó sobre su hombro.

—Si te caes no es mi problema— advirtió ante mis movimientos para intentar salir de su agarre.

Bajó las escaleras, caminó con rapidez, abrió la puerta, salió de la casa y me dejó en el piso frente a la puerta de la casa.

—No vuelvas, Cyra,— advirtió —la próxima no seré tan amable.

Se dió la vuelta y cerró.

Ellos eran mis amigos, ¿cómo era posible que me tratasen peor que a un extraño?

~~∆~~

La Sacra CoronaWhere stories live. Discover now