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William

—Has vuelto— habló Aidan con una sonrisa en el rostro.

—Si, lamento no haberte dicho que mamá y papá se iban hoy— me disculpé.

—No te preocupes, entiendo.

—Vale… ¿puedo pasar?

—Preferiría que no,— se apresuró a decir, saliendo de la habitación y cerrando la puerta tras de si —es que tengo un desastre, ¿pero que te parece si vamos a la sala y seguimos hablando?

—Ah… claro, está bien por mi.

—Vamos entonces.

Algo no andaba bien, algo en Aidan no estaba bien.

Caminamos por el pasillo, bajamos las escaleras, caminamos otro poco y llegamos a la sala, Aidan se sentó en uno de los sillones individuales, y yo me senté en el más próximo a él.

—¿Cómo estás? ¿Pudiste dormir?— pregunté.

—Si, aunque no mucho— respondió con serenidad. —¿Y tú?

—Tampoco pude dormir mucho, tenía que acompañar a mamá y a papá.

Aidan se veía perdido, distraído.

—¿Ya desayunaste?— pregunté.

No hubo respuesta.

—¿Aidan.…?

Nada.

—¡Aidan!— llamé casi gritando.

—Lo siento, me distraje,— suspiró —¿qué me decías?

—¿Qué tienes?— pregunté con seriedad.

—¿Qué…?

—¿Qué te ocurre? ¿Qué tenías que hacer con tanta urgencia anoche?

—…

—Dime.

—No quiero hablar de eso— dijo, se levantó y se dió la vuelta con intención de irse.

Normalmente no habría insistido tanto, normalmente le habría dado su espacio, pero, normalmente Aidan no estaría tan perdido.

—Quiero que me digas la verdad, Aidan— demandé.

Aidan se detuvo, noté como su cuerpo se tensó, no se giró, pero lograba ver el temblor de su mano.

—No pasa nada— mintió.

—Mientes, quiero la verdad— ordené.

Aidan se giró, se hacía el fuerte, pero en sus ojos se estaban acumulando lágrimas.

—Ya te lo he dicho, no pasa nada— respondió con firmeza.

—Si no te conociera tan jodidamente bien me lo creería,— dije —¿pero adivina qué? Te conozco mejor que nadie, a mi no puedes mentirme.

—Will, no insistas,— pidió, se le quebraba la voz —ya te he dicho que no pasa nada.

—¿Y por qué no te creo?

—Mira— suspiró irritado —he tenido una pelea con Crawford, fui a recoger una ciudad en la noche aprovechando que no estaba, solo eso.

—Muy convincente,— insistí —pero no para mí, dime la verdad.

—Ya te la dije.

—Aidan, sé que eso es mentira, y sé que algo malo te está pasando, ni siquiera puedes mentirme, y eres el puto amo de las mentiras— exclamé, la coraza fría y fuerte de Aidan se destrozó. —Ahora, Aidan, dime la verdad.

—No puedo,— sollozó con la voz rota y las lágrimas cayendo a borbotones de sus ojos —no puedo decirte.

—¿Por qué? Sabes que puedes confiar en mí.

—Pero esto no se lo puedo decir a nadie, ni siquiera a ti, es algo que debo resolver solo.

—No tiene porqué ser así, dime.

—No puedo…— dijo, y lloró aún más. Se sentó en el descansa brazos del sillón pies, todo su cuerpo temblaba. —No puedo…

—Aidan…

—Lo dejé, ¿okay? Le mentí y le dije que lo odiaba, que me daba asco, que solo lo había usado y que había vuelto contigo—  confesó.

—¿Qué…?— dije, atónito.

Aidan podía ser cruel cuando tenía la motivación correcta, pero no lo era así como así, no sin una verdadera razón.

—Si no lo hacía lo iban a matar— lloró.

Ahora todo cuadraba, lo amenazaron.

—Sigue— pedí.

—Un día,— comenzó — estaba solo en una cafetería, había echo una parada ahí para tomar algo y luego irme a casa de Carlysle… estaba tan feliz porque Cyra me había llamado para decirme que había conseguido entradas para El Cascanueces… tan feliz que ni siquiera me di cuenta que alguien andaba pululando a mi alrededor… me buscaba, preguntó por mi, y yo todo estúpido le dije que era yo, se sentó a mi lado y me clavó un cuchillo en las costillas, otro hombre se sentó frente a mí, debajo de la mesa me apuntaba con un arma y me enseñó unas fotos de Carlysle, de su madre, sus amigos… de mí… dijeron que si no lo dejaba en un plazo de un mes los iban a matar uno por uno… estaba tan asustado que cuando no sabía que hacer, me lo guardé, no dije nada... cuando me encontré a mamá y terminé aquí, luego de hablar contigo vi una oportunidad…

—Oh Aidan— sollocé mientras corría a abrazarlo.

Con el corazón destrozado Aidan me había contado la verdad, ahora entendía que sus acciones, sus palabras, cada pequeña decisión, todo lo había echo por amor.

—¿Sabes quién fue?— pregunté mientras que lo abrazaba, en un burdo intento de consolarlo.

—No,— murmuró en un hilo de voz —todo fue tan rápido que no tuve tiempo de analizar nada, ni en ese momento ni después.

—Okay... vamos a resolver esto, ¿si? Te voy a ayudar a dar con los responsables y a resolverlo todo.

—¿En serio?

—Si, en serio.

Aidan lloraba desconsoladamente.

—Los vamos a encontrar, y les vamos a hacer pagar por todo esto, voy a hacerles daño, y te los voy  a entregar en bandeja de plata, porque tú, Aidan, tú vas a acabar con ellos, uno por uno los vamos a destruir, te lo juro.

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