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William

Al principio estar con Aidan fue muy difícil, luego de que me invitó a dormir a su lado al principio apenas y podía soportar el latido de mi corazón y solo rogaba porque Aidan no escuchase o sintiese la rapidez con la que latía, pero tan solo unos segundos después de lograr calmarme y de asimilar las cosas caí rendido ante el cansancio, en sus brazos todo se sentía mejor; llevaba tanto tiempo sin dormir bien que no recordaba lo bien que se sentía despertar a la mañana siguiente completamente reparado y lleno de energía.

Luego, Aidan me sorprendió con el gentil acto de un gran y delicioso desayuno, al principio todo era tan incomodo que solo el acto de respirar o el de masticar se sentían escandalosamente ruidosos, pero gracias a la intervención de Aidan al comenzar una charla trivial todo fue mejorando.

Al principio no era más que una charla superficial, pero poco a poco y sin darme cuenta pasó el tiempo, no dejamos de hablar ni un segundo; nos contamos todo lo que habíamos hecho durante el tiempo en que habíamos estado alejados, y yo no podía estar más orgulloso de él, de todo lo que había hecho y lo que había logrado por su cuenta; yo siempre había creído en él, solo faltaba que él creyera en sí mismo, y al notar lo mucho que había cambiado para bien me enorgullecía y me llenaba de dicha poder estar cerca de él.

Estábamos tan cómodos charlando que cuando menos nos dimos cuenta la noche ya se había instalado, al ser tan tarde Aidan no me dejó irme, y aunque insistí que no era necesario que durmiéramos en la misma cama de alguna forma terminó convenciéndome y cuando menos lo advertí ya nos habíamos quedado dormidos.

A partir de ese día pasamos mucho tiempo juntos, a veces se quedaba en mi casa, a veces yo iba a la suya, otras veces nos dábamos nuestro espacio y otras veces solo llegábamos a enviarnos mensajes, lo mejor de todo es que todo resultaba de forma tan natural que ni los silencios prolongados eran incómodos, que aún en la ausencia de palabras podíamos comprendernos a la perfección, todo simplemente fluía como debía ser, pero no todo era tan perfecto.

—¿Y por qué no se lo dices? Guardarte las cosas no te servirá de nada y solo te creará más problemas, si no se siente cómodo o no te corresponde será mejor a futuro... debes enfrentar lo que sientes y no huir, porque al final te arrepentirás de no haber actuado— concluyó Rosas.

—Es demasiado fácil decirlo— refuté.

—Y demasiado difícil hacerlo, lo sé, pero también sé que eres perfectamente capaz de hacer las cosas, aunque tengas miedo, así que hazlo y si no resulta, bueno, mi puerta siempre está abierta.

—No lo sé... tengo que pensarlo.

—Hazlo cuando te sientas listo, pero recuerda que si tardas demasiado podría ser perjudicial.

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La Sacra CoronaWhere stories live. Discover now