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Aidan

Durante una cálida noche Julio iba camino a casa de William, mi novio, apenas pasaba de la media noche, pero ya era 15 de julio, y hoy celebrábamos nuestro aniversario, los últimos seis años habían sido los más felices de mi vida, y si bien teníamos pequeñas peleas nunca fue algo grave, incluso nos llegaban a decir que éramos la pareja perfecta.

—Es hora— murmuré para mí cuando llegué a casa de Will y aparqué el auto. Estaba demasiado emocionado por todos los preparativos que había hecho para este día.

William era hijo único, sus papás vivían en el extranjero, ambos retirados y alejados de la mafia que le entregaron en su totalidad a William hacía unos cuatro años; desde entonces el se hacía cargo de todo a lo que la mafia respecta, balanceando en su vida como cosas principales el estudio, la mafia, y yo. Entré a la lujosa casa de dos pisos, solo había un par de chicos de seguridad en la puerta a los que saludé con un gesto de mano que respondieron con una sutil reverencia con sus cabezas.

Continúe yendo a la cocina para dejar en la nevera un pequeño pastel que había hecho, luego subí las escaleras camino a la habitación de Will, llevaba su otro regalo en la mano, una gran caja negra con un moño rojo que, dentro contenía un álbum de fotos al estilo de la película “Up”, este álbum recababa cientos de increíbles recuerdos juntos, no era algo caro, ni algo lujoso, era algo que tenía un valor sentimental incalculable. Lo había hecho con algo de ayuda de Cyra, mi mejor amiga.

Cuando por fin llegué a la puerta de la habitación de Will y estaba por abrir la puerta escuché jadeos provenientes de dentro de la habitación, no quise pensar mal de William, pero justo cuando puse la mano en la perilla caí en cuenta de algo: por la escandalosa forma en la que los gemidos atravesaban la puerta, quién gemía debía ser otra persona, otro chico.

«Seguro es porno, si, debe estar viendo porno».

Abrí con cautela la puerta y dejé la caja de regalo sobre el piano de cola que había en la habitación, porque por increíble que fuera había un piano de cola en la habitación. La habitación estaba iluminada de forma muy tenue, por lo que, mientras mis ojos se acostumbraban a la penumbra seguí sigilosamente hacia la cama, lugar del que se escuchaban más claramente, pero ahora casi como susurros, los gemidos y jadeos. Cuando estuve más cerca de la cama pude ver a dos personas en la cama completamente desnudas, una encima de otra, teniendo sexo.

—Alza más las caderas— ordenó una voz, la voz de William. La otra persona, el otro chico, obedeció.

Volví sobre mis pasos hacia el piano, un nudo se había formado en mi garganta, y sentía que no podía respirar adecuadamente. Nunca había sido de los que montan una escena, pero tampoco podía dejar pasar la oportunidad de hacerles saber que no estaban solos en esa habitación, me acerqué al piano y me recargué en este, porque las piernas me temblaban con fiereza y mi respiración era errática, no podía llorar, no ahora, debía mostrarme como alguien frío.

Estiré la mano hasta las teclas del piano y toqué al mismo tiempo todas las que mis dedos abarcaron, creando un sonoro estruendo, no pasaron más que unos segundos luego del estruendo que había hecho se escuchó como una persona tropezó al caminar hacia mi dirección, era William.

—Has interrumpido un momento perfecto— se pronunció el otro chico. William no dijo nada.

—Viene la parte en la que intentas excusarte o disculparte,— dije a William con voz fría y distante —¿no es cierto?

—Aidan…— comenzó William.

—¡Vete!— intervino el sinvergüenza del otro chico.

—Creo que ni siquiera puedo odiarte,— admití —pero si siento algo realmente parecido al odio… William, años juntos, años, ¿y así es como termina todo?

—Aidan, por favor escúchame— rogó William.

—Tú maldito regalo está sobre el piano— dije antes de comenzar a caminar hasta la puerta.

Salí azotando la puerta tras de mí, la persona que juraba amarme me estaba engañando, y no solo eso, me engañaba el día de nuestro aniversario. Sin mencionar que el descarado no había dicho nada ni siquiera para callar al sinvergüenza de su amante.

Empecé a caminar rápidamente hacia las escaleras, quería salir tan rápido como fuera posible del lugar. Cómo dejé el auto aparcado fuera de la casa huir del lugar sería aún más fácil. Salí sin siquiera despedirme.

Apenas salí del área de la casa, estando ya sobre la acera en camino al auto, una mano cubrió mi boca con fuerza, otra mano inyectó algo en mi cuello, todo se puso borroso.

Un automóvil negro llegó rápidamente haciendo un fuerte chirrido mientras se detenía, de este mismo bajo una persona, que, junto con la que me había inyectado algo me cargaron dentro del coche.

—¡Aidan!— grito una voz desde el umbral de la puerta de la casa de quién ya era mi ex novio. Todo se volvió borroso y, al mismo tiempo que el auto salía a toda velocidad del lugar, todo se volvió negro.

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La Sacra CoronaWhere stories live. Discover now