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William

Cyra, esa maldita chica, ya no la soportaba, desde hacía mucho que ya no, y si bien la respetaba tanto como podía jamás podría permitirle que perturbase a Aidan de ninguna manera.

—Aidan— susurré mientras me sentaba a su lado con delicadeza para no asustarlo aún más.

Él estaba en shock, lágrimas salían de sus ojos a borbotones, comenzaba a hiperventilar.

—Aidan, mírame— pedí. —Aidan, mírame por favor.

Tome el rostro de Aidan con delicadeza y lo gire hacia mi, lo acerque a mi y lo abrace, su frágil y delgado cuerpo temblaba entre mis brazos.

Acaricie su cabeza gentilmente mientras lograba escuchar leves sollozos, lo abracé con fuerza e intente mantener la calma en todo momento para así transmitirle algo de tranquilidad a Aidan.

—¿Soy mala persona?— susurró de pronto, luego de un rato llorando.

—¿Qué...?— respondí sorprendido, jamás habría imaginado que él diría algo así.

—¿Soy una mala persona?— repitió.

—Por supuesto que no— respondí con seguridad; alejando a Aidan de mi pecho para poder verlo.

—¿Entonces por qué me pasan cosas tan malas?— sollozó.

Verlo tan destruido me partía el corazón; no pude contener las lágrimas.

—A veces,— sollocé mientras le limpiaba las lágrimas con el dorso de la mano —las personas que menos merecen sufrir, son las que más difícil lo pasan... y tú, desafortunadamente has tenido desgracia tras desgracia, y eso es una de la muchas razones por las que te amo.

—¿Qué...?

—Mhm, te amo porque a pesar de todos los malos días, las malas experiencias, las malas personas y todo con lo que te has cruzado sigues viendo la belleza del mundo, de las personas... siempre he pensado que eres más fuerte de lo que crees, aunque no lo creas, eres tan valiente, y tan hermoso, y tan... genial...

Aidan me miraba fijamente mientras las lágrimas continuaban saliendo de sus ojos, los que por primera vez en mucho tiempo vi brillar con la misma intensidad de la estrella más brillante del universo.

«Quiero besarlo...»

Le había estado acariciando la mejilla, y aproveché la posición de mi mano para deslizarla hasta su mentón, lo acaricie suavemente y lo acerque a mi; poco a poco, centímetro a centímetro lo acerque a mi, hasta que Aidan se apartó y agachó la cabeza.

—Perdón...— susurró —no puedo, lo siento.

—No,— me apresuré a decir —está bien, perdóname.

—¿Puedes irte?— pidió luego de un momento de silencio —No me lo tomes a mal pero, necesito estar solo.

—Claro, no te preocupes— respondí. Me puse de pie y me fui.

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La Sacra CoronaTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang