39

694 45 52
                                    

Carlysle

Después de caer sobre Aidan, de levantarnos y abrazarnos comenzamos a caminar fuera del parque; por un momento, perdí a Aidan de vista, pero cuando volví a verlo me apuntaba con una bola de nieve que lanzó nada más notó que lo miraba.

El frío proyectil de color blanco impacto en mi brazo derecho, Aidan comenzó a reír.
Aproveché que estaba distraído y armé rápidamente un proyectil, que tan pronto como tuve listo se lo lancé; la bola de nieve le dio en el pecho, Aidan cayó.

Afortunadamente cayó de espaldas sobre un montón de nieve, aún con eso no dejó de reír.
Me acerqué para corroborar que estuviera bien, la forma en la que reía y su resplandeciente sonrisa me decía que estaba bien, que no tenía de que preocuparme.

Le extendí la mano con la intención de ayudarlo a ponerse de pie, tomo mi mano, pero tiro de ella haciéndome caer. Se movió justo antes de que cayera sobre él, así que caí de cara a la fría nieve. Aidan aún reía, todavía más fuerte, giro la cabeza para mirarme y mientras yo me frotaba la cara el comenzó a lanzarme un poco de nieve.

Tenía frío, la cara y las manos heladas, pero ver cómo Aidan se retorcía por la risa me transmitía una increíble sensación de calidez, verlo me parecía algo divertido, pero por sobre todo, escuchar su risa me era algo precioso, algo invaluable.

Lo tomé de la cara, el cesó su risa, me miró con cierta confusión, tenía la nariz roja y cada vez que exhalaba podía ver el vaho saliendo de su boca.

«Necesito besarte».

Y así lo hice, lo acerqué a mi para besarlo, sus suaves y esponjosos labios me recibieron con gusto; lo fui acercando cada ve más a mi, sin dejar de besarlo.

—Te quiero— susurró contra mis labios una vez que nos separamos.

—Yo también te quiero,— murmuré —futuro esposo.

Aidan sonrió apenado, dejó de mírame y luego se sentó, imite su acción.

—¿Nos vamos ya?— preguntó.

—Cómo tu quieras,— respondí —yo hoy sigo tus instrucciones.

—En ese caso, vámonos ya.

Me levanté y me sacudí la nieve, lo ayudé a levantarse y mientras él se quitaba la nieve de la ropa yo le sacudí el cabello.

Caminamos de vuelta al hotel, esta vez si hablamos en vez de solo caminar en silencio tomados de las manos.

Al llegar a la habitación Aidan se quitó la chaqueta y se tiró a la cama, no creí que se quedaría dormido, pero en cuanto le eché un vistazo escuché su acompasada respiración, se había quedado dormido.

Durmió tranquilo, aunque no por mucho tiempo, cuando despertó dijo que teníamos que irnos, bajamos hasta el auto y conduje hasta donde me indicó.

Llegamos sobre las 11:30 p.m. a un barrio de gente en muy buena posición económica, conocido por ser el lugar predilecto que escogían médicos de renombre, abogados, contratistas y demás gente que se pudiera pagar un alto estilo de vida; tal vez si yo fuera solo un empresario viviría ahí también.

La calle estaba atiborrada de autos de todo tipo, y aunque estábamos lejos de donde podía asumir era la fiesta ya se veía bastante gente.

Bajamos del auto y caminamos hasta la que a primera vista era la casa más ostentosa del lugar. Entramos.

Había gente por todos lados, el lugar estaba bien iluminado así que podía ver desde ya que había un montón de gente, y eso que solo estábamos en la entrada.

La Sacra CoronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora