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Carina

—¿Qué es tan importante como para que me llames tan desesperadamente a estas horas?— pregunté irritada a Ben.

—Yo se que estás ocupada, pero esto es una emergencia— respondió con tono preocupado.

—¿Qué pasó?— cuestioné mientras me levantaba de la cama, tenía la sensación de que tenía que levantarme y vestirme lo más pronto posible.

Jake, el hombre a mi lado intentó impedir que me levantara.

—Es Carlysle,— soltó Ben, sentí un vuelco en el corazón —te necesita más que nunca.

—¿Q-qué?— pregunté con miedo a la respuesta.

Sentía un vacío en el estómago, tenía el corazón martilleando en mis oídos y me temblaban las piernas, pero me las arreglé para recoger mi ropa.

—Te recojo en cinco minutos— fue lo último que dijo Ben, luego terminó la llamada.

Carlysle, mi único hijo, ¿estaba en peligro? ¿O tal vez había sufrido un accidente? ¿O...?

—¿Te vas?— preguntó Jake con el ceño fruncido.

—Si, mi hijo me necesita— informé al tiempo que terminaba de vestirme.

—Creí que habías dicho que ya no es un niño— dijo con un tono petulante que me hirvió la sangre.

—¿Y que con eso?

—Deja que resuelva sus asuntos.

Lo miré, incrédula.

—No te atrevas a faltarle al respeto a mi hijo.

—No seas tan molesta, ahora desnudate de nuevo que quiero hacerlo otra vez.

Relajé mi expresión, solté mi abrigo y me subí a la cama. Jake pareció complacido, se quitó las sábanas de encima.
Me acerqué más a él y rocé con las puntas de mis dedos su miembro erecto.

—¿Ves? Solo necesitas relajarte— siguió hablando.

—Antes que cualquier persona está mi familia,—hablé al tiempo que cerraba el puño, asegurandome de agarrarle bien el pene y los testículos, asegurándome de lastimarlo, el hombre soltó un alarido de dolor —además, para lo que duras... conozco juguetes que lo hacen mejor que tú.

Lo solté, me puse de pie, tomé la botella de vino tinto de la mesita de noche y lo vacié sobre mi mano para limpiarla un poco, me sequé en las sabanas blancas.

—Perra, casi me arrancas el pene—gruñó enojado.

—Ni siquiera saber usarlo— dije.

Tomé mis cosas y me di la vuelta.

—Perra, ¡volverás a saber de mí!

—Idiota— le grité antes de salir de la casa.

Cuando salí, Ben ya estaba esperándome, subí apresuradamente al auto y él comenzó a conducir, muy rápido.

—¿Qué pasa?— pregunté. —¿Qué tiene Lyle?

—Bueno,— titubeó —te llamé porque no sabemos qué hacer, eres la única que puede consolarlo.

—¿Consolarlo?

—Aidan lo dejó— concluyó Ben. —Lamento interrumpir tu cita por esto.

—Está bien,— respondí sin darle mucha importancia —de todas formas no era la gran cosa, prefiero estar en casa con mi hijo.

Ben condujo tan rápido que, en lo que parecían unos segundos, llegamos a casa.
Tan pronto como se detuvo el auto salí a toda prisa en dirección a la casa.

—¡Está en su habitación!— gritó Ben a mis espaldas.

Entré a la casa y corrí escaleras arriba  y me dirigí a la habitación de Lyle.

La escena era, por excelencia, devastadora.

Mi hijo, que nunca había tenido gran cariño y amor por ninguna persona, presa del mal de amores, llorando, hecho un ovillo en los brazos de su mejor amigo, Kaori.

—Déjame a mí— susurré a Kaori.

—Gracias al cielo que llegaste, no sabía qué hacer, no deja de llorar— explicó cansado.

—No sirves para padre Kaori,— regañé —hazte a un lado.

Kaori intentó soltar a Lyle, pero este no lo soltaba, yo me puse de rodillas frente a él.

—HIjo...— susurré mientras le acariciaba la cabeza.

—Mamá— sollozó Carlysle, soltando a Kaori y lanzándose mí.

—Ya pasó hijo,— intenté consolar —ya pasó, aquí está mamá, ahora dime, ¿qué pasó?

—Ya no me quiere— sollozó.

—¿Pero por qué dices eso?

—Dijo que me odiaba, que le daba asco y que volvía con William— soltó, y lloró un poco más fuerte.

Miré a Kaori, incrédula, el hombre frente a mí asintió tristemente.

Dios, dale fuerza a mi hijo para superar esto.

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La Sacra CoronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora