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Cyra

Desperté en los brazos de Aidan a la mañana siguiente, estábamos en su cama, en su cuarto, ni siquiera sabía cómo había llegado hasta ahí si me había quedado dormida en la sala.

Tomé mi teléfono que estaba cargando en la mesita de noche y vi que aún era temprano, me levanté y saqué una muda completa de ropa para vestirme del cajón que Aidan tenía reservado para mí y para el montón de cosas que de no estar ahí estarían por todos lados.
Me bañé, me vestí, me tomé mi tiempo y Aidan aún dormía profundamente, aunque se notaba inquieto.
Hice el desayuno y cuando volví al cuarto para despertar a Aidan vi que el ya estaba terminando de vestirse, estaba sentado a la orilla de su cama, ya estaba bañado y tenía el cabello húmedo.

—Ya está el desayuno— comenté desde la entrada.

—Lo olí,— comentó el —gracias por el desayuno cariño.

—Apúrate o se va a enfriar.

—Si, ya voy— anunció Aidan levantándose de la cama (que ya estaba hecha) y caminó hasta donde yo estaba —. Gracias de nuevo cariño— agradeció depositando un pequeño beso en mi frente y caminando luego a la cocina.

Caminé detrás de él y nos sentamos en los taburetes de la isla a desayunar.

—Te ves miserable, y creo que por dentro te estás marchitando— comenté llamando la atención de Aidan.

—Ya lo sé— respondió sin dejar de comer y sin mirarme.

—¿Cómo es que aún estando en el mismo barco llamado “soltería” te va mejor que a mí?— me quejé, porque a pesar de que Carlysle no coqueteaba con Aidan ni viceversa, parecía que a Carlysle le interesaba mucho apoyar a Aidan, apoyarlo a que estuviera mejor, lo cual era raro pero no me disgustaba. Eso lo sabía porque Aidan me había contado lo sucedido con Carlysle, o como me había dicho que oía que lo llamaban: “Lyle”.

Aidan río un poco y dijo:

—No es mi culpa ser un imán de chicos.

—¿Así que lo admites?

—Claro que no enana, ni siquiera me gusta estar de nuevo en el mismo barco que tú.

—¿O sea que aún quieres a Will?

—Claro, no he dejado de amarlo ni un solo momento, pero cada minuto que pasa y que sigo amándolo duele…— confesó con pena —Y duele mucho, pero aún así seguiría dando mi vida por él.

—¿Y que hay con tu otro pretendiente? ¿Qué hay de Carlysle?

—El no es mi pretendiente— corrigió con cara de incredulidad —, pero me transmite seguridad… aunque a veces siento que tengo una deuda con el.

—¿Deuda?

—Es solo que… el me dijo que me ayuda como una forma de redención…— concluyó —pero de alguna forma se siente como si me estuviera salvando.

—¿Te gusta?

—Me gusta que no me juzga cuando lloro como un niño, pero en realidad no creo que pueda decir que él me gusta.

—Cariño yo…

—Ya no quiero hablar más de esto— interrumpió Aidan.

—Lo siento, no pensé si podría incomodarte.

—Está bien, no me incómoda, es solo que todo es muy confuso y mientras más intento hablarlo menos se cómo me siento.

—Habla— aconsejé.

La Sacra CoronaWhere stories live. Discover now